Se encuentra con un gran tiburón blanco y se enfrenta a él con tranquilidad: “Fue muy chulo”

Adrenalina por las nubes

El depredador no solo nadaba tras él, sino que en más de una ocasión se acercó peligrosamente al timón de su embarcación

Graban a un gran tiburón blanco nadando al lado de dos surfistas, que ni se inmutan

El tiburón le persiguió durante unos minutos

El tiburón le persiguió durante unos minutos

En mar abierto, todo puede cambiar en un parpadeo. Un instante, el agua es solo una extensión infinita. Al siguiente, una sombra descomunal se desliza desde las profundidades. El gran tiburón blanco no necesita presentaciones; basta con que su aleta dorsal corte la superficie para que su presencia lo transforme todo.

Estando en un kayak no es una amenaza directa, pero tampoco una compañía reconfortante. En ese momento, la línea entre la admiración y el terror se vuelve borrosa, y lo único claro es que la situación ya no está bajo control.

Lo que Matt Wells vivió frente a la costa de Northland, en Nueva Zelanda, encaja perfectamente en esa sensación. Un día cualquiera de pesca en kayak se convirtió en ocho minutos de absoluta tensión cuando un tiburón blanco de 4,5 metros decidió acompañarlo. 

Persecución

Unos minutos eternos que acabaron bien

La cámara que llevaba consigo captó cada segundo del encuentro, desde el asombro inicial hasta los intentos, algo desesperados, por deshacerse de su nuevo amigo, que no hizo ningún intento de atacarle. “Su principal fuente de alimento son los mamíferos marinos, y yo soy un mamífero marino ahora mismo”, exclamó en plena grabación con la adrenalina disparada.

Las imágenes muestran al tiburón rodeando el kayak, siguiendo el timón con insistencia. Wells probó lanzarle una botella de agua para ahuyentarlo, pero el truco no surtió efecto. “Pensé que funcionaría”, se le escucha decir justo antes de que esté cada vez más frustrado. También cortó el cebo de la caña de pescar para intentar distraerlo.

En medio de la tensión, con el tiburón aún siguiéndolo, Wells recurrió a algo más que su instinto: empezó a rezar. “Tangaroa, si puedes oír esto. Por favor, mantenme a salvo”, imploró, mencionando a Tangaroa, el dios maorí del mar. En un momento de total vulnerabilidad como aquel solo le quedó confiar en que algo superior pudiera inclinar la balanza a su favor.

Visto con perspectiva

Al principio le dio miedo, luego valoró el encuentro

Durante largos minutos, el animal se mantuvo cerca, sin señales de alejarse. La costa estaba a más de cuatro kilómetros, lo que significaba al menos una hora de remo sin garantía de que el visitante perdiera interés. “Fue aterrador en el momento, pero en retrospectiva, estoy agradecidamente reflexivo de haber tenido esa experiencia”, comentó después al New Zealand Herald

A pesar del miedo, había algo fascinante en aquel gigante de dientes afilados, un depredador perfecto que, por alguna razón, había decidido seguirle el juego sin pasar a mayores. Wells lo describió como un animal “hermosamente aterrador”, digno de “todo nuestro respeto”.

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Pese al susto, nada de esto ha cambiado su rutina. Al día siguiente, Wells estaba de vuelta en el agua, con la misma tranquilidad que antes del encuentro porque “fueron gajes del oficio”. Según contó en Good Morning America, la experiencia solo sirvió para aumentar su respeto por el océano. “Definitivamente subió la adrenalina, pero fue toda una experiencia, y me alegra haberla vivido porque fue muy chulo”.

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