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El pulso creativo de València: un viaje por su arquitectura más actual

Ruta urbana

Una ruta por la capital del Turia que combina arte, paisaje y arquitectura con sensibilidad contemporánea  

Instalación de Jaume Plensa en el Centro de Arte Hortensia Herrero

Nastassia Tarusava

Hay ciudades que se explican por su presente, y otras, como València, que sólo pueden entenderse si se caminan con la memoria abierta. En ella, la arquitectura no es un catálogo de estilos, sino una conversación entre siglos: los palacios barrocos que aún respiran junto a patios modernistas, las huellas del racionalismo entre avenidas contemporáneas, los barrios marineros que resistieron el derribo y los espacios industriales que ahora buscan una segunda vida.

València ha aprendido a renovarse sin renunciar a lo que fue. Una urbe tejida por el agua —del Mediterráneo y del Turia— y por una historia que se superpone como capas de estuco. Tras el fenómeno Calatrava, que la situó en el mapa global con su arquitectura blanca, futurista y costosísima de mantener, la ciudad sigue en transformación. Desde el palacio Valeriola, donde el arte contemporáneo habita muros del siglo XVII, hasta el Cabanyal, barrio que se niega a desaparecer y donde la arquitectura se convierte en un gesto de resistencia; desde las aulas del Campus Turia, repletas de mosaico Nolla hasta los muros en espera de la Bodega Vinival o la monumentalidad futurista del Roig Arena, la ciudad recuerda, se reinventa y avanza.

Intervención en la antigua capilla del palacio del artista Sean Scully

Centro de Arte Hortensia Herrero

Este es un viaje por algunos de los edificios que conforman esa ciudad de capas, con el foco en la arquitectura contemporánea, un recorrido, de la mano del recién celebrado Open House Valencia, que comienza en el corazón del centro histórico y termina frente al Mediterráneo, donde la arquitectura contemporánea se expande hacia nuevos horizontes. Y con joyas ocultas a las que habitualmente el turismo apresurado no presta atención.

Centro de Arte Hortensia Herrero

Capas de historia

El paseo comienza en el palacio Valeriola, un edificio barroco del siglo XVII con trazos góticos que ha sobrevivido a transformaciones profundas. Cada capa de este edificio es un testimonio de València: primero fue un circo romano que los visigodos usaron como cantera, luego vino un horno árabe y luego se descubrió parte de un atzucac judío, un callejón sin salida. Cada capa fue cubriendo a la anterior, hasta que el señor de Valeriola compró el terreno en el siglo XVI, con la intención de convertirlo en palacio. De casona noble pasó a sede del diario Las Provincias, de ahí a un bar de copas y, hoy, gracias a una rehabilitación minuciosa del estudio de arquitectura ERRE, que ha respetado estas capas, incorporando nuevas tecnologías sin sacrificar la memoria del edificio, el palacio alberga el Centro de Arte Hortensia Herrero.

Obras de Tomás Sarraceno en el vestíbulo del museo

Centro de Arte Hortensia Herrero

El pavimento original se ha restaurado, igual que las pinturas murales, entre las que se encuentra la de un adolescente Sorolla. Bóvedas y baldosas barrocas restauradas conviven con la geometría digital de las obras cinéticas de Jesús Rafael Soto y la cruda expresividad de Kiefer y Baselitz y en la antigua capilla del palacio la luz natural se transforma en colores gracias a la intervención in situ del artista Sean Scully. Porque este museo ha apostado firmemente por los site-specific, como el conmovedor túnel de Olafur Eliasson, el tránsito mineral de Cristina Iglesias o el homenaje a las fallas de Mat Collishaw, que también ha creado un vídeo inmersivo que recuerda que el antiguo circo romano de València atraviesa el sótano del museo.

El recorrido nos lleva también a la obra digital del colectivo japonés Zink Lab, un poblado interactivo del Japón medieval que refleja en tiempo real las condiciones de València. Clima, estaciones y luz afectan a los personajes, que tienen comportamientos autónomos. En la andana o desván, con su logia de arquillos que miran a la calle del Mar y una techumbre inclinada que conserva las vigas de madera originales, destaca la instalación del ghanés El Anatsui, que reutiliza tapones metálicos para crear tapices iridiscentes, los espejos de Anish Kapoor y obras de Inés Luiz, que generan efectos visuales y sonoros transformadores.

La logia del museo tiene vistas al centro histórico

Centro de Arte Hortensia Herrero

En el sótano, los restos arqueológicos del circo romano se muestran como si hubieran abierto una brecha en la estructura, recordando que incluso bajo la modernidad hay raíces que sostienen.

Campus Turia

Elogio del mosaico Nolla

Siguiendo el cauce del antiguo río —ese jardín urbano que convirtió una catástrofe en un pulmón verde—, se llega al Campus Turia de la Universitat Europea, frente al IVAM. Su sede ocupa el antiguo Asilo de San Juan Bautista, construido en 1873 y transformado con rigor y sensibilidad en un espacio educativo contemporáneo por Ramón Esteve Estudio, que también ha diseñado un anexo contemporáneo que respeta la escala y los ritmos compositivos del edificio histórico. Es una visita imprescindible por la cantidad y calidad de los mosaicos Nolla que atesora, muchos más que el Palauet de Meliana, junto a la fábrica original de este mosaico, la primera cerámica de altas prestaciones que se produjo en España.

Vista érea del edificio histórico y del anexo del Campus Turia de la Universidad Europea

Ramon Esteve Estudio

Mosaico Nolla en uno de los claustros de la universidad

Ramon Esteve Estudio

La arquitecta Anna Boscà, responsable de la intervención, guía entre los patios ajardinados y porticados con columnas de fundición. Cada tesela, cada zócalo policromado habla de esa atención al detalle que caracteriza la rehabilitación. “Estos mosaicos son una joya del modernismo valenciano. Cada pieza estaba hecha a mano y los colores, la geometría reflejan una precisión increíble. Queríamos que los estudiantes conocieran su historia, la conexión con la València modernista, y que sintieran que están caminando y estudiando sobre un patrimonio vivo”.

Espai Vives

Racionalismo renacido

Desde el cauce verde del Turia, la siguiente parada es la avenida Blasco Ibáñez. Allí, se alza la residencia Vives, proyectada en 1935 por Francisco Javier Goerlich. Fue una de las primeras residencias mixtas de estudiantes de España, influida por la residencia de estudiantes de Madrid, pero su historia se vio truncada por la Guerra Civil y décadas de cambios de uso.

Aunque el edificio fue finalmente levantado en 1945, su diseño original pertenece al periodo de mayor efervescencia racionalista en València, esa etapa “blasquista” y republicana en la que la modernidad se pensaba en clave mediterránea. Su arquitectura de estilo barco, con líneas horizontales y volúmenes limpios, condensa el optimismo de una ciudad que miraba al futuro desde la razón y la luz.

El hoy Espai Vives, proyectado en 1935 por Francisco Javier Goerlich y rehabilitado por Tomás Llavador Arquitectos Ingenieros

Valencia Open House

El edificio es totalmente simétrico, pensado inicialmente para albergar a estudiantes de ambos sexos. Durante la dictadura, se reconvirtió en dos residencias separadas, completamente masculinas, con comedores, cafeterías y habitaciones independientes, y dos viviendas de directores. Hoy, el edificio mantiene su simetría: el ala derecha está dedicada a usos expositivos en planta baja, y el ala izquierda, a servicios para estudiantes. La antigua biblioteca o capilla se sitúa en el eje central, de la que se desprenden los distintos espacios del edificio.

Escaleras de la Residencia Vives

Nastassia Tarusava

La reciente rehabilitación, firmada por el arquitecto José María Tomás, ha devuelto al edificio su espíritu original. “Nos encontramos con una estructura racionalista de gran pureza, pero debilitada”, explica. “Tuvimos que diseñar un exoesqueleto metálico que reforzara el conjunto sin alterar su ritmo de huecos ni su estética”.

El conjunto no sólo representa un hito arquitectónico, sino también urbano: fue motor de la expansión del Paseo de València al mar, un proyecto de crecimiento lineal hacia el litoral que aspiraba a coser la ciudad con su horizonte marítimo. Sin embargo, la guerra y la falta de impulso posterior detuvieron aquel sueño. Hoy, la Residencia Vives acoge espacios de estudio, residencias y áreas culturales, demostrando cómo los edificios del siglo XX pueden adaptarse al XXI sin perder su carácter.

El Escorxador del Cabanyal

Barrio, identidad y resistencia

El recorrido continúa hacia el mar. Entrar en el Cabanyal es entrar en otra València: un entramado de calles estrechas y casas bajas, colores cerámicos y memoria obrera. Durante años, este barrio marinero fue símbolo de resistencia frente a los planes de derribo. Hoy, se ha convertido en un laboratorio urbano de rehabilitación y cultura ciudadana, aunque acechado por la gentrificación, que ha disparado los precios.

El Escorxador —antiguo matadero del barrio y símbolo de las luchas vecinales— se ha transformado en un centro cultural abierto que recuerda que fue la sede de Salvem el Cabanyal, una asociación vecinal surgida a finales de los 90 en oposición a una planificación urbanística que pretendía prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar, con un ancho de 100 metros. Esto generó un conflicto brutal en el barrio, que sufrió abandono durante más de dos décadas, sin licencias de actividad ni permisos de obra, lo que provocó tensiones entre los vecinos y la marcha de muchos de ellos.

El Escorxador, rehabilitado por David Estal

D.E.

Segunda planta del Escorxador del Cabanyal

D.E.

El arquitecto que ha rehabilitado el Escorxador, David Estal, lo concibió “para que puedas cruzarlo, sentarte, vivirlo. Así el patio y el edificio público forman parte de tu recorrido cotidiano”, por eso sus puertas están abiertas durante todo el día. Hoy alberga talleres y exposiciones, como la del pintor Pere López, que retrata con acuarelas y melancólica precisión las fachadas y patios del Cabanyal. “Pinto estas casas porque sé que muchas desaparecerán”, confiesa el artista. “Pero mientras las pinte, seguirán vivas”. Su casa favorita es la conocida como Punto de gancho, en la plaza de la Almoina, con un detalle y cuidado que la hace especial”.

Salvado el barrio, los vecinos viven ahora la presión que sobre él ejerce el boom turístico, que ha transformado muchas viviendas en apartamentos. Pero la rehabilitación es también una oportunidad única para repensar la vivienda con lenguajes contemporáneos que no desvirtúen el carácter popular de las casas que nacieron de las antiguas barracas.

Casa Cabanyal

Azulejos con premio

Es el caso de la Casa Cabanyal, restaurada por Viruta Lab y que acumula varios premios, el último en los London Design Awards. La vivienda, un antiguo hogar de pescadores de 1946, conserva su distribución original —un vestíbulo que da paso a las habitaciones alineadas y a un patio posterior—, pero cada elemento se ha reinterpretado con materiales naturales y técnicas locales sin caer en la nostalgia.

La casa diseñada por Viruta Lab

David Zarzoso

Dormitorio de la Casa Cabanyal

David Zarzoso

La intervención de Viruta Lab preserva la fachada original, las carpinterías y los muros de ladrillo vistos, mientras introduce materiales y soluciones actuales que dialogan con la luz mediterránea. Destaca el suelo de mosaico bicolor azul y blanco roto, un guiño a la tradición cerámica valenciana que se repite en los patios y paredes interiores, creando continuidad entre historia y contemporaneidad.

El proyecto recupera la ventilación cruzada y la conexión con el patio y la azotea, donde un cenador de madera permite disfrutar de las noches valencianas. La escalera, con escalones de granito originales y descansillo de terrazo, conecta pasado y presente de forma orgánica, mientras el mobiliario diseñado ad hoc —madera teñida, esparto y textiles verdes— refuerza la identidad mediterránea de la vivienda.

Teatro El Musical

Cultura y arquitectura entre medianeras

Un paseo por el Cabanyal contemporáneo no está completo sin una visita al teatro El Musical, obra de Eduardo de Miguel Arbonés, que cuenta con la puerta más alta de la ciudad de València, de 11 metros, en los huecos centrales de la fachada. Construido sobre la ruina del Ateneo Musical del Puerto, en el número 3 de la plaza del Rosario, reinterpreta el espacio cultural desde una arquitectura de hormigón y madera. Ya h cumplido 21 años y, paradójicamente, se inauguró cuando el barrio aún estaba amenazado, como un gesto de cultura en medio del conflicto urbano. Hoy, es punto de encuentro para la escena teatral y musical de la ciudad, símbolo de una resiliencia convertida en arte. V vale la pena recorrerlo para ver con qué ingenio el arquitecto resolvió la entrada de luz natural en un edificio entre medianeras.

El teatro El Musical tiene la puerta más alta de la ciudad de València

T.M:

El foyer del teatro El Musical del Cabanyal

T.E.M.

Parque Gulliver

La imaginación como urbanismo

De vuelta al Jardín del Turia, entre los puentes del Ángel Custodio y del Reino de Valencia, se haya un proyecto que no es nuevo, de hecho acaba de cumplir 35 años, pero su concepción, que responde a la idea de crear un espacio lúdico y democrático, accesible para toda la ciudad, sigue absolutamente vigente y el jolgorio de los niños que lo frecuentan lo corrobora.

El Parque Gulliver extiende su silueta colosal en el antiguo lecho del río. Diseñado por Rafa Rivera en los años ochenta, esta escultura habitable de más de 10.000 metros cuadrados representa al gigante literario tendido en la arena, convertido en topografía para el juego. “Queríamos que los niños pudieran correr, esconderse, deslizarse, sentir sorpresa”, recuerda Rivera. “No es un parque de juegos, sino un paisaje de aventuras”.

El parque Gulliver, en el antiguo cauce del Turia

Nastassia Tarusava

Tres ideas guiaron su enfoque: recordar, preguntar y estudiar. “Recordé mi propia infancia en València, en lugares como la glorieta, el parterre y los viveros, donde jugábamos a escondidas, creando nuestro propio mundo ‘legalmente ilegal’. Al preguntar a mis hijos y a otros niños, descubrí que lo que realmente querían era poder correr, esconderse y tener sensación de aventura, más que los tradicionales artilugios de parque. Querían experiencias estimulantes y seguras”.

Estructura interior del gran muñeco del parque Gulliver

Nastassia Tarusava

A 35 años de su inauguración, el Gulliver sigue siendo una lección magistral de urbanismo inclusivo: una obra que combina imaginación, seguridad y diseño sin perder su capacidad de asombro.

Roig Arena

Tecnología y movimiento

La última joya de la corona arquitectónica que se ha levantado en València nos lleva al límite entre la ciudad y l’horta y también tiene que ver con el entretenimiento, pero a escala del siglo XXI: el Roig Arena. Inaugurado el pasado mes de septiembre y también firmado por ERRE Arquitectura y HOK, este pabellón multiusos que se ha convertido en la nueva casa del Valencia Basket y acoge conciertos y otros actos culturales y corporativos.

El edificio destaca visualmente por su envolvente con 8.600 placas cerámicas dispuestas como escamas y que tienen un relieve que recuerda a la textura de un balón de basket. Se abre al espacio público con plazas y recorridos que invitan a acercarse a través de un bulevar, un espacio reurbanizado de 20.000 m², que culmina en una gran escalinata presidida por ‘el ojo’, una pantalla led de 48x10 metros ubicada en la fachada noroeste. Este recorrido conecta directamente con un mercado gastronómico de acceso público, situado en la zona exterior de la terraza, con vistas a l’Horta.

El Roig Arena es un espacio para el deporte, los conciertos y eventos culturales y corporativos

Nastassia Tarusava

El túnel de vestuarios del Roig Arena

Nastassia Tarusava

El Roig Arena concede mucha importancia a los espacios VIP

Nastassia Tarusava

“El Roig Arena no es un recinto cerrado, sino un espacio para la ciudad”, explican sus arquitectos. “Queríamos que su volumen dialogara con la historia y el entorno, que su monumentalidad fuera amable”. El proyecto ha supuesto una inversión privada de 400 millones de euros, financiados íntegramente con el patrimonio personal del presidente de Mercadona y propietario del Valencia Basket.

Antigua bodega Vinival

Memoria industrial en pausa

Muy cerca de Valencia, en Alboraya, el paisaje cambia de la huerta al mar. Muy cerca de la playa de la Patacona, se levanta la antigua Bodega Vinival, construida en 1974 por Luis Gay y J. Antonio Hoyos Viejobueno. En su día procesó el 25 % del vino español exportado, pero las bodegas dejaron de estar operativas en el 2008. Su gigantesca estructura formada por 30 semicírculos de ladrillo cerámico de 7,50 metros de ancho y 15 de alto con lucernarios aún conserva la potencia de lo útil  y es uno de los edificios más visitados en cada edición del Open House Valencia.

Las antiguas bodegas Vinival

Nastassia Tarusava

Interior delas bodegas Vinival de Alboraya

Valencia Open House

Hoy el edificio, al que los vecinos llaman Kremlin y es Patrimonio Industrial Valenciano, está en una suerte de pausa expectante. El interior, igual que los edificios auxiliares, está en estado ruinoso, en buena parte porque ha sido vandalizado, pero con las grandes cubas de hormigón y acero aún en pie. Su estado de abandono está a la espera de nuevos desarrollos urbanos que planean integrar su volumen en un futuro barrio mixto, proyectado por Estudio Herreros para Metrovacesa. 

El destino de las antiguas bodegas Vinival aún está por escribirse. Sería una pena perder la memoria de lo que fueron, pero su presencia nos recuerda que la identidad de una ciudad también se mide por su capacidad de transformar lo obsoleto en oportunidad, y que que las ciudades más vivas no son las que cambian de piel, sino las que aprenden a convivir con todas las que ya tienen.