Arquitecto, diseñador, pintor y escritor, Oscar Tusquets Blanca (Barcelona, 1941) pertenece a esa estirpe de creadores que no entienden de fronteras entre disciplinas. Levantó casas premiadas, amplió el Palau de la Música, ideó el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas y la estación Toledo del metro de Nápoles, considerada una de las más bellas del mundo. Fue socio fundador de BD Barcelona Design, y algunas de sus piezas forman parte de las colecciones permanentes del MoMA y el Pompidou.
Autor de una decena de libros, ahora su vida —marcada por la efervescencia de la gauche divine y una curiosidad perenne— se recoge en el documental Dios lo ve, codirigido por Àlex Guimerà y Guillem Ventura, que se estrena el 13 de noviembre tras pasar por el Festival de Málaga y el Barcelona Film Fest. Durante cuatro años, los cineastas siguieron a Tusquets y su mujer, Eva Blanch, y rodaron sus encuentros con figuras como Antonio López, Mario Vargas Llosa, Miquel Barceló o Albert Serra. El resultado es un retrato íntimo y fresco. Hablamos con Tusquets en Villa Andrea, la casa estudio que él mismo levantó a finales de los 90, con alberca, huerto y ese aire clásico de Andrea Palladio que tanto admira.
Dios lo ve recupera el título de uno de sus libros, que trata de la obsesión de cuidar hasta los más mínimos detalles que no se ven. ¿Se le ha hecho largo el rodaje?
Ha sido largo, sí. Se metían hasta en nuestro dormitorio, pero todo ha ido bien, porque hemos acabado como amigos. La película es más sobre mí que sobre mis obras, y eso me gusta. Sobre las obras de artistas hay muchos documentales. Aquí salgo yo, con mis obsesiones y manías.
El protagonista del documental ‘Dios lo ve’, en un momento del rodaje en el Belvedere Georgina de Llofriu
¿Se siente bien reflejado?
Sí, es mi retrato, no el de mi arquitectura. He tenido la suerte de estar vivo: los homenajes a los muertos siempre son gente hablando bien del difunto. Aquí, en cambio, nadie habla bien de mí. Bueno, tal vez mi sobrina Milena Busquets.
Un poco gruñón sí que se ve en el documental. Las conversaciones con Barceló y Antonio López no tienen desperdicio...
Claro, todo el mundo hace una entrevista a Barceló y todo el mundo hace una entrevista a Antonio, pero nadie les lleva la contraria. En cambio, yo sí que puedo llevarles la contraria. Es esto lo original, es esto lo divertido. Nos gustaría hacer una serie de tres o cuatro capítulos de tres cuartos de hora, porque hay conversaciones que son muy potentes.
Oscar Tusquets conversa con Antonio López en su taller de Madrid
Miquel Barceló y Oscar Tusquets en Mallorca
¿Se puede ser amigo de alguien llevándole siempre la contraria?
Son dos personas que yo admiro, y que tienen grandes puntos en común, aunque no lo reconozcan. Con Antonio pensaba que nos entendíamos en todo, pero de pronto empezamos a de Morandi, que a los dos nos gusta, y nos peleamos.
López le llama privilegiado, un señor al que la vida no ha humillado. ¿Lo es?
Sí, lo soy. En comparación con venir de Tomelloso, como él, he tenido una vida muy cómoda. La vida me ha mimado.
¿Los amigos se buscan o se encuentran?
La gente me dice, tú siempre hablas muy bien de tus amigos. Y eso es porque me hago amigo de la gente de talento. Quise conocer a Antonio López y me lo presentó Rafael Moneo.
En el documental visita a Vargas Llosa en casa de Isabel Preysler...
Ella no estaba en casa y Vargas no estaba en su mejor momento, se acordaba de cosas equivocadas y se repetía...
¿Cuáles son los pecados capitales de la arquitectura actual?
Que es aburridísima. La buena construcción se perdió hace años. Y el arte de vanguardia, en general, no me gusta nada. Falta trascendencia, sobra banalidad. Todo se reduce a economía y comercialidad. Ahora la gente se queja de las llamadas “casas cebra”, Esas que tienen barandillas blancas y franjas negras entre medio. Dicen: “¡Oh, toda la ciudad es así!”. Pero bueno, son casas sencillas, fáciles de componer, de construir. A mí me gustan las de Durán Reynals, de Francesc Mitjans y otros arquitectos de aquella época. También la arquitectura anónima del Eixample de Barcelona, con sus balcones y sus persianas de librillo, que destrozan las nuevas construcciones entre medianeras.
De pequeño, me imaginaba que sería Miguel Ángel”
¿De niño soñaba ya con construir?
No, soñaba con ser Miguel Ángel. Dalí decía que quería ser Napoleón; yo quería ser Miguel Ángel. Pero he ido rebajando mis pretensiones: si no puedo ser Miguel Ángel, al menos Fortuny hijo.
Su padre le desaconsejó ser pintor.
Sí, me dijo que era una profesión muy arriesgada. Pero creo que habría tenido menos disgustos y más dinero. La arquitectura es un arte muy conflictivo, muy caro y muy lento. El arquitecto se parece más a un director de cine: manda, pero depende de todos.
¿Por qué reniega del arte abstracto?
Porque es aburrido. Como decía Francis Bacon: ¿dónde está el sexo, dónde está la muerte, dónde está lo trascendente? Todo lo que me interesa no está ahí.
¿Y qué cine le atrae?
Me gusta E.T. , el cine que es más pop, menos plástico. El arte comercial, cuando es bueno, me encanta. Y me divierte tener ese tipo de conversación con el cineasta Albert Serra, porque sorprende siempre. Es una mezcla de intelectual y gente de pueblo, muy interesante. Nos hicimos amigos por nuestra admiración por Dalí. Pero es la excepción; la vanguardia me aburre mucho.
Si Dios le encargara diseñar el cielo, ¿qué haría?
Nada. La contemplación eterna me parece insoportable. Oscar Wilde decía que prefería el purgatorio porque había más sociedad. Coincido. Y además, vivir eternamente sería un error. He perdido el miedo a la muerte; solo temo el dolor. A los ochenta y cuatro años y medio ya tienes que tener pensado esto. Mi proyecto más importante en este momento es morir con dignidad y dando poca paliza a mis seres queridos.
La ciencia plantea certezas efímeras y el arte dudas eternas”
¿Qué duda tiene desde que era niño?
Si hay algo después de la muerte. Supongo que si fuera creyente, la certeza ayudaría. Evidentemente que mis átomos formarán parte de un colectivo, pero ¿y la conciencia? A Dalí le preguntaron si le gustaría que le clonaran. Y dijo que sí, si conservase la memoria. Le costó mucho morir, pensaba que la ciencia lo salvaría. Se negaba. Acabó muy mal porque se dio cuenta de que se moriría y no lo pudo superar.
¿Qué es la belleza?
No hay un canon, pero de una cosa no bella no se puede aprender nada. La belleza es la fuente del conocimiento. No me refiero a lo amable, sino a lo que te sacude, como las pinturas de Bacon. Yo te he dicho que lo que me gustaba más, lo que me divertía más era aprender y de una cosa no bella, fea, no puedo aprender
¿Y qué le divierte a sus 84 años?
Aprender, descubrir cosas nuevas. Ver esos reportajes que explican cómo se hace un reloj o una bomba, eso me fascina. Mi amigo Jorge Wagensberg decía que la ciencia explica lo complejo de forma sencilla. Y yo añadí: la ciencia plantea certezas efímeras, el arte plantea dudas eternas.
Tiene mucha memoria visual, pero cómo se lleva con la música?
Yo no puedo ir a un concierto de música clásica, porque a los diez minutos estoy mirando la arquitectura. No digamos si voy al Palau, no me concentro.
¿Quién te ha dado el mejor consejo?
Dar consejos es muy difícil porque el mundo evoluciona y lo que es recomendable para una generación para la siguiente no lo es. Hay dos máximas de Delfos: Delfos: “Conócete a ti mismo” y “nada en exceso” y esto es lo que intento enseñarles mis a mis hijos.
Fue padre mayor de mellizos...
Cuando los tuvimos pensé, bueno, a menos que lleguen a los 3 años para recordar un poco quién era su padre, ahora ya tienen 21. Eso me hace recordar que aunque yo había ganado premios FAD y habíamos expuesto en la Bienal de Venecia, no fue hasta que fui a una fiesta y salí en el ¡Hola! que mi madre dijo: “¡Caray! Ahora sí que me creo que eres alguien”. Con mis hijos me ha pasado lo mismo, cuando me vieron en una lona de 15 metros con ropa de Uniqlo, se dieron cuenta de que su padre era alguien.
¿Y eso como se lo toma?
Me río y lo entiendo. Aunque creo que mi hija me admira bastante. Discutimos cada día, en las cenas solo se habla de Nietzsche, de romanticismo, de Camus o de si Sartre era un cabrón. Ella es una estudiante de matrículas de honor. A mí gusta mucho aprender, pero no me ha gustado mucho estudiar. Me gustaban tres asignaturas, dos. A mi hija le digo, aprende, si te conviertes en alguien que sabe algo muy bien, ya te ganarás la vida. No te preocupes.
¿Y a usted, hay alguna crítica que le haya hecho especialmente daño?
Las peores han sido cuando defendí la continuación de las obras de la Sagrada Família. Un aristócrata de Barcelona me dijo: solo una persona con tu mal gusto puede opinar así. Y me ha traído críticas defender Benidorm, y ahora a Lázaro Rosa-Violán.
La Sagrada Família pintada por Oscar Tusquets
Dice que el arte es pasar a limpio...
Todo el mundo ha tomado una magdalena y ha dicho, ay, me acuerdo de cuando era pequeño. Pero un señor dijo, uy, esto es artístico, puede ser el argumento de un libro. Y lo pasó a limpio.
¿Cómo se lleva con las redes?
Instagram me divierte. Sigo a gente que me interesa, como Coixet o Boadella. Pero no publico nada, eso lo hace Eva, mi mujer, que es fotógrafa y lo hace muy bien. Nunca qué comemos ni banalidades, eso sí.
Oscar Tusquets y su mujer, la fotógrafa Eva Blanch, en un momento del documental
¿Ya ha aprendido a entender a las mujeres?
Imposible. Son un misterio, pero una cena solo de hombres me aburre: acaban hablando de fútbol, sexo o política. Aparte de la belleza, la conversación de mujeres me divierte muchísimo más.
Habla sin filtros. ¿La ironía le salva?
Me gusta la ironía, sí, aunque no sé si tengo talento para ella. Admiro a Woody Allen, y a la gente que sabe reírse de sí misma.
¿Es más racionalista o surrealista?
Racionalista, sin duda. Aunque Dalí, pese a su etiqueta surrealista, también lo era. En el colegio alemán me enseñaron a respetar la razón, y eso deja huella.
¿Qué diseño suyo le ha dado más satisfacción?
Entre los diseños que más satisfacción me han dado y los que más dinero han generado, hay bastante coincidencia: la silla Varius y el banco catalán. Luego hay piezas de las que estoy orgulloso aunque ya no se vendan: objetos de Murano soplados a mano, casi arte más que diseño industrial.
Mesa Carlina, de Oscar Tusquets
Silla Gaulino,inspirada en Antonio Gaudí y Carlo Mollino
¿Tiene maestros?
Trabajé para firmas italianas muchos años, que me enseñaron que el diseño es cultura material, no moda. Hubo un momento de genialidad con el bel design italiano, un grupo de creadores excepcionales. Fue irrepetible. Luego vinieron los productores italianos trabajando con diseñadores extranjeros, como Philippe Starck, al que conozco mucho y le apasiona venderse...
¿Y un diseño absurdo?
Me desagrada Zaha Hadid porque se queda en lo formal. En el arte, sorprender puede ser una virtud, pero solo sorprender me parece que es un gran defecto. Es como la cocina minimalista, no estoy de acuerdo. A mí no me va. No voy a que me sorprendan, voy a disfrutar.
¿Y ahora con qué está disfrutando?
Hay cosas físicas que puedo disfrutar meno, como nadar o navegar, no lo puedo hacer con la intensidad de cuando era joven, Pero disfruto mucho con el arte, donde incluyo la lectura.
Rediseño del sofá labio de Dalí
¿Es de leer varios libros a la vez?
Poco. Un par, quizás, sí. Ahora estoy leyendo a Séneca, pero creo que se puede leer un cuarto de hora de Séneca, y no más. Entonces lo dejo y leo a Stephen King y luego vuelvo a Séneca.
¿Le va el terror?
Volvía a ver la película Cadena perpetua, y pensé qué buena que es. Entonces vi que era un libro de Stephen King. Y me gustó leer el libro y ver lo que había aportado el director. Ahora Eva y yo vamos a clase de literatura, en la librería Central. Hemos debatido sobre el Quijote. Luego Borges y ahora vamos a empezar uno de Camus.
¿Algún joven diseñador que le sorprenda hoy?
Pocos. Tal vez los japoneses están haciendo cosas con mucha pureza, bebiendo tanto de su tradición como de la influencia occidental. Pero pocos nombres jóvenes me resultan realmente estimulantes.
¿Cómo ha llevado eso de ser un hombre de negocios con BD ?
¿Hombre de negocios? No, no lo soy. Bueno… de alguna manera sí. Tengo acciones en BD, pero mi trabajo no es ese. También entiendo que una empresa no puede sostenerse con las ideas de un diseñador de 84 años.
Tusquets reformó y amplió el Palau de la Música de Barcelona
Estación Toledo del metro de Nápoles
¿Y algún diseño que recuerde especialmente?
Sí, algunas piezas para mesa. Por ejemplo, una que hicimos con Alessi: se vendía poco, se había pasado de moda y la sacaron del catálogo. Le dije al productor: “Si vas a tirar los moldes, te los compro”. Y me respondió: “No, no, algo haré con esto”. Acabó convirtiéndose en una edición vintage, numerada. Eso pasa mucho. Mira las vinagreras de Castiglioni, que son una maravilla, pero dejaron de producirlas. Si solo vendes veinte al año, industrialmente no salen los números. Es triste, pero real.
¿Sigue escribiendo?
Estoy acabando un libro titulado Momentos inolvidados, con recuerdos y anécdotas de toda una vida. Hay pasajes íntimos y otros cómicos, también algún polvo, que no detallo porque hago caso a Martin Amis, que dice que hay tres cosas de las que no se debe escribir: los sueños, la religión y el sexo
