Volver de un viaje con carretes de fotos significa, de algún modo, no regresar del todo, porque el viaje aún no ha terminado. Todavía queda practicar la espera hasta que llegue el ansiado correo con los archivos revelados. Y, finalmente, al ver las imágenes, revivir esos momentos capturados con conciencia y determinación, porque en la fotografía analógica cada disparo cuenta. Tener un carrete de un viaje es tener la posibilidad de volver a ese lugar cada vez que quieras.
En la vida en general, y en los viajes en particular, todos somos un poco fotógrafos: nuestros móviles almacenan cientos de imágenes y, tras unas vacaciones o una escapada de fin de semana, la memoria siempre parece insuficiente. Por eso aquí la invitación es otra: explorar un mundo donde la fotografía es una sorpresa, donde hay que esperarla, y donde esa paciencia da como resultado el mejor souvenir que podrías tener de un viaje.

El aspecto granulado de las imágenes analógicas les da más personalidad que las imágenes digitales
El mundo en 35mm
Seguramente lo analógico no te sea del todo ajeno. Ya sea porque recuerdes la cámara que retrató las vacaciones en familia de tu infancia, o porque al ir por la calle hayas visto tiendas dedicadas a este ello o porque scrolleando en redes te hayas encontrado con esas fotografías granuladas y con un toque nostálgico. Y es que muchas modas vuelven, y lo analógico aparece de nuevo en nuestra cotidianidad.
Carla Dief, fotógrafa madrileña que comparte en su cuenta de Instagram @carladief_ todo sobre el universo analógico, dice que, si bien para ella “la fotografía analógica nunca llegó a morir”, nota que hay un resurgir. “La verdad es que no sabría muy bien si definirlo como auge o moda, pero ambas son buenas. Creo que está facilitando mucho las cosas para las personas que siempre hemos disparado analógico”, explica.
Lo mejor de viajar con una cámara analógica es poder hablar con gente que a lo mejor no habla ni el mismo idioma
Más allá de la tendencia en aumento, las características que hacen especial el fotografiar en filme siguen siendo las mismas. “La principal diferencia es saber que tienes unos disparos limitados y que probablemente el proceso va a ser mucho más lento, porque no vas a poder ver las fotos enseguida y vas a tener que pensar mucho más en la foto que estás haciendo”, cuenta Carla.
Una cámara en la maleta
En la red social, Carla comparte los viajes que hace con alguna (o algunas) de sus cámaras analógicas. “Lo mejor de viajar con una cámara analógica es el hecho de poder hablar con gente que a lo mejor no habla ni el mismo idioma y tienes que comunicarte en inglés o con el traductor. Muchas veces cuando he viajado solo por el hecho de llevar una cámara analógica colgada, mucha gente se me ha acercado a hablar”. Y añade: ”También he ido a laboratorios y he hecho migas con la gente que estaba allí gracias a la fotografía analógica. Así que al final yo pienso que aparte de ser un modo de expresión, también es un modo de hacer comunidad y tener amigos que hagan lo mismo que tú, que a mí eso me parece genial”.

Utilizar cámaras analógicas obliga a pensar bien cada disparo
Carla agrega: “Además, al hacerlo fuera de tu zona de confort, vas a encontrar muchas más cosas que te generen curiosidad y vas a hacer muchas más fotos. Cuando hago fotos en un viaje y luego tengo que esperar a lo mejor una semana desde que vuelvo a Madrid, al ver esas fotos siento esa añoranza del viaje, ese recuerdo del viaje después del viaje, y me parece muy bonito”.
Por su parte, Iara Kremer, fotógrafa argentina que comparte en su Instagram @iarakremer herramientas útiles y lidera una residencia de entrenamiento fotográfico en Argentina y España, también cuenta por qué elige llevar una cámara analógica en la maleta. “Hay algo de lo analógico que me invita a ver el proceso tal como está. Hago fotos, las revelo y ahí está todo. Un caudal del viaje con sus errores, con su proceso. Lo analógico invita a un proceso más lento, menos compulsivo, a mirar con más atención. Primero miro con todo el cuerpo, después hago la foto” argumenta.

Lo analógico invita a un proceso más lento, menos compulsivo, a mirar con más atención.
Por dónde empezar
Si ya te sientes atraído por la idea de tener carretes de tus viajes, puedes empezar con una cámara point and shoot, completamente automática, o si te animas a más, puedes optar por una manual. Puede ser de la década de los 80, 60 o incluso anterior, eso no importa. La propuesta aquí es que captures los momentos más preciados de tu aventura en 35mm.
Iara enumera algunos primeros consejos para tener en cuenta: “Hay que empezar observando la luz, mirar con todo el cuerpo y empezar a sentir esos espacios donde la luz genera una escena que nos conmueve. Salir de los patrones o templates donde los demás te dicen que la luz está bien, y empezar a sentir desde donde miras y te sientes bien” recomienda.
Además, nos invita a no centrar la importancia en la cámara que tengamos, sino a “aprender a observar la luz, cómo afecta en interiores, cómo brilla en exteriores, qué pasa con las sombras, cómo cambia en la piel según el clima”.
Finalmente, dice que hay que “cuidar nuestras referencias, prestar atención a lo que vemos, las películas, las fotos, las redes. Todo se almacena en nuestra psique y cargamos con eso en nuestras fotos. Mirar fotolibros, ir a muestras, rodearse de espacios donde circule la foto estimula mucho el hacer y deconstruye patrones internos”.
Ahora sólo queda cargar el carrete, y esperar al próximo viaje para llevar tu cámara y volver no solo con fotos, sino también con una nueva forma de mirar el mundo.