Los barrotes de hierro nada más pasar la recepción son lo primero que deja boquiabierto. Justo detrás se extiende un balcón que recorre, en forma de U, toda la planta. Debajo, otro piso exactamente igual, justo encima de una planta baja, con un patio que podría ser el escenario de cualquier película carcelaria que tengamos en nuestro imaginario. Se trata del Hotel La Prison, en la ciudad francesa de Béziers, un alojamiento que ocupa el espacio de un centro penitenciario construido, originalmente, en el siglo XII.
Aunque pueda sonar extraño, la experiencia de alojarse en la primera cárcel convertida en hotel de toda Francia vale la pena. Y mucho. Su nombre original es el de Malapague (que significa mal pagador, en occitano), y a pesar de que la primera vez que se alojaron presos fue hace casi mil años, el edificio tal como lo vemos hoy no se construyó hasta 1857. A pesar de ser una prisión menor por su condición subprefectural, empezó a ganar importancia a partir de 1939. El motivo: la llegada de la guillotina.

El hotel La Prison conserva la estructura interior intacta
Diez años más tarde, tras la ejecución de nueve personas, se dejó de utilizar. Los más crédulos pueden estar tranquilos: justo antes de la inauguración, se realizó una limpieza energética en todo el edificio con magnetizadores para, cuentan sus actuales trabajadores, eliminar todas aquellas “malas vibraciones” restantes.
Aunque estaba diseñada para 48 prisioneros, el centro carcelario sufrió casi siempre una superpoblación que llegó a límites insostenibles. En algunas épocas, hubo más de 200 personas conviviendo en el edificio. Según los registros extraoficiales, hasta seis personas llegaron a compartir celdas de tan solo diez metros cuadrados. Era tal la situación de caos y aglomeración que tuvieron que poner una red en el atrio del edificio para evitar los continuos intentos de suicidio de los presos. Todo ello llevó a su cierre, en el año 2009.
Tras varios años de abandono, el grupo Mando Hospitality adquirió la cárcel con el objetivo de convertirla en algo totalmente distinto. Les costó más de cinco años pensar en cómo llevar a cabo la hazaña con éxito y 18 meses de obras de reforma. Lo que fue un centro de muerte y sufrimiento debía convertirse en un lugar atractivo para que la gente se alojara, comiera y durmiera plácidamente. Y lo consiguieron. Gracias al trabajo conjunto con profesionales formados en la reputada Escuela Hostelera de Lausanne (Suiza), el 1 de junio de 2023 se inauguró oficialmente el hotel la Prison.
Lo más curioso es que muchos de los elementos originales se han conservado. Las puertas de gran parte de las habitaciones (hay 35 en total) son las originales. El efecto es, cuanto menos, curioso: abrir un portón viejo, de aspecto oxidado y decorado con grafitis callejeros para, de golpe, entrar en una habitación de hotel que, sin ser de lujo, goza de un aspecto impecable.

Una de las habitaciones del hotel La Prison
Las paredes también se han restaurado respetando al máximo su estado original. Cachos con pintura saltada y frases escritas por antiguos reclusos dotan el espacio de un aspecto que camina entre lo siniestro y la originalidad absoluta. El trabajo de diseño está tan bien pensado que, al poco tiempo de estar dentro, uno se olvida de la parte más tétrica para centrarse en todos los detalles perfectamente conservados de un edificio de gran importancia histórica.
Las habitaciones ocupan el espacio de dos celdas juntas (lo que demuestra las condiciones de hacinamiento en las que se encontraban los presos y las presas), y las ventanas también se han remodelado para alargarlas y así atraer mucha más luz al interior.
El restaurante ocupa el lugar con las vistas más privilegiadas de todo el edificio (e incluso de Béziers). Ubicado en el antiguo patio de ejecución, desde aquí se pueden ver los Pirineos, vislumbrarse hasta el Canigó y deleitarse mientras se desayuna (los quesos son de altísima calidad) contemplando las vistas del río Orb y el puente románico que lo cruza.

Puertas originales de la cárcel
Parte del mobiliario que se compró fue adquirido en mercadillos locales y anticuarios, por lo que no desentona en absoluto con la estructura original, además de contar con esculturas gigantes de artistas contemporáneos como Monsieur B. Además de contar con una suite familiar en la quinta planta, el hotel ofrece la posibilidad de realizar reuniones y seminarios en una sala de eventos muy original que se ha construido en lo que antes eran los calabozos más temidos de la cárcel.

El hotel cuenta también con una piscina
Ubicado en lo más alto de la ciudad antigua de Béziers, justo al lado de la impresionante catedral de Saint-Nazaire, las tarifas de entre 70 y 150 euros por noche convierten este hotel en una de las mejores opciones en cuanto a precio, experiencia y confort. Además, no todo el mundo tiene el privilegio de decir que se ha alojado en una antigua prisión con guillotina. El descanso, eso sí, corre a cuenta de cada uno.