Le dice a su golden retriever que no le de besos en la boca y su triste reacción enternece: “Voy a llamar a la policía”
Límites claros
La perrita Molly parece sentirse rechazada e incluso agacha la cabeza para recibir un abrazo de su cuidadora
La inesperada amistad entre un golden retriever y sus hermanos patos que enamora: “Los golden son unos ángeles caídos del cielo”
Molly se quedó algo disgustada al no poder devolver el cariño
Hay personas que lo tienen clarísimo: su perro puede dormir en la cama, colarse en cada videollamada e incluso usar su jersey viejo como manta, pero lo de los besos en la boca es otra historia. Ni aunque lleven años conviviendo bajo el mismo techo. Les da reparo, les parece antihigiénico o, directamente, no lo soportan. El amor sí, pero con límites. Los hay que apartan la cara con elegancia y otros que se tapan con el brazo
Desde el asiento del copiloto, Amaya grabó a su perra Molly justo en ese momento incómodo. La golden retriever, que solo quería mostrar cariño, se encontró con una negativa categórica. Mientras acariciaba su cabeza con ternura, Amaya escribía en el vídeo: “No dejaría que me besara después de que lo hiciera en la frente”.
Reacción
Los gestos de supuesta tristeza de la golden retriever
Molly bajó el morro y dejó escapar una expresión que muchos interpretaron como auténtica tristeza. Incluso se dejó abrazar con la cabeza gacha. La escena, que en menos de un minuto da una clase magistral de ternura involuntaria, terminó multiplicando reacciones.
Algunos comentarios fueron muy teatrales. Una persona soltó sin titubeos: “Voy a llamar a la policía”, y otro directamente exigía: “¡Más te vale darle un beso a esa perra ahora mismo!”. Además, apareció un mensaje que recogía la preocupación general: “Aparentemente los perros realmente sienten el rechazo”.
Bastó una mirada apagada y un pequeño gesto para que miles de personas conectaran con la idea de que hay perros que entienden más de lo que parece. Otro usuario explicaba que cuando se les rechaza de ese modo pueden entrar en un pequeño estado de angustia, lo que generó aún más debate: desde quienes mantenían su postura de evitar los lametones, hasta quienes defendían que esos besos no suponen ningún riesgo. Uno lo resumía así: “Su vida es tan corta y tú vas a estar bien. Nunca me he puesto enfermo porque mi perro me dé un beso”.
Molly, sin decir palabra, consiguió un aluvión de apoyo. Amaya, por su parte, descubrió que a veces basta con un no y una cámara encendida para provocar una avalancha de empatía hacia una golden retriever.