Ruta de fin de semana por el Alto Tajo, un tesoro natural de la España vacía

Turismo rural

La vegetación diversa y la erosión creada por el río ofrecen un paisaje diverso y fácil de recorrer para los senderistas

Salto de Poveda de la Sierra, un icono de la provincia de Guadalajara

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Emma López Cervera

El río Tajo nace en Aragón, aunque pronto salta a tierras de Castilla-La Mancha. Es la primera de sus etapas hasta desembocar en el Atlántico, junto a Lisboa. Ese carácter internacional quizás se deba a brotar en los Montes Universales, en un recóndito paraje de la sierra de Albarracín desde el que emprende un camino de más de 1000 kilómetros, a lo largo del que regará los jardines de la palaciega Aranjuez, envolverá Toledo o pasará bajo las arcadas romanas de Alcántara en Extremadura, poco antes de transformar su cauce en frontera hispano-lusa.

Para entonces ya posee unas dimensiones señoriales. Muchísimo más poderosas de lo que deja intuir su discurrir inicial por las provincias de Cuenca y Guadalajara. Por aquí su apariencia es la de río modesto, por momentos un simple arroyo, ¡Pero de belleza incontestable! Por ese motivo y por sus valores ecológicos, el territorio que atraviesa está declarado parque natural del Alto Tajo.

Numerosas rutas senderistas unen los parajes más atractivos del parque

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Armando Cerra

Peralejos de las Truchas, el pueblo del rock

Es un espacio protegido de más de 170.000 hectáreas entre parque natural y la zona periférica de protección. Recorrerlo en profundidad requiere de varias jornadas, entre otras cosas porque gran parte de sus encantos es mejor descubrirlos al ritmo del senderista, sin prisas y con pausas para el deleite siempre que se sienta necesario. No obstante, para una primera aproximación de fin de semana bien se puede plantear un itinerario en coche.

Y puestos a seguir el tramo más alto del Tajo, lo ideal es iniciar el itinerario aguas arriba. No en su nacimiento aragonés y ni siquiera en el paraje de los Tres Mojones que marca el punto de unión (y separación) entre Teruel, Cuenca y Guadalajara. Pero sí en la localidad de Peralejos de las Truchas. Por cierto, yendo en verano que nadie se sorprenda si se coincide con un festival dedicado a Bruce Springsteen, ya que en este lugar se venera al rockero de Nueva Jersey.

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Pero se vaya cuando se vaya se descubren a las mil maravillas las características esenciales del parque natural del Alto Tajo. Un territorio donde los cauces fluviales son los protagonistas del paisaje, aunque el agua comparte estrellato con los roquedos, unas veces grises de caliza y otros rojos de arenisca. Todo queda dominado por una geología salvaje de cañones y gargantas en los que la erosión de milenios ha generado caprichosos relieves que hacen sacar la cámara de forma constante.

Beteta, formas geológicas 

Tras Peralejos de las Truchas, la siguiente parada es Beteta, una de las pocas localidades del parque ubicadas en la provincia de Cuenca, ya que la mayoría pertenece a Guadalajara. Aquí se repite ese paisaje de antojos geológicos con la presencia de la cueva de la Ramera oculta en el subsuelo de la Hoz de Beteta. Y además, la localidad se convierte en vínculo con un espacio protegido hermano, porque desde aquí se puede acceder también al parque natural de la Serranía de Cuenca.

Paisaje de acantilados kársticos en la laguna de Tobar, en Beteta

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Getty Images/iStockphoto

Poveda de la Sierra, el salto del río

Pero toca retornar a territorio de Guadalajara, a la siguiente parada en Poveda de la Sierra. La mejor introducción a este sitio no son las guías turísticas, sino una novela: El río que nos lleva de José Luis Sampedro. Ahí se plasma la épica del oficio de los gancheros que transportaban los grandes troncos talados en estas sierras navegando por los peligros del cauce hasta acercar la madera a poblaciones lejanas del centro de la península.

Leer a Sampedro siempre es buena idea, al igual que calzarse las botas para caminar por el monte. No es concebible recorrer el Alto Tajo sin darse un paseo, aunque sea corto. Y una de las mejores alternativas es llegar al icónico Salto de Poveda. Es una ruta apta para toda la familia, sin apenas esfuerzo y con la recompensa de las vistas y el acercarse a esta cascada, que en primavera es espectacular gracias a las aguas del deshielo.

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Este camino a orillas del Tajo es un buen cierre para el primer día. Así que llegado el momento de descansar, se puede optar por alojarse en la propia Poveda de la Sierra o en las diferentes casas de turismo rural cercanas. E incluso se pueden hacer unos 30 kilómetros para buscar hospedaje en Molina de Aragón, la capital comarcal. O, ¿por qué no deshacer el camino hecho desde Beteta para conocer el Real Balneario de Solán de Cabras?

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Armando Cerra

Arandilla, la ruta religiosa 

Al día siguiente y con las fuerzas recuperadas hay que reemprender la ruta. Empezando por la visita a Zaorejas y su entorno. De nuevo hay ocasión de caminar por lugares como el barranco de la Virgen, visitar la cascada de Campillo o conocer el puente de San Pedro. Un enclave propicio para despedirse del Tajo propiamente dicho. El motivo es que esta parte de la ruta se adentra por el noroeste del parque, regada por dos afluentes del gran río.

El primero a visitar es el Arandilla. Pequeño, pero de gran atractivo, sobre todo a su paso por la ermita de la Virgen de Montesinos. Para llegar hasta ahí habrá que andar desde Cobeta o desde Torremocha del Pinar. En cualquiera de los dos sentidos, la ruta es tan fotogénica como placentera gracias a que el sendero se adentra por un espeso pinar y bajo moles rojas de arenisca.

La ermita de la Virgen de Montesinos entre los pueblos de Cobeta y Torremocha del Pinar

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Armando Cerra

De nuevo, en el coche es el momento de acercarse a Corduente y dejarse llevar por las señales que indican el desvío hasta el Santuario de la Virgen de la Hoz. Esta vez es un estrecho cañón atravesado por el río Gallo. Hay que apagar el motor junto a este templo y subir hasta el mirador que hay sobre la construcción. Es un balcón perfecto para contemplar desde las alturas este armónico conjunto de agua, roca y bosques, tan diferente a la imagen que se pueda tener de los paisajes castellano-manchegos.

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