Hay quien adora pasar horas junto a un perro o un gato, cuidarlos, acariciarlos y hasta dejarles dormir a su lado, pero otra cosa es permitir que su lengua les roce la cara. Muchas personas distinguen con claridad entre el cariño que sienten hacia los animales y el límite que marcan cuando entran en juego las babas.
Esa barrera suele aplicarse, sobre todo, cuando los lametones se acercan a la boca o a las mejillas, zonas que para muchos resultan intocables. No es un rechazo a la relación con el animal, sino un modo de mantener un margen de comodidad que convive con el afecto.
Cariño sí, pero en la cara no
Franklin insiste con suavidad en demostrar lo que aprendió en casa
En esa situación se encontró la abuela de Franklin, un bulldog inglés que no se cansa de mostrar lo mucho que quiere a su familia. Su dueña, Denise, contó cómo el perro se empeñó en regalarle un beso a la mujer, pese a que ella lleva tiempo sin dejar que los animales le laman la cara.
Los internautas reaccionaron enseguida al vídeo de la escena. Uno de ellos comentó que “su resistencia a los besos parece ilegal”, reflejando la simpatía que despertó el intento del perro por conseguir su propósito.
A pesar de los esfuerzos de Franklin, la abuela se mantuvo firme en su negativa. El bulldog, sin embargo, no dejó de acercarse con suavidad, insistiendo en su empeño de demostrar cariño como lo había aprendido en casa.
Otro usuario resumió la reacción general al afirmar que “este bulldog merece todos los besos del mundo”. La frase reforzó la percepción compartida de que el animal actuaba con ternura y educación, aunque la destinataria de su insistencia no estuviera dispuesta a ceder.
El contraste entre la determinación del perro y la postura inamovible de la abuela dejó claro que, en cuestiones de afecto animal, cada persona establece sus propias reglas. Y Franklin, con todo su empeño, lo aprendió de la manera más evidente: con la distancia marcada en la misma cara de su abuela.