Muchos tutores se desesperan cuando su felino rechaza cualquier alimento que no sea el pienso. Candela ha observado este patrón en numerosas consultas: dueños probando nuevas comidas durante días, ansiedad creciente y un gato que apenas prueba bocado. Para la especialista, forzar el cambio sin método es contraproducente y genera más resistencia.
La veterinaria explica que es un error intentar cambiar a una comida que no le apasiona sin el factor hambre”. El primer paso consiste en abandonar el pienso a libre disposición. “Si el gato tiene pienso disponible las 24 horas y no tiene hambre, nunca va a probar nada nuevo que no le apasiona”, advierte. Su consejo es instaurar horarios fijos con un máximo de tres tomas al día, lo que reactiva el interés y predispone al animal a probar.
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El segundo movimiento es introducir latas como puente en lugar de pasar de golpe a la carne o a la comida fresca. Este paso intermedio reduce el rechazo y ofrece una textura familiar.
La tercera estrategia consiste en experimentar con texturas, temperaturas, marcas y sabores. La clave está en la paciencia e ir mezclando pequeñas cantidades de lo nuevo con lo conocido hasta que el gato lo acepte.
Según la veterinaria, el mejor antídoto frente a la neofobia comienza en los primeros meses de vida. Durante la etapa de crecimiento recomienda variar con frecuencia texturas, sabores y tipos de alimento. “La flexibilidad alimentaria se desarrolla cuando son cachorros… esta flexibilidad no tiene precio”, recuerda. Educar al paladar desde temprano favorece que de adultos coman de todo y que las transiciones no se conviertan en una batalla diaria.
El cambio no depende solo del gato, también de la constancia del tutor. Establecer horarios y respetar el ritmo del animal marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso. Y si el rechazo se prolonga hasta poner en riesgo la salud, Candela recomienda acudir a un profesional que guíe el proceso con seguridad.

