Vardø, la ciudad más oriental de Europa está en Noruega

Mundo insólito 

La 'isla de los lobos' es mucho más que una simple curiosidad geográfica

A pesar de tener solo dos mil habitantes, Vardø tiene categoría de ciudad

A pesar de tener solo dos mil habitantes, Vardø tiene categoría de ciudad

Bair175 / Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)

Noruega es el país más septentrional de la masa continental europea. Con más de 300.000 kilómetros cuadrados de superficie, lo que suele llamar la atención es que su recortada costa alcanza los 29.000 kilómetros lineales. Quien más quien menos, identifica a ese territorio como el de los grandes y profundos fiordos (una palabra propia inventada por los noruegos) de acantilados vertiginosos.

Por su alargada configuración y la visión distorsionada de los mapas que acostumbramos a utilizar –en los que Europa se “endereza” para una lectura más cómoda–, pocos saben que la ciudad europea situada más hacia oriente pertenece a ese país escandinavo.

Vardø es una localidad que sobrepasa por poco los dos mil habitantes. Sin embargo, posee la categoría que supera la de “pueblo” por una disposición real de 1858, que le concedió el privilegio. La etimología del nombre es “isla de los lobos”, lo que da una idea de lo solitario y salvaje que debía resultar el paraje cuando llegaron los primeros pobladores humanos.

Vardø, 400 kilómetros al norte del círculo polar Ártico y en una localización mucho más oriental que Kiev o Estambul

El caso es que Vardø se halla en las coordenadas 70º 22' 00“” norte y 31º 06' 00” este. Es decir, 400 kilómetros al norte del círculo polar Ártico y en una localización mucho más oriental que, por ejemplo, Kiev, San Petersburgo o Estambul. Así que, sin discusión, es la ciudad más al este de Europa. 

Ello podría no ser más que un dato para los locos de la geografía que viajan hasta los puntos más significativos designados por esa ciencia. Puede ser un argumento tan válido como otro cualquiera para “acercarse” hasta Vardø. Pero la realidad es que la ciudad está repleta de atractivos, lo que refuerza la idea de que viajar hasta ella tiene razón de ser.

La iglesia de Vardo, con una puntiagudísima espadaña blanca pinchando el cielo.

La iglesia de Vardø, con una puntiaguda espadaña blanca pinchando el cielo.

henribergius CC BY-SA

Para los amantes de la historia en general y los relatos de la exploración ártica en particular, el puerto de Vardø ha sido inicio de muchas expediciones por una peculiaridad climática. La corriente del Atlántico Norte impide que el mar de Barents se congele en invierno, por lo que la zona es navegable todo el año.

De hecho, quien crea que esa población noruega tiene que ser un infierno gélido, debe saber que las temperaturas mínimas no llegan a los -8 °C en enero y que la más cálida, en agosto, se mueve en torno a los 12º, aunque se han registrado picos de hasta 23 grados. Para ir en manga corta.

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Situada en una isla, Vardø tiene un original acceso por carretera. Se llega hasta ella mediante un túnel submarino, que fue el primero de esas características en Noruega.

Una vez en Vardø, el viajero se encuentra con la típica localidad escandinava: casas de madera pintadas de vivos colores, con tejados a dos aguas y ausencia total de adornos. El pragmatismo prima en los climas rudos. Pero a partir de ahí, hay que elaborar la lista de sitios que visitar. En primer lugar, su fortaleza. Se trata de una fortificación del siglo XIV con una planta en forma de estrella de ocho puntas, rodeada, naturalmente, por el obligatorio foso.

El memorial Steilneset es un monumento a las víctimas de los juicios por brujería de 1621

El memorial Steilneset es un monumento a las víctimas de los juicios por brujería de 1621

Maurizio Fabbroni

Además, hay un museo dedicado a la cultura pomor, la de la población rusa del mar Blanco que emigró a tierras cercanas, lo que suele dar una idea de cómo se forjó la industria pesquera de la zona, auténtica riqueza tradicional de la región. La iglesia es única, con una puntiagudísima espadaña blanca pinchando el cielo. Dos de los monumentos modernos más destacados son el memorial de Steilneset y el barco vikingo situado en las afueras.

Steilneset es una impactante obra que primero desconcierta, pues parece una instalación industrial. Al acercarse, el visitante descubre un larguísimo pasillo de 135 metros diseñado por el artista suizo Peter Zumthor. Contiene 91 placas que hacen referencia al mismo número de personas que fueron ajusticiadas por brujería en la isla en todo el siglo XVII. También hay una instalación de la escultora francoestadounidense Louise Bourgeois con una llama eterna surgiendo de una silla.

Vardø es buen punto de partida para avistar pájaros tan hermosos como el frailecillo, el alca, el arao común o el de Brunnich

Abandonando Vardø por el norte, hacia el faro, se llega a la segunda instalación protagonista. Se llama Drakkar Leviathan y su denominación no puede ser más descriptiva. Funde en una sola pieza un tradicional barco vikingo y el costillar de un animal mítico. En un entorno batido por el viento, es colosal.

El Drakkar Leviathan junta la estructura de un barco vikingo con el esqueleto de un animal mítico, una curiosa obra de arte

El Drakkar Leviathan junta la estructura de un barco vikingo con el esqueleto de un animal mítico, una curiosa obra de arte

Maurizio Fabbroni

Para los amantes de las aves, Vardø es buen punto de partida para avistar pájaros tan hermosos como el frailecillo, el alca, el arao común o el de Brunnich.

A muy poca distancia de la frontera con Rusia, Vardø, tiene una importancia geoestratégica capital para Noruega y el resto de Europa. De hecho, siempre se ha cuestionado si el radar que luce en su costa tiene usos civiles o militares, guardándose el secreto, aunque intuyéndose la verdad.

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