Jerez de los Caballeros, delicias ibéricas y belleza barroca en plena dehesa extremeña

Escapada

Un sinuoso entramado de blanca fotogenia y la majestuosidad de unas torres que apuntan al sol han convertido este año a esta villa de Badajoz en uno de los Pueblos más Bonitos de España

Jerez de los Caballeros

Jerez de los Caballeros se encuentra entre los Pueblos más Bonitos de España 

Getty Images/iStockphoto

Por sus calles resuenan los ecos de relatos truculentos, leyendas improbables, conquistas que ampliaron el mundo. Son retazos del azaroso pasado de este pueblo enclavado en las tierras bajas de Badajoz, allí donde la vista se pierde entre dehesas de encinas y alcornoques. Jerez de los Caballeros es una villa enseñoreada en su historia, pero también en su belleza. Porque pocas visiones resultan más deslumbrantes que la de sus espigadas torres apuntando al sol sobre un océano de cal.

Una arquitectura medieval, un sinuoso trazado de origen islámico y una exuberante sucesión de muestras del barroco le han llevado a ingresar este año en el club de los Pueblos más Bonitos de España. Un conjunto monumental que debe su fisonomía, su porte señorial e incluso su apellido a los caballeros de la orden del Temple, a quienes Alfonso IX entregó la villa en el año 1230. 

Estos monjes-guerreros, que velaron por la cristiandad durante las cruzadas, reforzaron el recinto amurallado y levantaron una robusta fortaleza sobre el alcázar, haciendo de la localidad un baluarte inquebrantable. En su recuerdo hoy, cada mes de julio, los vecinos recrean aquellos tiempos belicosos en el afamado Festival Templario.

Cuna de nuevos mundos

La fachada de la Iglesia de San Bartolomé en Jerez de los Caballeros, Badajoz

La iglesia de San Bartolomé tuvo que ser reconstruida después del terremoto de Lisboa de 1755 

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Jerez de los Caballeros es Extremadura pura, con sus callejuelas en cuesta, sus animadas tabernas, su gente hospitalaria a la fresca en las noches de verano. También con el rastro de aquellos conquistadores que, pese a ser muy de tierra adentro, se lanzaron al mar para escribir nuevos capítulos en la historia de la humanidad. Aquí mismo, en una bonita casa solariega reconvertida en museo, vino al mundo en 1475 Vasco Núñez de Balboa, el explorador que tiene entre sus gestas el descubrimiento del océano Pacífico.

Pero es su perfil blanco, silueteado por cuatro torres barrocas, el que dibuja su estampa más característica. Torres que pertenecen a cuatro iglesias parroquiales y que son una virguería de ladrillo, yeso y barro vidriado. Especialmente la de San Bartolomé (que tuvo que ser reconstruida después del terremoto de Lisboa de 1755), destaca imponente sobre la maraña empedrada, así como la de San Miguel Arcángel lo hace sobre la plaza principal. La de Santa Catalina y la de Santa María de la Encarnación, igual de esbeltas e imponentes, completan los grandes hitos del skyline jerezano. 

Leyendas de sangre

Vista aérea de la iglesia católica ubicada en Jerez de los Caballeros

Vista aérea de la iglesia de Santa Catalina de Jerez de los Caballeros 

Getty Images/iStockphoto

Con la mirada en la tierra también son muchos los edificios históricos que salen al paso, todos ellos presididos por el castillo templario, uno de los más importantes del país. Aquí donde la villa concentra todo su poderío, pervive erguida otra torre, la del homenaje, donde cuentan que se encerraron los últimos caballeros que se resistieron a la disolución de la orden por mandato del papa Clemente V. Su destino no pudo ser más trágico: no sólo fueron decapitados, sino que además sus cuerpos inertes fueron arrojados desde las almenas.

Desde entonces a esta torre se le conoce como la torre Sangrienta. La leyenda, que nunca falta en semejantes episodios, cuenta que, en las noches sin luna, aún hoy se escuchan los silbidos de los guerreros que llaman a sus caballos, y hasta a estos mismos respondiendo a la llamada con relinches y golpes de herradura.

La vida cotidiana

Una de las calles del casco antiguo de Jerez de los Caballeros, con la torre del Reloj a lo lejos

Una de las calles del casco antiguo de Jerez de los Caballeros, con la torre del Reloj a lo lejos

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Al lado de esta torre, el parque Santa Lucía ejerce de bonito mirador, con la escultura de Cristóbal Colón y una ermita del siglo XVI que ahora es un bar llamado Florida, al que se viene a echar el rato con unas vistas estupendas. Porque, aunque Jerez de los Caballeros anda sobrada de monumentos (conventos, palacios y casonas nobles, normalmente construidas en torno a patios interiores), lo suyo aquí es contagiarse de la vida cotidiana.

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Tomar el aperitivo, por ejemplo, en la plaza de España, y pedir una ración de jamón ibérico en el bar Kapi, donde el plato lo ponen en vertical para mostrar la adherencia de las lonchas. O darse un auténtico homenaje de delicias extremeñas (migas, caldereta de cordero, espárragos, setas, gurumelos…) en el restaurante La Ermita, en lo que era, efectivamente, la ermita del Cristo De la Vera Cruz, del siglo XVII, que conserva intactas las bóvedas y la fachada.

Y para los más golosos está el Obrador de Paqui, en el que nadie debe perderse los dos dulces por antonomasia del pueblo: los pestiños, de masa fría pasada por miel, y el bollo turco que, aunque es de origen árabe, mantiene la receta de los antiguos templarios a base de almendra, huevo, azúcar y limón. Y es que también con el paladar se puede revivir la tumultuosa historia de Jerez de los Caballeros.

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