Zamora tiene una extraordinaria silueta armónica, en un promontorio situado a orillas del río Duero. Esta ciudad castellanoleonesa amurallada está repleta de atractivos. Dos de los más conocidos son su extraordinaria colección de iglesias románicas situadas en el núcleo antiguo. Y, también, su rosario de edificios modernistas.
La villa tiene tantas joyas románicas que ni siquiera todas caben en la llamada Milla de Oro del Románico de Zamora. Siete, más la catedral, se enclavan en pleno casco antiguo. Y todavía algunas de las más valiosas –como Santiago de los Caballeros o San Claudio de Olivares– quedan fuera del recinto amurallado, pero son también una delicia.
El impulsor del modernismo, tan poco extendido en las tierras de Castilla y León fue el catalán Francesc Ferriol i Carreras
Por lo que respecta a las casas modernistas, hay hasta 18 enlazadas en una ruta ecléctica pero muy interesante. El impulsor de ese estilo tan poco extendido en las tierras de Castilla y León fue el catalán Francesc Ferriol i Carreras, que fue arquitecto municipal a mediados del siglo XIX.
Pero Zamora no se detiene aquí en su patrimonio histórico y artístico. La hermosa catedral, que se distingue de lejos por las “escamas” de su cúpula, guarda unos de los tesoros textiles más valiosos de la baja edad media de nuestro país. Se trata de una colección de tapices flamencos.

El Museo Catedralicio tiene su acceso desde el claustro de la Catedral. En él se expone parte de una magnífica colección de tapices flamencos
Hay varias series de ellos, de temáticas muy diversas, como la guerra de Troya, la parábola de la Viña o las guerras púnicas, que se conocen más popularmente como Historia de Aníbal.
Todos ellos fueron tejidos entre los años 1450 y 1500, y fueron creados en talleres flamencos de Bruselas. El más apreciado por los expertos, sin embargo, es el de Tarquino Prisco, considerado una obra maestra creada en los talleres de la francesa Arrás hacia 1475. Tejido en lana y seda, mide 4,30 metros de alto por 8,50 de ancho. Su gama cromática, medio milenio después de haber sido creado, sigue causando asombro: se distinguen hasta veinte tonalidades diferentes.

La cúpula de 'escamas' de la catedral de Zamora
La precisión de los detalles es sensacional. Una dama ricamente vestida con un vestido de color vino domina la escena principal. Va montando un corcel blanco, y está rodeada de senadores y un arquero. Representa la coronación de Lucunis como monarca de Roma. Un águila que revolotea la escena será la que le colocará en la cabeza el signo de la realeza. Reflejaría hechos que tuvieron lugar hacia el año 600 a.C., cuando la cultura etrusca todavía era la dominadora de la región.
Los tapices dedicados a la guerra de Troya fueron inicialmente once, aunque solo se conservan cuatro de ellos. Habrían llegado a Zamora en 1608 donados por Antonio Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Liste.
La escena en la que Héctor se entrevista con Aquiles en su campamento de asedio es magnífica, con un batiburrillo de personajes que pese al paso de los siglos no han perdido ni la definición ni el color, y dan una idea bastante exacta de cómo se habría afrontado la batalla. También aparecen Héctor y Andrómaca. Los soldados y sus generales están listos para el combate y la escena anticipa una gran tragedia.

Sala de tapices flamencos de los siglos XV y XVI del Museo Catedralicio de Zamora
El tapiz de la parábola de la Viña representa varios momentos de la vida de Jesús de Nazaret. Estos tapices representan el momento culminante del arte del tejido medieval. Y todavía son muchos los que se lamentan de que la colección no esté completa, pues algunas piezas debieron venderse a lo largo de la historia para afrontar las deudas del cabildo catedralicio.
Las que restan, sin embargo, son soberbias. Se pueden visitar con el ticket conjunto de la basílica y el Museo Catedralicio. Abre todos los días de la semana, en diferentes horarios en verano e invierno. Los domingos por la tarde la entrada es gratuita.