En un sector donde la mayor parte del trabajo es voluntario y muchas veces invisible, Yara Muñoz Vázquez ha sabido transformar su compromiso con los gatos comunitarios en una labor técnica y organizada. Desde Animal Rescue Service y su proyecto CERLife, lidera campañas masivas y exprés de Captura, Esterilización y Retorno (CER) en Cataluña, ofreciendo una intervención profesional que salva vidas y mejora la convivencia. También trabaja como capturadora en la Fundació Silvestre y preside Amagat, asociación que fundó junto con otras compañeras.
“Lucho por un mundo mejor para los michis”, dice con una sonrisa que combina ternura y determinación. Y lo hace desde la certeza de que el CER bien aplicado no solo reduce la superpoblación, sino que respeta el territorio, la salud y la dignidad de cada animal.
Historias animales
‘Peludos en la ciudad’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia con tu mascota en la ciudad. ¿Te has encontrado con dificultades a la hora de desarrollar tu día a día con tu animal en la urbe? ¿Has tenido que migrar de tu hogar y tu perro o gato te ha ayudado a adaptarte? ¿Eres artista callejero o practicas yoga y junto a tu compañero peludo formáis un tándem irrompible? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
Llevas casi una década dedicada al rescate y captura de gatos ferales en Cataluña. ¿Cómo comenzó tu implicación en esta causa?
Todo empezó por un maullido. Vivía recién independizada, tenía 24 años, y justo al lado de casa había un solar con una colonia de gatos completamente descontrolada. Un día, empezamos a oír llorar a un gatito. Día y noche. Me asomé, y ahí estaba: un cachorro diminuto, solo, subido al tejado de una caseta. Sin pensarlo, cogí una escalera y bajé a por él. Ese momento cambió mi vida.
¿Qué pasó con el gato?
No fue fácil. Cada vez que intentaba acercarme, el pequeñín huía y se escondía. Le dejaba comida, pero él seguía allí, llorando y sin rastro de su madre. Llamamos incluso a los bomberos. Hasta que conocí a una protectora que gestionaba el CER en la zona. Ellos nos ayudaron a rescatar al cachorro y me dejaron mi primera trampa. Así conocí a personas increíbles que me enseñaron cómo funciona este mundo. Nos pasamos días y noches allí, hasta que conseguimos esterilizar a todos los gatos de la colonia. Aquel maullido fue el principio de todo: de mi compromiso, de mi aprendizaje, y de lo que hoy es mi vida.
Un maullido fue el principio de todo: de mi compromiso, de mi aprendizaje, y de lo que hoy es mi vida
En 2023, gestionaste 911 gatos ferales, según tu perfil en Teaming. ¿Cómo logras coordinar un volumen tan alto de capturas y rescates?
La clave está en la organización... y en la observación. Mucha gente se imagina que mi día a día es estar constantemente atrapando gatos, pero en realidad, gran parte del tiempo lo dedico a coordinar campañas, gestionar censos, planificar protocolos, preparar visitas veterinarias y hablar con decenas de gestores de colonias. Porque si algo he aprendido en todos estos años, es que una captura empieza mucho antes de poner la trampa.
Explícame esto.
Trabajo para Fundació Silvestre como capturadora principal y también como coordinadora de campañas de esterilización masiva. Gracias a estas campañas, recorremos toda Cataluña con un objetivo claro: capturar el máximo número de gatos en el menor tiempo posible. En Agramunt, por ejemplo, capturé 134 gatos en dos fines de semana… sola y con solo cinco trampas. Pero nada de eso sería posible sin una planificación casi quirúrgica.
¿Cómo te preparas?
Antes de cada campaña, hablo con cada gestor de colonia y les pregunto todo lo que me puedan contar: cómo comen los gatos, si lo hacen en grupo o por separado, cómo es el suelo, cómo reaccionan ante desconocidos... Cada mínimo detalle me ayuda a diseñar una estrategia específica. Y aun así, cuando llego al lugar, muchas veces todo cambia. Veo al gato, lo observo, y mi intuición me dice que lo que había planificado no va a funcionar con él. Y entonces adapto todo sobre la marcha. Capturar rápido no es suerte, es experiencia, análisis y adaptación constante. Porque mi objetivo no es capturar “algunos” gatos. Es controlar la colonia entera, y hacerlo en 24 horas, algo que muchas personas no logran en años. Cada error da ventaja a los gatos, y cuanto más ven, más aprenden. Por eso necesito ir siempre un paso por delante. Y cuanto más afino, más lejos llegamos.
Por lo que comentas, requiere de muchísima preparación. Y de mucho tiempo.
Soy una workaholic. Porque para mí esto no es un trabajo, es una pasión. Ya puedo estar agotada, que, si suena el teléfono y hay una urgencia, no lo dudo: cojo la trampa y salgo. Recuerdo perfectamente el verano pasado. Estaba de vacaciones, pero interrumpí todo para rescatar una camada de gatitos. Si no lo hubiera hecho, habrían muerto. Íbamos contrarreloj.
Para mí no es un trabajo, es una pasión; ya puedo estar agotada, que, si suena el teléfono y hay una urgencia, no lo dudo: cojo la trampa y salgo
¿Qué sucedió?
Una gata sociable había parido en un almacén. Se dejaba tocar, la veíamos por la calle, y sabíamos que estaba dando de mamar. La estuve siguiendo días, hablando con vecinos, llamando a propietarios de locales cerrados, dejando mi número por si alguien escuchaba maullidos… hasta que un día, la gata desapareció. Alguien debió cogerla. Fue devastador. Sentí que había perdido la oportunidad. Pero días después, una vecina me llamó. La gata llevaba una semana sin aparecer. Sabía que no podía perder ni un minuto, aunque estuviera de vacaciones y mi compañera ya estuviera en relevo. Yo conocía la zona, sus movimientos, el caso al detalle. Y gracias a eso —y a la información clave de esa vecina— logré localizarlos y rescatarlos. Porque cuando haces esto con el corazón, no hay calendario que valga.
Además de las campañas organizadas, también rescatas gatos enfermos y abandonados por tu cuenta. ¿Cómo manejas estos casos y qué desafíos enfrentas?
Muchas veces me contactan protectoras que necesitan apoyo urgente para capturar gatos enfermos, abandonados o especialmente difíciles. Y siempre que puedo, voy. A lo largo de estos años he colaborado con más de 30 protectoras y he trabajado en más de 50 municipios distintos, adaptándome a cada situación. Cuando el rescate lo gestiono a través de una protectora, normalmente son ellos quienes asumen los gastos veterinarios y la recuperación del animal. Pero hay muchas zonas donde, directamente, no existe ninguna entidad que se haga cargo. En esos casos, suelo ayudar a vecinos particulares que se implican por su cuenta, personas que no pertenecen a ninguna asociación, pero que lo dan todo por los gatos de su barrio. Intento facilitarles acceso a veterinarios con tarifas solidarias o precios de protectora. Y si no hay otra opción, en algunas ocasiones me he hecho cargo yo misma, porque cuando un animal te necesita, no puedes mirar a otro lado.
¿Tú sola, sin apoyo?
Aunque mi trabajo principal lo realizo dentro de Fundació Silvestre, también soy autónoma, y eso me permite actuar por mi cuenta cuando surge un rescate fuera del marco de actuación de la entidad. Aun así, cuento con el apoyo constante de la fundación, algo que para mí es fundamental. Porque no soy capaz de ver a un gato —y mucho menos a un gatito— necesitando salir de la calle, y dejarlo allí por falta de espacio en una protectora o por cualquier otro motivo. Simplemente no puedo. Las redes sociales, en ese sentido, han sido un gran aliado: me permiten visibilizar el trabajo de la protectora que se ha implicado en ese caso concreto y, algo muy importante, invitar a la gente a colaborar económicamente con ella de forma directa. Porque sin ese apoyo, muchas veces, el rescate no podría sostenerse. Al final, esto no va solo de salvar gatos. Va de tejer redes, de conectar personas, y de lograr que lo imposible ocurra… una y otra vez.
Muchos de los gatos que rescatas no reciben atención de sus ayuntamientos, y las personas que los alimentan no pueden afrontar los gastos veterinarios. ¿Cómo financias estos cuidados y cómo puede la comunidad apoyar tu labor?
Sinceramente, he visto a personas quitarse el pan de la boca para poder salvar a uno de los gatos comunitarios que cuidan. Aunque no sean “suyos”, se crea un vínculo muy fuerte. Conectas con él, lo ves cada día, y cualquier dolor o sufrimiento que tenga, lo sientes como propio. Quien gestiona una colonia no solo pone comida: pone su alma. Y la mayoría lo hace en silencio, sin apoyo institucional, con sus propios recursos y con el corazón por delante. Cuando me encuentro con estas situaciones, intento buscar soluciones. Me reúno con ayuntamientos, les explico la situación, presento propuestas y lucho por provocar un cambio. Y en algunos lugares lo hemos conseguido.
Faltan recursos para gestionar las colonias felinas.
¿Tienes ejemplos?
En uno de los pueblos de mi infancia, por ejemplo, estuve tres años insistiendo para que se aplicara el método CER. Ofrecí mis servicios de captura de forma totalmente gratuita, incluso los de la veterinaria. Pero ni con eso mostraron interés... hasta que cambió el alcalde. Entonces, junto a Fundació Silvestre, organizamos una campaña masiva y esterilizamos a todos los gatos del pueblo en un solo fin de semana. No dejamos ni uno. Al verano siguiente solo hubo que rescatar un abandono, y no nació ninguna camada. No hay mayor satisfacción que esa: ver cómo la constancia transforma realidades.
¿Y en los que la realidad no se transforma, qué ocurre?
No todos los municipios responden igual. Masquefa es un claro ejemplo. Durante años estuve capturando allí mientras los propios gestores —vecinos del municipio— pagaban absolutamente todo: castraciones, tratamientos, ingresos... Había alguna pequeña partida pública, pero era mínima e insuficiente. En una de las reuniones que tuve con el ayuntamiento, me dijeron que los gatos lo que tenían que hacer era comer ratas, y que bastantes facilidades se les estaba dando ya. En ese momento, una llama ardió en mí. Sentí rabia, sí, pero sobre todo una determinación inquebrantable. Si nadie iba a defender a esos gatos, lo haríamos nosotras.
Quien gestiona una colonia no solo pone comida, pone su alma, y la mayoría lo hace en silencio, sin apoyo institucional y con sus propios recursos
Y así nació Amagat.
Exacto, la asociación que fundamos con otras compañeras y de la que hoy soy presidenta. Porque si quieres incidir en las políticas de bienestar animal, a veces necesitas estructura. Desde entonces, seguimos presionando, proponiendo y actuando. Hoy, gracias a esa presión constante, estamos empezando a ver cambios muy positivos. Los gatos enfermos aún no están cubiertos por el consistorio —a veces colaboran en algún caso puntual—, pero seguimos trabajando para que esto deje de depender de la voluntad de unos pocos vecinos.
En tus redes sociales, compartes contenido educativo y humorístico sobre el proceso de captura y cuidado de gatos comunitarios. ¿Qué impacto has observado en la concienciación pública a través de estas publicaciones?
Me gusta visibilizar todo lo que vivimos quienes nos dedicamos a cuidar o rescatar animales. Porque detrás de cada gato comunitario hay una historia... y muchas veces, no es precisamente bonita. A través de los vídeos intento mostrar esa realidad: desde el día a día de una captura, hasta situaciones de acoso, amenazas —tanto hacia las personas como hacia los propios gatos—, o testimonios que te dejan helada, como quien te cuenta con toda naturalidad que eliminaba camadas enteras. Rescatar, capturar o alimentar gatos da para muchas temporadas, como una serie. Hay drama, hay acción, hay comedia negra… y hay momentos en los que cuesta creer que sea real. Es increíble la cantidad de personas que, en lugar de ayudarte, se empeñan en entorpecer tu labor. En mi caso, al ser capturadora, muchas veces voy, actúo y me marcho. Pero las personas que están allí todos los días, alimentando, cuidando y protegiendo a los gatos, rodeadas de vecinos que las vigilan, las presionan y las insultan... viven una situación insostenible.
¿Cómo de insostenible?
He conocido gestores de colonias con depresiones muy graves. Personas que, aun recibiendo insultos, amenazas o burlas constantes, siguen saliendo cada día a dar de comer, a cuidar y a proteger a esos gatos, simplemente porque sienten que tienen una responsabilidad con ellos. Porque cuando nadie más lo hace, ellos no pueden mirar hacia otro lado. Y eso hay que contarlo, porque es una realidad silenciada, que muy poca gente conoce… y que merece salir a la luz. Solo visibilizándola podemos generar empatía, romper prejuicios y empezar a construir un entorno más justo para quienes cuidan de los gatos comunitarios.
¿Las redes sociales sirven para visibilizar y concienciar?
Mis publicaciones tienen un efecto doble: por un lado, muchas personas se sienten identificadas. Me escriben diciendo: “Eso me pasó a mí”, “yo también tuve que esconderme para alimentar”, “a mí también me han amenazado”. Se genera comunidad, apoyo y también desahogo. Por otro lado, muchas personas que no conocen esta realidad reaccionan con incredulidad, con indignación, incluso con asombro. ¿Cómo puede ser que alguien te quiera tirar de una escalera por intentar rescatar a un gatito atrapado? Pues pasa. Y mucho más de lo que imaginamos. También es cierto que hay quien opina desde el otro extremo. Gente que propone que “te lleves los gatos a tu casa” o que cree que no les hacemos ningún favor esterilizándolos porque “la naturaleza es sabia”. Lo importante es que, gracias a estas publicaciones, el debate se abre. Y cuando se abre, se empieza a transformar. Lo que comparto en redes no es solo contenido: es realidad. Y esa realidad, muchas veces silenciada, merece ser contada. Porque solo cuando la sociedad la vea tal y como es, podremos aspirar a cambiarla.
¿Cómo puede ser que alguien te quiera tirar de una escalera por intentar rescatar a un gatito atrapado? Pues pasa, y mucho más de lo que imaginamos
¿Cuál ha sido uno de los casos más conmovedores o desafiantes que has enfrentado en tu trayectoria como capturadora y rescatista?
Podría contarte muchos, pero siempre que me hacen esta pregunta, hay un caso que me viene de inmediato a la mente. Me avisaron de que una mujer llevaba una semana fallecida en su casa, y que acababan de retirar su cuerpo. Los vecinos comentaban que tenía “un gato en una caja”, pero nadie había buscado nada porque no se oía ni se veía nada. La mujer sufría síndrome de Diógenes, y en ese piso lleno de basura y desorden, cualquier cosa era posible. No podía dejar de pensar en ese supuesto gato. Si la mujer llevaba una semana muerta, el tiempo corría en su contra. Tenía que confirmar si estaba vivo o no. Así que llamé a la policía, les dije que desde la puerta me había parecido oír al gato, y me ofrecí a hacer absolutamente todo: entrar, buscarlo, rescatarlo y trasladarlo a un centro de acogida. Solo necesitaba que me dejaran traspasar la cinta policial.
¿Y pudiste entrar?
Sí, vino una patrulla, y accedí al piso. Dentro encontré a una gata que vivía dentro de un transportín totalmente cerrado, sepultada entre montones de basura. En ese momento se me partió el corazón. Junto a ella había otros tres transportines vacíos. Me quedé helada. ¿Vivieron otros gatos ahí? ¿Murieron también encerrados? ¿Qué pasó con ellos? Esa escena me hizo consciente de una realidad invisible: la cantidad de animales que sufren un maltrato brutal, silencioso, que pasa totalmente desapercibido desde fuera. La gata fue llevada a un centro de acogida, y tardó tres días más en volver a comer. Estaba en shock, totalmente traumatizada. Y sinceramente… fue un milagro que sobreviviera.
¿Qué cambios te gustaría ver en las políticas públicas o en la colaboración ciudadana para mejorar la situación de los gatos ferales en Cataluña?
Si tengo que hablar de algo, sin duda hablaré de las reubicaciones forzadas, porque es un tema que me tiene realmente agotada. Entiendo que hay especies protegidas, y que los gatos son cazadores por instinto. Pero, en lugar de priorizar su retirada sistemática de ciertos espacios —como los que están dentro de la Red Natura 2000—, debería priorizarse el control total de la colonia mediante el método CER. El CER funciona. Cada año damos de baja colonias que desaparecen de forma natural porque los gatos no viven mucho en la calle. Por ejemplo, en la colonia al lado de mi casa, hace 9 años, había unos 25 gatos; hoy quedan 5. Y no porque se hayan reubicado, sino porque con el tiempo, al no reproducirse, han ido falleciendo.
¿Es complicada esta reubicación?
El problema de las reubicaciones es que los gatos lo pasan realmente mal. Muchos dejan de comer, se niegan a seguir viviendo encerrados y acaban apagándose. Lo que más me traumatiza ahora mismo es el plan de gestión previsto por el Ayuntamiento de Barcelona. Lo han llamado “las 33 colonias encriptadas”, y básicamente consiste en capturar a todos los gatos de zonas como Vallvidrera, Les Planes o cualquier otra zona incluida en Red Natura 2000, para trasladarlos a un centro de confinamiento con vallas, donde no puedan salir jamás. ¿Y eso es bienestar animal? Van a juntar decenas de colonias distintas en un mismo espacio, retirándolos de su entorno natural, y los van a mantener encerrados de por vida. Esto no cumple con lo que establece la Ley de Bienestar Animal respecto a las reubicaciones, que exige que, tras ser trasladados, los gatos se liberen en un entorno adecuado. Pero aquí no se va a liberar a nadie. Es una barbaridad. Una medida injusta, ineficaz y profundamente dañina para los animales.
El problema de las reubicaciones es que los gatos lo pasan realmente mal, muchos dejan de comer, se niegan a seguir viviendo encerrados y acaban apagándose
Para quienes deseen iniciarse en el método CER/TNR o colaborar en el rescate de gatos comunitarios, ¿qué consejos les darías?
Lo primero que le aconsejaría es empezar como voluntario en una protectora. Las asociaciones tienen muchísima experiencia en capturas, conocen bien el terreno, las colonias y cómo funcionan las dinámicas entre gatos. Además, podrás colaborar donde más falta hace, y eso te permitirá aprender sobre la marcha y, sobre todo, contar con apoyo. Porque estar solo en este mundo puede ser muy duro. Y sentirte solo mientras enfrentas casos complejos, aún más. Tener detrás a una entidad que te respalde marca una diferencia enorme.
¿Y en cuánto a las capturas?
Hay algo que siempre digo: paciencia y cero prisas. Uno de los errores más comunes es precipitarse, cerrar trampas antes de tiempo o capturar sin estrategia. Es clave que los gatos no asocien las trampas con el peligro, que entren y salgan con naturalidad. A veces hace falta incluso “entrenarlos” para que confíen. Lo ideal es capturar primero a los más desconfiados y luego al resto, así que conviene planificar y actuar con calma. Mejor cerrar una colonia en unos días, que perder semanas, meses e incluso años con errores que espanten a los gatos y dificulten todo el proceso.
Finalmente, ¿qué metas te gustaría alcanzar en los próximos años?
Con la entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal, los ayuntamientos tienen ahora la obligación de actuar con respecto a los gatos comunitarios. Eso ha hecho que muchos empiecen a contratar servicios para cumplirla. ¿El problema? Que muchas veces, en lugar de apoyarse en asociaciones con experiencia, optan por empresas sin un enfoque ético ni sensibilidad animal. Empresas que priorizan el beneficio económico y que no cuentan con los conocimientos ni la profesionalidad necesaria para tratar con seres vivos. Mientras tanto, las asociaciones siguen compuestas por personas voluntarias, que solo pueden invertir su tiempo libre en capturas, rescates, cuidados… y así es muy difícil sostener un modelo eficaz.
¿Y cómo visualizas el futuro de tu labor?
Imagino un futuro en el que más voluntarios den un paso adelante, igual que hice yo, y se profesionalicen. Que se reconozca y se valore el trabajo que hacemos desde la experiencia y el amor por los gatos. Y que seamos las personas que llevamos años a pie de calle quienes asumamos esas funciones, con ética, compromiso y formación. ¿Mi meta? La verdad es que no tengo un plan cerrado, pero sí tengo muy claro lo que quiero: seguir rescatando, ayudando y dando voz a los gatos. Estoy a punto de graduarme en Psicología, una formación que me aporta herramientas valiosas incluso para esta labor, pero mi compromiso con los gatos es firme. He tenido la suerte de convertir una pasión en mi trabajo. Y ante eso… no hay nada que pueda competir, ni que me haga más feliz. Porque cuando haces lo que amas, el cansancio pesa menos… y el sentido lo llena todo.









