De la playa a la montaña: сinco ciudades para entender Montenegro en un solo viaje

Escapada

Más allá de su capital, Podgorica, y de las vistas de postal de la costa, el país respira entre cumbres y fortalezas venecianas y ofrece experiencias agroturísticas, actividades de aventura y recorridos culturales por ciudades históricas

Herceg Novi, la puerta de entrada a la bahía de Kotor

Herceg Novi, la puerta de entrada a la bahía de Kotor

Vitalina Koshevaya

Al sobrevolar países europeos, desde la ventanilla se adivinan ríos de luces, manchas de las ciudades y apenas unos diminutos islotes de naturaleza intacta. Pero al cruzar el límite de Montenegro, lo primero que atrapa la mirada son los mantos verdes que cubren sus montañas. Un estado con poco más de 630.000 habitantes encierra en su pequeño territorio tantas épocas, estilos arquitectónicos y paisajes que bastan dos horas de viaje para sentir que has cambiado de continente sin salir del país.

Herceg Novi

La llaman la Ciudad de las Escaleras, y al subir las primeras entiendes por qué. Cien mil y un peldaño parecen dibujar su paisaje que condensa todo lo que hace único a Montenegro: más de setenta playas, montañas que se funden con el horizonte en el mar y mercados locales donde los higos se ensartan en collares y las salchichas se curan al sol. 

Iglesia del Arcángel Miguel, en el centro de Herceg Novi

Iglesia del Arcángel Miguel, en el centro de Herceg Novi

Vitalina Koshevaya

A diferencia de Kotor y Budva, el caso histórico de Herceg Novi no es amurallado. Por una tranquila calle peatonal Njegoševa llegamos a la plaza Nikola Đurković, desde donde se nos abren tres caminos para descubrir la ciudad. A la izquierda está la fortaleza turca Kanli Kula; de frente, una escalera que pasa por debajo del reloj de la torre que lleva a la plaza Belavista, donde la iglesia ortodoxa del Arcángel Miguel se esconde tras una fachada católica, y, a la derecha, una calle que baja hasta encontrarse con la fortaleza Forte Mar y las aguas del Adriático.

En el siglo XIV, el rey Tvrtko I de Bosnia –fundador de la ciudad– colocó las primeras piedras de Forte Mar, y su estatua aún vigila Herceg Novi. Los muros de la fortaleza conservan capas de piedra, cada una testigo de diferentes épocas. A lo largo de su historia, Herceg Novi pasó por manos de varios imperios: otomano, veneciano y austrohúngaro. 

La fortaleza Kanli Kula, construida por los turcos en el siglo XVI como prisión, acoge el aclamado Herceg Novi Film Festival

Hace tiempo que los cañones de la fortaleza guardan silencio, se escuchan solo desde los altavoces, cuando Forte Mar se convierte en un cine al aire libre. Desde lo alto se ve una amplia piscina de waterpolo, donde entrenan los potentes equipos montenegrinos, y justo debajo está Konoba Skever, un restaurante familiar donde el dueño trae cada día pescado fresco local.

Otra fortaleza, Kanli Kula o “la torre sangrienta”, se encuentra un poco más adentro de la ciudad. Construida por los turcos en el siglo XVI como prisión, ahora acoge conciertos, festivales y el aclamado Herceg Novi Film Festival. Desde sus alturas se observa la ciudad, la bahía y, a lo lejos, incluso la frontera con Croacia. Herceg Novi es una ciudad más tranquila que otras de la costa en cuanto a la vida nocturna y es un punto de partida perfecto para explorar la región: a tan solo 45 kilómetros se encuentran tres ciudades, cada una en un país distinto.

Kotor

Torre del Reloj de Kotor

La torre del Reloj de Kotor boma sudafricaha sobrevivido a varios terremotos

Vitalina Koshevaya

En el corazón de Montenegro, entre montañas majestuosas y a orillas de la bahía de Kotor, conocida como una de las más bellas del mundo, se halla Kotor. Recibió el mayor impulso con los venecianos: durante casi cuatro siglos de su dominio transformaron la ciudad en lo que es hoy y la convirtieron en un próspero centro de comercio y navegación.

La torre del Reloj nos saluda nada más cruzar la entrada del casco histórico. En sus tres siglos de historia la torre sobrevivió a cuatro terremotos, y solo el último la hizo inclinarse. La torre ha visto pasar a cuatro generaciones de relojeros. El primero, un vienés que se enamoró de Kotor y de una joven, y decidió quedarse para siempre, velando día tras día por el corazón mecánico de la torre.

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Сélebre por su espíritu festivo, Kotor mantiene una tradición centenaria: el día del Gran Carnaval sale a la luz el periódico humorístico Karampana. Su nombre se remonta a las épocas pasadas, cuando junto al único pozo público de la ciudad –Karampana– se juntaban lavanderas y criadas de familias nobles e intercambiaban los últimos chismes que recorrían la ciudad. Así nació el apodo popular. Hoy allí están los bares, como el Karampana Caffe, cuya carta recuerda las páginas del periódico. Cada año, en Karampana se cuentan noticias locales y a veces se publican quejas. El único requisito es que tienen que ser anónimas. A menudo la hoja también sirve para criticar, pero siempre con ironía y humor.

Lovcen

Desde Kotor aprovecharemos para subir al monte Lovcen, uno de los cinco parques naturales del país. Una opción es tomar el teleférico, que en unos 15 minutos te regala vistas panorámicas que nunca olvidarás, o lanzarte al vértigo de la carretera sinuosa más antigua y desafiante del país, reservada a los más valientes. Los autóctonos dicen que desde la cumbre del Lovcen se puede abarcar con la mirada dos tercios de Montenegro. En un día despejado, se distinguen incluso los tejados de Bari, al otro lado del Adriático, y partes de la costa croata.

Desde lo alto del monte Lovcen las vistas son espectaculares

Desde lo alto del monte Lovcen las vistas son espectaculares

Vitalina Koshevaya

El frío de la montaña contrasta con el calor del valle, así que es imprescindible llevar ropa de abrigo. Esto es fundamental para quienes se atrevan con la montaña rusa de la cima del Lovcen, a más de 1.600 metros sobre el nivel del mar. Las colas suelen ser largas, sobre todo al caer la tarde, pero cada instante de espera merece la pena. Los carritos llevan a uno o dos pasajeros que controlan la velocidad: en algunas curvas puedes tomártelo con calma y disfrutar del paisaje, en otras dejarte llevar y recibir una buena dosis de adrenalina. Eso sí, conviene no olvidar los guantes, porque tras diez minutos manejando la palanca, las manos se quedan heladas.

Cetiña

Cetiña se esconde entre montañas como en los brazos de una fortaleza natural. Es la antigua capital, y todo aquí es o lo más antiguo o lo más famoso de Montenegro.

El monasterio de Cetiña custodia fragmentos de la cruz en la que murió Jesús

El monasterio de Cetiña custodia fragmentos de la cruz en la que murió Jesús

Vitalina Koshevaya

Entre las curiosidades de Cetiña destacan sus embajadas históricas. Tras el Congreso de Berlín de 1878, que reconoció la independencia de Montenegro, las potencias europeas instalaron allí sus misiones: Austria, Bélgica, Inglaterra, Francia, Italia, Bulgaria, Alemania, Rusia, Serbia y Turquía. Cuando Montenegro se unió a Yugoslavia tras la Primera Guerra Mundial, la ciudad perdió su estatus de capital.

Y si la capital administrativa se pudo mover, la historia y la cultura son difíciles de trasladar. Cetiña se conserva casi tal y como la dejaron. Los fastuosos palacios que fueron embajadas han encontrado nuevos usos: la austrohúngara acoge la facultad de Bellas Artes, la francesa alberga la Biblioteca Nacional Central y el antiguo edificio británico es hoy el conservatorio de música.

Si decides recorrer Cetiña sin entrar en sus numerosos museos, la ciudad puede visitarse en apenas una hora. Pero hay un lugar que obliga a detenerse. Es el monasterio más venerado de Montenegro, que guarda varias reliquias: la mano derecha de Juan Bautista y fragmentos de la cruz en la que murió Jesús.

Kolasin

Es hora de abrigarse: nos dirigimos hacia el norte, donde las nubes acarician las cimas y en los altiplanos se erigen los katunes, refugios estacionales para pastores y sus familias. Aquí no hay wifi ni electricidad. Los pastores se levantan con los primeros rayos de sol para ordeñar ovejas y vacas y recoger la leche fresca que luego se transformará en los quesos tradicionales montenegrinos, como skorup, con textura cremosa y sabor ligeramente salado.

Interior del restaurante Savardak, en los que probar los clásicos de la cocina montenegrina

Interior del restaurante Savardak, en los que probar los clásicos de la cocina montenegrina

Vitalina Koshevaya

Para quienes prefieren algo menos rústico, la región ofrece numerosos glampings y restaurantes donde se puede probar la cocina local en los tradicionales savardaks. La tradición de construir estos refugios de forma cónica, que recuerdan a los bomas sudafricanos, nació en los Balcanes hace unos quinientos años. Tan fáciles de levantar como de desmontar, eran el mejor aliado frente al frío y la nieve, y también a los enemigos.

En las afueras de Kolasin en la carretera que lleva a la estación de esquí Kolasin 1450, se encuentra el restaurante con el nombre de Savardak. Dentro te reciben olores a paja, a humo y a queso recién ahumado. En las mesas, los clásicos de la cocina montenegrina: kacamak cubierto de queso derretido y njeguski prsut (jamón montenegrino) cortado al momento. Todo en porciones generosas, porque en Montenegro la palabra “ligero” no se aplica a la comida.

El parque nacional Biogradska Gora, con una biodiversidad excepcional, ofrece un sinfín de actividades al aire libre

El parque nacional Biogradska Gora, con una biodiversidad excepcional, ofrece un sinfín de actividades al aire libre

Vitalina Koshevaya

En Kolasin, los estilos arquitectónicos parecen hablar idiomas distintos. El brutalismo de hormigón se entrelaza con casas de madera, y detrás de un típico monumento del período soviético se alza el edificio del ayuntamiento, como si hubiera llegado de otra galaxia en medio de la ciudad. Pero lo que realmente le da fama a Kolasin es lo que la rodea: ríos de montaña, bosques espesos, lagos de aguas frías y parques nacionales.

El parque nacional Biogradska Gora guarda uno de los últimos bosques vírgenes de Europa, con árboles que superan los quinientos años y una biodiversidad excepcional con 26 hábitats diferentes y más de cien especies de aves. Hay rutas de senderismo, rincones donde pescar o alquilar una barca e incluso katuns originales donde quedarse a dormir y sentirte, aunque sea por una noche, habitante autóctono de las montañas montenegrinas.

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