En medio de un paisaje verde y montañoso, el ronroneo de las alpacas llena la granja de serenidad, como el mantra “Om”. Estos animales, curiosos por naturaleza, se acercan sin miedo; algunos incluso parecen posar ante la cámara. Al final, la línea entre el observador y el observado se difumina.
La alpaca (Vicugna pacos) es un híbrido entre la vicuña y la llama, dos especies que conviven en la cordillera de los Andes. Con el paso del tiempo, esos camélidos dejaron de ser endémicos de Sudamérica. Fue a finales de los años 80 cuando comenzaron a criarse en países como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En Europa su popularidad creció sobre todo en Alemania, Austria y Suiza, aunque en España también hay más alpacas cada año.
Alpacas de Tierruca
Alpacas de Tierruca, una de las primeras iniciativas españolas de la cría profesional de alpacas
Hace más de una década, en 2012, unas de las primeras alpacas llegaron a Llanos de Penagos, en Cantabria. Fue allí donde Pilar Fortes Olivera y Francisco Yedra decidieron dar un giro rural a sus vidas, montando un negocio vinculado a la tierra. Al principio dudaban entre montar unas huertas o granjas de caracoles, entre otras cosas. La verdadera inspiración les llegó cuando empezaron a conocer a diferentes animales: se enamoraron del mundo de las alpacas.
Así comienza su camino hacia Alpacas de Tierruca, una de las primeras iniciativas españolas de la cría profesional de alpacas. Viajaron a Francia para conocer granjas especializadas y adquirir sus primeros animales. Se formaron a fondo, recorriendo España para asistir a cursos en Madrid, Barcelona, Asturias y Bilbao. Todo esto para que ahora en su granja vivan 40 ejemplares, que este año llegarán a ser más de 50, como esperan sus dueños.
Pilar Fortes Olivera y Francisco Yedra, fundadores de Alpacas de Tierruca
Las visitas comienzan en un domo de madera, donde los visitantes aprenden sobre el origen y el cuidado de estos animales. Después, el grupo va al encuentro de las alpacas, y el primer paso para ganarse su confianza es tan sencillo como ofrecerles una zanahoria. “Son tranquilas, curiosas y no dan miedo a los niños. Las ven como peluches con patas”, dice entre risas Francisco Yedra.
Una vez terminado el paseo, llega la hora de dar de comer a las hembras y a las crías y de ver de cerca cómo se transforma la “lana”: desde el lavado y la selección de fibras hasta el hilado manual que hacen cada año Pilar Fortes Olivera y Francisco Yedra en su granja. “Queremos que la gente vea el valor que hay detrás de una prenda hecha con fibra de alpaca”, explica Francisco Yedra, enseñando su chaleco. “A diferencia de lo que mucha gente piensa, las alpacas tienen pelo, no lana”, aclara.
Son tranquilas, curiosas y no dan miedo a los niños. Las ven como peluches con patas”
Pero la granja no solo recibe a visitantes individuales o familias. También abre sus puertas a asociaciones y grupos especializados: personas mayores, niños con autismo, personas con movilidad reducida o con problemas de salud mental. “Las alpacas se comportan diferente con ellos”, señala Yedra. “Es como si bajaran la guardia y se mostraran especialmente delicadas”.
Además del recorrido, la granja ofrece talleres para artesanos que quieren aprender a trabajar con la “lana” de alpaca que es increíblemente suave, hipoalergénica y resistente al fuego, lo que la convierte en un material de gran valor. Y, por si fuera poco, tienen animales a la venta. Así que, sí –al igual que los fundadores de la granja– te has enamorado a primera vista de estas criaturas, ya sabes qué hacer.
Merolla Berguedà
Merolla Berguedà ofrece numerosas actividades con las alpacas
Lo que comenzó como un simple hobby, casi un capricho, hoy es una pequeña granja con más de 23 alpacas y dos llamas. En 2014 Maria Àngels Caus y su pareja, Jordi, compraron sus primeras alpacas a la granja Alpacas de Tierruca, solo porque les hacía ilusión tener estos animales en casa.
“Empezamos a tenerlos como mascotas y educarlos: cada uno tiene su nombre y su propia personalidad. Al principio no querían saber nada de mí, pero tras horas y horas de estar con ellos, logré ganarme su confianza”, recuerda Maria Àngels.
La llama es más alta, resistente, independiente”
No fueron los primeros en iniciarse en este mundo en Catalunya, por aquel entonces ya existía la granja Alpacas del Pirineo. Hoy ambas son las más grandes de la región. Hace cuatro años Maria Àngels y Jordi decidieron dar un paso más: ofrecer experiencias con alpacas y también con llamas. Querían acercar estos animales al público y, sobre todo, mostrar las diferencias entre ellos, aún poco conocidas. “La llama es más alta, resistente, independiente”, explica Caus.
En Merolla Berguedà los visitantes pueden disfrutar de desayunos temáticos al aire libre con vistas al río y en compañía peluda. Además, hay paseos, donde la dueña de la granja te presenta a las protagonistas, cada una con su carácter: las hay tímidas, valientes, perezosas o juguetonas. Puedes elegir con cuál caminar, darles de comer de tu propia mano, acariciarlas y escuchar cómo hablan ronroneando entre ellas.
Cada alpaca interactúa de distinta forma con las personas
“Son mi vitamina, los tenemos como hijos. Oigo un ruido y ya sé quién es”, confiesa Maria Àngels. De momento no planea ampliar la familia, pero sí sueña con construir alojamientos turísticos en la granja para ofrecer una experiencia aún más completa.
Bodega Can Marlès
Para los amantes del vino y los animales, Can Marlès de Can Ferrer de la Cogullada ofrece una experiencia que fusiona lo mejor de esos dos mundos.
Lucía Pombo García, la dueña de la bodega, tenía un sueño: integrar en su finca a un animal que no solo fuera diferente, sino que también necesitara protección. Así nació la idea de traer alpacas, específicamente de la raza suri, conocida por su fibra extremadamente valiosa y por ello muy explotada en otras partes del mundo.
Comenzó con seis alpacas, pero con el tiempo la manada creció hasta alcanzar las 28. Cada una de ellas lleva un nombre charrúa, rescatando así una tradición lingüística de los pueblos indígenas de la frontera entre Argentina y Uruguay, una etnia que sobrevivió a más de 300 años de colonización y a una masacre.
La experiencia en Can Marlès es una inmersión en un estilo de vida rural que respeta la naturaleza y la vida animal. Empieza con una ruta por las viñas, donde los visitantes aprenden sobre el proceso de restauración de la finca y sigue con las alpacas que pasean por los viñedos, muy tranquilas, sin intentar escapar. “Si alguna te escupe, habrás vivido la experiencia completa”, bromea Lucía Pombo García.
Can Marlès de Can Ferrer de la Cogullada cuenta con su propia bodega, uniendo de esta manera las alpacas con el mundo del vino
Para culminar la visita, a los huéspedes se les brinda una cata de vinos propios en la bodega, donde, después del recorrido se intercambian las impresiones, y hay niños que dejan sus dibujos de alpacas como recuerdo. “Como muchos de nuestros visitantes vienen de la ciudad, los acercamos a un mundo que suelen desconocer y que, además, aprenden a respetar”, enfatiza Lucía Pombo García.


