Se hacen mayores sin avisar. A veces parece que no pasa el tiempo, pero un día cuesta más el paseo, suben las escaleras más despacio y la cara empieza a llenarse de blanco. Los perros no envejecen como las personas: lo hacen deprisa y en silencio, con una lealtad intacta. Durante años lo han dado todo, y de pronto hay que empezar a despedirse sin tener claro cuándo. Ese momento llega, y siempre lo hace demasiado pronto.
Tristán ya lo ha intuido. Mira a Milka, su labrador, y nota que algo ha cambiado. No corre igual, no juega igual. Su madre, Cristina Sorroche, intentó aliviarle el miedo con una cifra que a ella misma, en el fondo, le supo a poco: “Mucho cariño. Por lo menos, cinco años, yo creo”. Él hizo la cuenta y no le convenció. Le pareció una promesa demasiado corta para un amor tan grande.
En los vídeos que circulan se ve lo mucho que se quieren. La cara de Milka ya empieza a encanecer. Han crecido juntos. Se entienden sin palabras. Pero ahora, Tristán ha empezado a mirar el tiempo como una amenaza. Su madre también lo siente así.
En un mensaje que compartió en el mismo vídeo, hablaba del día en que Milka ya no esté: “No estoy preparada para ese momento”. Aunque prefiere no pensarlo, sabe que ese momento llegará algún día.
Amor por los perros
Un vínculo que crece mientras el tiempo se acorta
Las respuestas llegaron rápido. Una usuaria escribió que eso de que vivan tan poco “es una ofensa al amor”. Otra, que acaba de perder a su perro, confesó que no le habría dicho una cifra concreta: “Acabo de perder a mi perrito de 9 pensando que iba a durar mucho más porque parecía un cachorro y no ha sido así”. Otra resumió lo que muchos sienten: “El niño tiene razón, es poquísimo. una estafa al corazón”.
No hay consuelo exacto para lo que pasa cuando un perro empieza a apagarse. Solo queda quererles todavía más, justo en el momento en que el tiempo se vuelve tacaño. Porque aunque no vivan tanto como las personas, lo que dan dura mucho más.