Amat Yallow es un hombre de 43 años que dejó su vida en Gambia, África, para labrar un futuro mejor. Lo ha conseguido en España, aunque, tal y como él mismo indica, el camino no fue fácil.
Con tan solo 23 años se aventuró en un viaje de 10 días en patera hasta las costas de las islas Canarias. Allí fue donde empezó todo: una travesía llena paciencia y fe en uno mismo donde los sueños se cumplen.
Ahora vive junto a su mujer y a su hijo en un piso que le ayudó a conseguir la asociación Ningú Sense Sostre, a quienes considera ya como su familia española. Hablamos con él para saber cómo fue su llegada al país y cuáles fueron los principales retos a los que se enfrentó.
Llegada a España
Nuevas oportunidades
¿Por qué decidiste venir a España?
Soy de Gambia y llevo casi 19 años viviendo en España. Tengo 43 años. Nací en Banjul, la capital, aunque mi familia es originaria de un pueblo llamado Bubalu. Llegué a España en 2007, cuando tenía 23 o 24 años.
En aquel tiempo muchos amigos y conocidos salían del país. Veía que la gente que estaba fuera tenía cosas que nosotros no teníamos. Todos queríamos mejorar la vida de nuestras familias, así que decidí emprender el viaje.
Tuvimos suerte en el viaje en patera porque nadie murió en el trayecto; solo falleció un hombre al llegar a Canarias
¿Tus padres sabían que ibas a marcharte?
No, si lo hubieran sabido, no me habrían dejado salir. Les dije que iba a visitar a mi tía al pueblo y, en realidad, una semana después ya estaba en España. Pagué por el viaje en barco, lo que aquí llaman una patera.
El viaje duró aproximadamente una semana. Tuvimos suerte, porque durante el trayecto no ocurrió nada grave. Solo después de llegar a Canarias falleció una persona a causa del agua que había bebido. Luego nos repartieron por diferentes lugares: algunos fueron a Madrid, otros a Valencia, y a mí me enviaron a Córdoba.
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¿Cuánto tiempo estuviste en Córdoba? ¿Cómo fue tu etapa allí?
Estuve 17 días. Después contacté con unos familiares que vivían en Barcelona. Me dieron un billete de tren hasta Sants, donde vinieron a buscarme, y desde allí me trasladé a Sabadell. Viví con ellos unos cinco años.
Esta etapa fue difícil. No tenía documentos ni trabajo, pero comencé a estudiar. Primero hice un curso de catalán y luego empecé con alfabetización. Gracias a Dios, en 2016 obtuve la ESO. Antes de eso, tuve algunos problemas con la familia con la que vivía; no nos entendíamos bien. Decidí salir de casa y buscar mi propio camino.
¿Llegaste a vivir en la calle?
No exactamente. Dormía con un amigo que alquilaba una habitación. Casi no tenía techo, pero poco después conocí la asociación Ningún Sense Sostre y me apunté. Ellos me ayudaron muchísimo: me dieron alojamiento, apoyo para estudiar y conseguir trabajo, y me acompañaron en todo el proceso de documentación.
¿Qué tipo de ayuda recibiste de la asociación?
Me dieron techo, comida, apoyo para mis estudios y para encontrar trabajo. Incluso me ponían profesores de refuerzo cuando me costaba alguna asignatura. Gracias a ellos pude salir adelante. Si no fuera por esa ayuda, me habría costado mucho más. Para mí son como mi familia en España.
Ahora vivo en un piso de la Fundación Hàbitat 3, que también conseguí gracias a ellos. En 2017 me independicé porque ya estaba trabajando y quería traer a mi mujer y a mi hijo.
¿Te casaste en Gambia?
Sí. Volví a Gambia en 2015, me casé allí y luego regresé para tramitar los papeles. Ella llegó a España en 2019. La conocía desde antes de venir; éramos pareja desde Gambia y ahora tenemos un hijo.
¿Cómo fue adaptarte a España al principio, sobre todo con el idioma?
Muy complicado. Al llegar, pensaba que aquí hablaban chino, no entendía nada. Solo hablaba inglés y tres dialectos de Gambia. Por eso me puse a estudiar alfabetización, primaria y secundaria. Sin idioma no puedes trabajar ni comunicarte, así que era fundamental aprender.
Si tuviera que darle un consejo a alguien que acaba de llegar a España le diría que empiece por estudiar. Si no entiendes el idioma, no podrás mantener un trabajo ni integrarte. Muchos quieren trabajar enseguida, pero sin comunicación es imposible. Primero hay que aprender, luego todo llega.
¿Dónde trabajas actualmente?
Trabajo en Obramat como vendedor. Antes estuve ocho años en una fábrica de inyección de plásticos, también trabajé en hoteles como camarero de piso y en limpieza, y cuidé a personas mayores en pueblos cuando no tenía papeles.
A mi yo del pasado le diría que siga soñando y luchando; vine con esperanza y he conseguido casi todo lo que me proponía
Si pudieras hablar con el Amar que llegó hace casi 20 años, ¿qué le dirías?
Que siga soñando y luchando. Vine con la esperanza de mejorar mi vida y la de mi familia, y gracias a Dios lo he conseguido en gran parte. Todavía ayudo a mis padres y a mis hermanos pequeños en Gambia. Mantengo a la familia y eso me hace sentir orgulloso.
¿Qué planes tienes para el futuro?
Ahora mi prioridad es criar a mi hijo junto a mi mujer. Ella también trabaja desde hace dos años. Cuando llegó, la animé a estudiar en la misma escuela de adultos donde yo aprendí, para que se adaptara y pudiera comunicarse. Hoy se defiende muy bien en castellano.
Hablabas de la importancia de asociaciones como Ningún Sense Sostre. ¿Qué papel tienen en este proceso?
Son fundamentales. Tienen los recursos y la base para ayudarte, pero la voluntad debe venir de uno mismo. Muchas personas han pasado por la asociación, pero no todos siguen en contacto. Los que se esfuerzan y se alinean con lo que te proponen, como yo, mantienen la relación y avanzan.
La clave está en tener claro tu objetivo y mirar siempre hacia adelante. El pasado ya pasó; hay que levantar la cabeza y seguir. Puede que no consigas el 100 %, pero si luchas, alcanzarás al menos un 80 %.
