Los suelos ruiseñor, alarma contra los intrusos en los palacios de Kioto

Mundo insólito

Algunas de las grandes construcciones imperiales, como el castillo Nijo-jo y el palacio Chion-in, contaban con un mecanismo que emitía un sonido muy eficaz durante las noches

Uno de los pasillos del palacio de Nijo-jo, cuyos suelos 'uguisubari' alertaban de la presencia de humanos

Uno de los pasillos del palacio de Nijo-jo, cuyos suelos 'uguisubari' alertaban de la presencia de humanos

nijojocastle / Instagram

Con más de dos mil templos censados (1.600 budistas y 400 sintoístas, amén de los que se puedan escapar de la lista de otras confesiones), Kioto es el gran joyero arquitectónico de Japón. Es una ciudad hermosa e inabarcable, pues se requiere más de una vida para conocerla a fondo.

Durante un periodo prolongado y convulso de la historia del país, esta ciudad al sur de la isla de Honshu fue sede de la corte imperial, en concreto entre los años 794 y 1868. Más de un milenio en que emperadores, aristócratas, señores feudales y abades de monasterios acumularon enemigos. De ahí que algunos de los más destacados palacios, santuarios y fortalezas gocen de un sofisticado y peculiar sistema de alarma: los suelos de ruiseñor.

El nombre nipón es uguisubari, derivado de un ave autóctona, el ruiseñor bastardo japonés (Horornis diphone), un pajarillo de discreto plumaje oliváceo que tiene un canto armónico pero que recuerda a unos chirriantes engranajes metálicos. Inspirándose en él, los señores de palacios y castillos hicieron instalar bajo los parqués de los pasillos principales un sistema de clavos y ganchos de hierro que se rozan por el peso al caminar sobre el pavimento. Así, es imposible avanzar sin que el suelo chirríe y alerte a los habitantes de las estancias vecinas de que alguien se está acercando, tal vez con malas intenciones.

Los suelos de ruiseñor eran especialmente eficaces durante las noches, cuando los mandatarios dormían y no estaban seguros de que sus guardas no estuvieran haciendo lo mismo. Así, si se oía el característico sonido, significaba que podía tratarse de una mortal visita indeseada.

La campana del templo de Chion-in, fundida en 1633 pesa 74 toneladas

La campana del templo de Chion-in, fundida en 1633 pesa 74 toneladas

Cristian Baitg

En Kioto, se puede experimentar la eficacia de los suelos de ruiseñor en dos de sus monumentos destacados: el castillo Nijo-jo y el palacio Chion-in.

La fortaleza se levantó a partir del año 1603 para albergar al primer sogún Tokugawa, que contaba con innumerables rivales políticos. El castillo, además de funciones militares, era un desafío al emperador, por lo que resulta bastante lujoso. Así, en los pasillos principales, bajo unos tatamis que parecen normales, está el sencillo pero efectivo sistema metálico. Al avanzar entre las paredes de papel de arroz, los viajeros comprueban que un “coro” de ruiseñores alerta de su paso. No en todas las estancias, sino en el núcleo civil, donde dormía el sogún y su familia. En el resto de la fortaleza los uguisubari desaparecen.

Por lo que respecta al palacio Chion-in, es ahora la sede de una destacada escuela budista. Nada más plantarse frente al edificio se entiende su importancia histórica: la puerta de acceso es la más grande de Japón. La sala principal del palacio está dedicada a Hönen, un monje del siglo XIII fundamental en la difusión del budismo en el país.

Precisamente esa estancia está rodeada de suelos ruiseñor. De nuevo el aparentemente inocente tatami se pone a chirriar en cuanto uno pone el pie en él. Ni pisando con cuidado ni intentado hacerlo en los costados de los pasillos cesa la cantinela. La alarma era infalible y no necesitaba apenas mantenimiento, solo había que cuidar que los clavos no fueran desprendiéndose o separándose de los ganchos con el paso del tiempo.

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Igualmente, sonora pero con un fin muy diferente es la campana que preside este centro de la escuela budista Jodo fundida en el año 1633, con 74 toneladas de peso. Si se tiene la fortuna de asistir a una ceremonia en la que haya toques de campana, se comprobará que requiere de una veintena de monjes para tañerla. Uno de los días destacados en que esa acción se lleva a cabo es el Año Nuevo.

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