Durante décadas, Rosa María Calaf ha sido una de las voces más reconocibles del periodismo internacional. Moscú, Hong Kong, Pekín, Buenos Aires, Roma, Viena o Nueva York son solo algunas de las ciudades desde dónde ha informado sobre momentos clave de la historia reciente. Una vida nómada marcada por la movilidad constante y una gran capacidad de adaptación.
Ahora bien, en su conversación al podcast Al cielo cono ella de Henar Álvarez, Calaf admitía que no echa de menos las corresponsalías. “No, porque no soy nada nostálgica. [...] Lo que sí que pasa es que... Cómo que ya llevas la marca, ¿no? Y, entonces, estás siempre muy pendiente. Todavía viajo muchísimo porque no puedo parar”, explicaba la periodista.
Rosa Maria Calaf en el pódcast 'Al cielo con ella'
Este ritmo supuso decenas de mudanzas. “Era una pesadilla. Pero, al final, ya las hacía automáticamente. No te pienses que me llevaban demasiado tiempo”, decía, riendo. A pesar de haber vivido en sociedades muy diferentes, Rosa María nunca sintió que dejaba atrás quién era, ni el vínculo con sus orígenes.
“Siempre he intentado conservar mis raíces. Me siento muy mediterránea y muy de aquí. Muy de la Costa Brava y del Penedès. He intentado estar aquí”, relataba en el espacio de TVE. Ahora bien, la periodista reconocía que “mi casa nunca ha sido para vivir, sino que es una casa que será para volver cuando vuelva porque yo creo que todavía no he vuelto, así que...”.
Siempre he intentando conservar mis raíces
Entre anécdotas, la entrevistadora la imaginó lejos, en algún país remoto, soñando con una tortilla de patatas. “Sí, es verdad que sí. Fíjate que nunca he comido tanto jamón como cuando estaba fuera”. La razón era simple: “Todo el mundo que venía a verme, me preguntaban: ‘¿Qué te llevamos?’, y yo decía: ‘Jamón’”, revelaba, entre risas. Este detalle, tan cotidiano desvela hasta qué punto mantenía vivo el hilo que la conectaba con casa, independientemente del continente donde se encontrara.
Un mundo con pocas mujeres corresponsales
Rosa María Calaf ha sido una figura pionera. Fue una de las primeras mujeres corresponsales en tener visibilidad y reconocimiento. Cuando empezó, el periodismo internacional era “un espacio completamente masculino”. En el caso de España, “no había ninguna” mujer corresponsal enviada, más allá de Paloma Gómez Barrero, que informaba desde Italia porque ya vivía. “Fuera había pocas también”, señaló Calaf en el espacio de Henar Álvarez.
Rosa María Calaf se sinceró sobre su carrera profesional
A pesar de esta falta de referentes, Rosa María tenía claro qué quería hacer. Una decisión que muchas personas no entendieron. “Me decían: ‘Uy, pero si esto no es para chicas’”, dijo. La periodista tuvo que luchar contra los prejuicios y soportar actitudes muy desagradables. “Creo que todas las mujeres que hemos entrado en estos ámbitos que se consideran masculinos nos trataban como una intrusa absolutamente intolerable. O con condescendencia”, aseguró.
La problemática no acababa al entrar dentro del mundo periodístico. Uno de los obstáculos era que “te dieran el espacio y lo pudieras mantener”, recordaba la periodista. “Competías siempre con la idea que la capacidad, en principio, no se te supone”, añadía, muy seria. Despacio, con perseverancia y talento, Calaf consiguió convertirse en una de las reporteras más respetadas de la época y una referencia para las generaciones siguientes. Una visibilidad que abrió camino a otras muchas. “Ahora somos muchísimas”, celebró, con orgullo.

