De trabajar en la moda en Nueva York a fundar un proyecto que conecta a las personas con la naturaleza en destinos tan remotos como Maldivas, la historia de Ana Hernández Sarriá (Madrid, 1988) es un reflejo de valentía, pasión y sueños cumplidos. A lo largo de su vida, ha recorrido un camino único, siempre guiada por su amor por la naturaleza y su deseo de crear algo verdaderamente especial. “Siempre he sido supersoñadora, y para llegar aquí me he equivocado muchas veces. Pero cada error me ha llevado un paso más cerca de donde quiero estar”, nos dice. Su historia es un ejemplo de perseverancia, donde cada experiencia, tanto positiva como desafiante, ha sido esencial.
¿Cómo se pasa de la jungla urbana de Nueva York a nadar con tiburones en las aguas cristalinas de las Maldivas? Ana nos cuenta en esta entrevista cómo encontró su camino, lleno de momentos inolvidables, siempre con el propósito de compartir la belleza de la naturaleza con el mundo, y el profundo respeto por los animales y su entorno.
Es importante mantener la calma con los tiburones, son los carroñeros del mar y van a por presas fáciles

Ana Hernández Sarriá junto a un tiburón
“En Nueva York sentí que me estaba ahogando. Necesitaba estar cerca del mar, y el destino me llevó por casualidad a Maldivas. Yo viajaba a Sri Lanka, pero por el clima nos desviaron, y llegar allí supero cualquier postal que había visto. Las aguas cristalinas, los animales, su biodiversidad… sufrí un choque emocional, un despertar, y me di cuenta de que quería vivir ahí. Decidí dejarlo todo y en Entre Azules— su agencia de viajes y su libro— he visto a muchas chicas a las que les ha pasado lo mismo. Realmente fue un encuentro con un delfín el que me hizo pensar que tenía que enseñarle al mundo lo que se siente debajo del agua, ese éxtasis y adrenalina”, cuenta.
Tras esa experiencia, Ana volvió a España con la idea de escribir su tercera novela. Mandó mil curriculums y finalmente fue una agencia de viajes chiquitita de snorkel la que le contrató para trabajar de guía. “Fue un choque porque con 30 años dejé mi trabajo en Loewe para trabajar por 300 dólares. Mis amigas ya estaban independizándose y algunas casándose, y mi entorno me preguntaba qué estaba haciendo, que cómo iba a dejar el pedazo de puesto de trabajo que tenía para irme a una isla de menos de un kilómetro a nadar con tortugas, pero la vida es así. Mi abuela fue la que me animó”.
¿Qué te dijo tu abuela?
Ella me apoyó, me dijo que me fuera, que la vida son dos días y que era muy joven. Además, me entregó sus memorias de la Guerra Civil y gracias a ella también he podido escribir Entre Azules. Es una novela que habla sobre reencontrarse, sobre todo tras una tragedia, porque a veces parece que es el único momento para cambiar algo. Yo siento que los abuelos que vivieron la Guerra Civil tienen unos consejos y una manera de ver la vida muy bonita. Es un mensaje muy sanador y rico.

Fotografía de Ana Hernández Sarriá
Pero llegó la pandemia...
Sí, tuve que volver a Madrid porque Maldivas cerró y me quedé sin nada. Había perdido mi trabajo en Loewe y el de Maldivas, pero tuve mucha suerte y me llamaron de Baja California, México, para trabajar como guía de ballenas. Eran unas condiciones terroríficas, pero estaba cerca del mar y eso era lo que necesitaba. Estando allí mi novela pegó un pelotazo, la gente comenzó a leerla un montón y me escribieron muchas personas diciéndome que querían ir a Maldivas. Incluso me preguntaban por qué no organizaba viajes. Y así empezó todo. Hemos tenido grupos de 16 o 20 personas todas las semanas desde hace cuatro años.
Una de mis primeras anécdotas fue con Marta Soriano, ella había leído mi novela y me escribió para visitar Maldivas. Yo nunca había tenido contacto con influencers ni nada, era un mundo muy diferente al mío, y cuando vi el mensaje le quise invitar al viaje. Ella quería venir con una amiga, normal, y recuerdo pedirle a mi padre 4.000 euros para pagarles los vuelos, le pareció muy loco, me dijo: ¿Cómo le vas a pagar dos vuelos a Maldivas a dos tías que no conoces de nada? Y le dije, papa, confía, y ahora siempre me dice: menos mal que confié.
En Baja California puedes ver ballenas, mantas gigantes y orcas, lo que te conecta con la naturaleza salvaje del mar

Ana Hernández
También han venido Marta Pombo o Laura Escanes y es muy especial ver cómo el viaje les cambia, vienen a visitar y acaban preguntándose todo: si esos tiburones comen, si por estar con la regla atraes más a los tiburones y corres más peligro, que no, es un mito, no les gusta la sangre humana, ósea puedes cortarte una vena que no va a ir un tiburón blanco a por ti, o por qué se comportan así.
Es un viaje para conectar con la naturaleza y de mucho aprendizaje
Al principio pensaba que dar demasiada información podía aburrir, pero al contrario, todo el mundo quiere saber más. Contratamos a Clara, una bióloga marina que conocí en Baja California y a la que llamo Clarapedia, por todo lo que sabe, y está siendo muy importante. Prepara todas las presentaciones y aunque al principio me daba miedo decirlo, podemos decir que somos una agencia de viajes. Solo puedo dar las gracias a toda la gente y a mi equipo. A partir de ahí, nos fue tan bien que decidimos abrir en Baja California, y todas las personas que habían visitado Maldivas fueron a Baja, después abrimos Mauricio y Bahamas, y ahora también tenemos Fiji y Tonga y la Polinesia francesa.

Ana Hernández durante una inmersión
¿Alguna anécdota?
Podríamos escribir porque nos ha pasado de todo, pero nunca nada grave. No hemos tenido ningún accidente, es más, en este tiempo la única que tuvo un susto he sido yo, pero por una medusa. Llevaba el snorkel puesto, pero me lo levanté un poco y no sé cómo me picó en el labio, me desmayé con el grupo y me tuvieron que llevar al hospital. Y con tiburones, lo que nos ha pasado es estar viendo delfines y que aparezca un tiburón toro de repente, muy imponente.
Es importante mantener la calma, no ponerse nervioso, son los carroñeros del mar y van a por presas fáciles, una foca o atún herido, y si te ve aleteando mucho y no tiene mucha visibilidad, quizá se piensa que eres una foca o animal herido. Entonces ahí puede que te persiga y te dé una mordida exploratoria, que se llaman, te “prueban” para ver si les gustas, pero luego se van. Si te quedas mirándolo se va a ir, van a pensar: esto no es una presa, me voy. Son los incomprendidos del mar, pero tienen un papel fundamental en la salud de los océanos, se encargan de que estén limpios, se comen todas las cosas putrefactas que estropean los corales, por ejemplo.
Recuerdo a una chica, Rebeca, que al principio comenzó a llorar de pánico cuando vio a los tiburones acercarse al barco. Pero vio a la gente tan feliz que terminó saltando al agua de la mano conmigo y, al salir, lloraba de felicidad. Con el tiempo, me he dado cuenta de que, aunque todos dicen que no se van a tirar, al final todos lo hacen y salen impresionados.

Ana Hernández Sarriá
¿Qué criterios tenéis en cuenta a la hora de elegir un destino?
Buscamos lugares que ofrezcan una experiencia progresiva. Empezamos con destinos más accesibles, como Maldivas, donde las personas se sienten cómodas con animales más pequeños, como tortugas y delfines. Luego, avanzamos a lugares como Baja California, donde puedes ver ballenas, mantas gigantes y orcas, lo que te conecta con la naturaleza salvaje del mar. También buscamos destinos remotos con poca masificación turística, como Tonga, donde las ballenas jorobadas, acostumbradas a los humanos, ofrecen una experiencia única. Lo más importante para nosotros es que los destinos estén bien regulados, tengan enfoque de conservación y ofrezcan un componente educativo, para que la gente no solo disfrute, sino que aprenda y se enamore del mar. Por ejemplo, en Bahamas, los tiburones martillo viven en un santuario protegido gracias a regulaciones.
¿Y si solo pudieras elegir un destino?
Nunca sé qué responder, cada uno algo. A nivel económico, Maldivas y Baja California son más asequibles, Maldivas son 1.300 euros, siete días y siete noches con todo incluido, en Ibiza cuatro días te gastas más, pero aquí te vas con todo y con experiencias… Y este año vamos a abrir en el Mar Rojo en Egipto, que también va a ser un viaje económico y seguramente a finales de año, también abramos un destino en Asia. Bahamas, Polinesia, Francesa, Tonga, son destinos impresionantes, pero son mucho más caros, te pones en un viaje de 5.000 o 6.000 euros. Aunque ahora, que acabo de publicar la novela de Baja California, me quedaría con ella. Estoy viviendo el proceso con la gente que lo está leyendo, vienen a conocer a los capitanes que salen en la novela, que son capitanes de verdad, disfrutan… Además, mi animal favorito es la ballena jorobada.

Los libros de Ana
¿Cambiarías algo de lo que hiciste al principio?
Al principio cometimos muchos errores. Por ejemplo, hacíamos un video con los tiburones nodriza usando un dron. La gente venía emocionada, pero al final nos dimos cuenta de que estábamos alterando el comportamiento natural de los tiburones. No me gustó, así que lo quitamos. Con el tiempo, aprendimos que es mejor que la gente disfrute de los tiburones nadando sin buscar la foto o el video.
Un cambio importante fue cuando el gobierno de Mauricio reguló la actividad de nadar con cachalotes y prohibió esta práctica. Nos dimos cuenta de que los pescadores, que necesitan ese dinero, seguían sacando a los turistas, lo que causaba problemas de salud en los cachalotes, como infecciones por el contacto humano. Con todo el dolor de nuestro corazón, decidimos cerrar ese destino porque queríamos hacer las cosas legalmente. Aunque fue una gran pérdida, apostamos por la salud de los cachalotes. Ahora, buscamos abrir solo lugares bien regulados, y con Maldivas estamos tomando una decisión importante que, sin duda, dará mucho de qué hablar.
Este año vamos a abrir en el Mar Rojo, Egipto, y, seguramente, a finales de año, también en Asia
¿Qué le dirías a alguien que siente que no está en su lugar?
Ahora, con 36 años, puedo decir que he logrado estar donde quiero estar, aunque no ha sido fácil. Siempre he sido una soñadora, pero para llegar aquí he cometido muchos errores y he dado tumbos en varias direcciones. He trabajado de todo: camarera, niñera, limpiadora, incluso en un ropero de discoteca. He buscado mi lugar y, a veces, me equivoqué, pero nunca dejé de intentarlo. Cuando le decía a la gente que quería escribir novelas, me decían que no era viable, pero mi consejo es siempre soñar y arriesgarse. Lo peor que puede pasar es que no salga bien y tengas que volver a empezar. El miedo es lo que nos bloquea, tanto en el mar como en la vida. Yo siempre he tenido la suerte de no temer tanto y de lanzarme a nuevas aventuras, como irme a Nueva York sin dinero ni hablar inglés, o abrir mi propia agencia de viajes. Muchas veces me dijeron que no podía hacerlo, pero siempre creí que algo saldría bien.

Ana Hernández junto a un tiburón
En este camino, he enfrentado muchos obstáculos. Por ejemplo, en Maldivas, me encontré con una situación difícil cuando mi exsocio me estafó con un hotel que abrimos allí. Ha sido un proceso duro, con momentos personales muy complicados, como robos y pérdidas económicas. Como te digo, en la vida, cuando tomas decisiones y arriesgas, a veces ganas y a veces pierdes.
No conozco a ningún empresario que te diga que todo ha sido increíble y que todo le salió bien a la primera. Todos nos hemos caído, nos hemos dado golpes y hemos aprendido a sortear las olas, como yo siempre comparo con el mar. Pasas las olas, te estampas con las rocas, pero sigues nadando. Al final, de todo lo malo, uno siempre aprende y sigue adelante, y eso es lo que me mantiene en pie, luchar por lo que quiero.