Un influencer visita Liechtenstein y descubre que la nación más próspera del planeta es decepcionante: “La gente es feliz y muy rica, pero le faltaba alma”
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Algunos visitantes que han recorrido el país relatan experiencias poco entusiastas a pesar de la bonanza económica que muestran los indicadores, lo que marca un contraste llamativo entre las cifras y la percepción
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Algunos relatos describen a Vaduz como un lugar ordenado y cuidado, aunque con pocas propuestas que enganchen al turista
El recorrido por un país puede ofrecer una imagen muy distinta de lo que dicen las cifras económicas. En el caso de Liechtenstein, la experiencia de algunos visitantes ha chocado con la idea de un lugar privilegiado por su prosperidad.
El youtuber Harry Jaggard explicó en un vídeo que grabó allí que “no hay corrupción, tienen un buen gobierno y no hay deuda nacional, lo que significa que la gente de Liechtenstein es muy feliz y muy rica”. Sin embargo, esa abundancia no fue suficiente para dejarle una buena impresión de su viaje.
Pero aburrido
Un país diminuto que presume de riqueza y mantiene acuerdos internacionales
Este pequeño principado alpino, encajado entre Suiza y Austria, nació en 1719 tras la unión de Schellenberg y Vaduz, que el emperador Carlos VI declaró como Estado propio dentro del Sacro Imperio Romano Germánico.
Décadas más tarde, en 1806, logró su plena soberanía al integrarse en la Confederación del Rin y, con la caída de Napoleón, pasó a formar parte de la Confederación Germánica. Finalmente, en 1866, proclamó su independencia total, aunque mantuvo una estrecha relación primero con Austria y después con Suiza, que todavía hoy gestiona parte de su defensa y su política económica.
El país, gobernado por la Casa de Liechtenstein con el príncipe Hans-Adam II al frente, se ha convertido en uno de los lugares más ricos del planeta. Es uno de los pocos sin deuda pública y llegó a registrar la mayor densidad de hogares millonarios del mundo, con un 19% de familias dentro de esa categoría. No pertenece a la Unión Europea, pero sí participa en el Espacio Económico Europeo y en Schengen, además de ingresar en la ONU en 1990.
A pesar de esas credenciales, la valoración de algunos visitantes no ha sido positiva. Jaggard señaló tras recorrer Vaduz que “parece una ciudad bastante aburrida” aunque reconoció también que “es una ciudad muy limpia, así que el mérito es suyo”.
La crítica se repite en otros relatos de viajeros, como el de un blog en el que se aseguraba: “He estado allí dos veces y no encontré nada excepcional que me gustase del lugar”.
Ese mismo autor matizó después que “aunque obviamente no soy fan de este diminuto país, sigo pensando que merece la pena visitarlo”, al destacar el Museo Postal, los viñedos y la caminata hasta el castillo como las pocas propuestas que salvan el recorrido.