Sílvia Sirera ha dedicado años a acompañar a líderes y equipos hacia formas de trabajar más humanas, honestas y conectadas con el propósito. Pero, lejos de lo que pueda parecer, buena parte de esa mirada no nació en aulas ni en empresas, sino en la convivencia con animales: perros, gatos, cobayas o pájaros que llegaron a su vida en momentos clave, cada uno con un mensaje preciso. En esta conversación, Sílvia, CEO de Arkheoss, explica cómo los animales han influido en su forma de entender el liderazgo, la presencia, la conciencia, la libertad y los ciclos vitales, y cómo las sincronías entre seres —humanos y no humanos— pueden transformarnos profundamente.
Usted trabaja en liderazgo consciente. ¿Cómo se cruzan en su vida el liderazgo y los animales?
Para mí no son mundos distintos. El liderazgo consciente se basa en la presencia, la coherencia, la escucha y la autenticidad. Los animales viven así de forma natural. Ellos no mienten, no manipulan, no esconden. Te muestran lo que hay: si están tranquilos, están tranquilos; si tienen miedo, lo expresan; si confían, se acercan. Su forma de relacionarse es un espejo perfecto para ver si tú estás alineado o no. En muchos casos, los animales han sido mis maestros más directos y más puros de liderazgo interno.
Scooby llegó justo cuando necesitaba fortaleza emocional, presencia, compañía real. Él era puro amor incondicional y me acompañó en mi reconstrucción
Sílvia Sirera.
Habla también de “sincronías”. ¿Qué papel tienen en su vida personal y profesional?
Creo profundamente en las sincronías. No es una idea romántica: es una observación de la vida. Cuando algo o alguien llega —humano o animal— es porque hay algo que ver, aprender o transformar. Nada es casual. A veces llegan animales que te invitan a trabajar la paciencia; otros, la libertad; otros, el desapego; otros, la autoridad. Con el tiempo ves que cada ser que ha pasado por tu vida formaba parte de un proceso de evolución.
¿Recuerda el primer animal que le enseñó algo esencial?
Sí, mi primer perro, Scooby. Yo acababa de separarme y vivía con mis padres. No querían animales, pero una amiga me avisó de que su perra había tenido diez cachorros. Yo fui a verlo a medianoche y regresé con él. Scooby llegó justo cuando necesitaba fortaleza emocional, presencia, compañía real. Él era puro amor incondicional y me acompañó en mi reconstrucción. Fue un espejo de la lealtad interna que yo aún no sabía ejercer conmigo misma. A nivel de liderazgo personal, Scooby fue el primer gran maestro.
Más adelante formó lo que llama su “tribu”. ¿Qué aprendió de aquella convivencia con tantos animales?
Aprendí lo más importante sobre liderazgo: que imponer no es liderar. Vivía con mi pareja y teníamos dos pájaros, una cobaya, un perro y una gata. Yo venía de una educación rígida, muy normativa. Pero con ellos hice lo contrario: les di libertad. Abría las jaulas, confiaba en su instinto y en su orden natural. Y lo que vi fue armonía. Nada de caos. Los pájaros salían y volvían solos; la cobaya vivía con la jaula abierta. La gata, el perro y la cobaya dormían juntos. Ahí comprendí algo que aplico desde entonces en liderazgo corporativo: cuando hay libertad real, aparece el orden natural; cuando hay presencia, surge la cooperación; cuando hay confianza, los sistemas se autorregulan. Esa convivencia me enseñó mucho más que cualquier curso formal.
Vivió dos pérdidas animales muy fuertes coincidiendo con sus embarazos. ¿Qué relación encontró ahí?
La muerte de Panky, la cobaya, coincidió con mi primer embarazo. Y la muerte de Daina, la gata, con el segundo. En ambos embarazos yo viví situaciones médicas extremas, muy delicadas. Fue duro, pero simbólicamente muy esclarecedor. Los animales me enseñaron a aceptar la vida y la muerte como parte del mismo ciclo, a no aferrarme, a agradecer en vez de resistir. Esa es una lección básica de liderazgo: saber cerrar etapas, acompañar finales, no tener miedo a los cambios inevitables.
¿Qué enseñanzas de vida se trasladan directamente al liderazgo?
Varias. En primer lugar, la presencia, porque los animales viven en el ahora y eso te obliga a bajar del piloto automático. También la coherencia energética, porque detectan si estás tenso, triste, desconectado, no puedes fingir, y la autenticidad, porque no responden a tus palabras sino a tu estado interno. La confianza es otra de ellas, porque si tú confías en ellos, confían en ti, a su vez el respeto por los ritmos, porque cada animal tiene un tempo y unas necesidades, igual que nosotros, y el desapego porque te enseñan a dejar ir. Todo esto es liderazgo consciente en estado puro.
Los animales me enseñaron a aceptar la vida y la muerte como parte del mismo ciclo, al perder a mi cobaya y a mi gata en mi primer y segundo embarazo
En su historia aparece una figura fundamental: Dalí. ¿Quién es Dalí y qué papel tiene?
Dalí es el perro que adoptamos para acompañar a mi hijo Arnau, que es neurodivergente. Llegó después de mi accidente de esquí y en un momento de mucha vulnerabilidad. Yo tuve un insight muy claro: que un perro podría ayudar a Arnau a salir al mundo, a socializar, a romper miedos. Lo hablamos juntos y él aceptó que ese sería el propósito del perro. Buscamos adopción —siempre adopción— y en menos de un mes apareció Dalí.
¿Qué sincronía había entre Dalí y su hijo?
Era evidente desde el principio. Dalí había crecido salvaje, sin estructura, sin límites. Arnau tenía mucho miedo de salir al exterior y se movía en una zona de confort muy marcada. Ambos necesitaban expandirse. Dalí obligaba a Arnau a caminar más lejos, a explorar otros espacios, a hablar con otras personas. Arnau, a su vez, necesitaba autorregularse emocionalmente para que Dalí estuviera tranquilo. Era una relación profundamente terapéutica. Dalí mostraba en su conducta aquello que Arnau debía observar en sí mismo: miedo, excitación, tensión, apertura, confianza. Es un espejo perfecto.
¿Qué le enseñó Dalí a usted como líder?
Me enfrentó a mi propia relación con la autoridad. Durante un tiempo trabajamos con educadores caninos que utilizaban un enfoque rígido, muy directivo. Yo sentía un rechazo profundo. No me sentía capaz de ejercer ese tipo de autoridad porque no encajaba con mis valores. Gracias a Dalí entendí que la autoridad sana nace de la seguridad interna, no de la imposición. Que se puede guiar con firmeza, pero sin violencia. Aprendí a liderarlo desde el respeto, desde la conexión y desde la escucha. Ese aprendizaje lo trasladé directamente a mi trabajo con líderes y equipos.
Sílvia Sirera: “Los animales reflejan tu estado interno sin filtros”.
Dice que los animales actúan como espejos. ¿Cómo funciona ese espejo en el liderazgo humano?
Los animales reflejan tu estado interno sin filtros. Si estás inseguro, lo muestran. Si estás caótico, lo muestran. Si estás centrado, lo muestran. Si confías, confían. Son espejos honestos, inmediatos y sin narrativa. El ser humano puede mentir con palabras; el animal no puede mentir con su cuerpo. Cuando trabajas liderazgo desde ahí, desde la verdad energética, cambia todo. El líder aprende a regularse, a conectar consigo mismo, a comunicarse desde otro lugar. Las personas, igual que los animales, responden a la energía más que al discurso.
También habla de libertad como pilar. ¿Cómo se relaciona eso con la forma en que usted lidera?
La libertad crea responsabilidad. Eso lo aprendí con mis animales y lo aplico con mis clientes. Cuando confías en el otro, el otro puede florecer. Imponer genera miedo, y el miedo genera sumisión o rebeldía. La libertad consciente genera colaboración.Los animales, cuando los dejas ser, se organizan solos. Los equipos humanos, cuando los acompañas con claridad y confianza, también. La clave es estar presente y marcar límites sanos. Eso es liderazgo consciente.
La relación de mi hijo Arnau, neurodivergente, y mi perro Dalí es profundamente terapéutica: le obliga a caminar, a explorar y a hablar con otros
¿Qué papel juega la alimentación natural que usted utiliza con sus animales?
Tanto Dalí como Shiva, la gata de mi hijo mayor, siguen dieta BARF: alimentos crudos, naturales, no procesados. Carne cruda, vísceras, huesos triturados, fruta, verdura… Es lo que comerían en libertad. ¿Por qué es importante? Porque los animales enseñan a reconectar con nuestra naturaleza. Ver cómo su cuerpo reacciona, cómo mejora, cómo se regulan… te recuerda que la vida funciona mejor cuando respetas la esencia. También es liderazgo: acompañar sin distorsionar la naturaleza del otro.
En su opinión, ¿qué falla hoy en la relación entre humanos y animales?
Que proyectamos demasiado. Mucha gente adopta un animal por carencias personales: soledad, necesidad de compañía, vacío emocional. Y esperan que ese ser llene algo que solo ellos pueden trabajar. El animal lo da todo, porque su amor es incondicional, pero no está ahí para sustituir a nadie. Es un compañero, no un reemplazo. Cuando tratamos a los animales como sustitutos, dejamos de verlos. Y cuando dejamos de verlos, perdemos también la posibilidad de aprender de ellos.
Sílvia Sirera:”Cuando tratamos a los animales como sustitutos, dejamos de verlos”.
¿Qué cree que puede aportar un animal al desarrollo de un líder?
Muchísimo: autoconsciencia, presencia, regulación emocional, confianza, autenticidad, límites sanos, gestión del miedo, capacidad de conexión real. Un líder que no se escucha a sí mismo no puede escuchar a un equipo. Un líder desconectado genera desconexión. Los animales te devuelven al presente, a tu verdad, a tu energía real. Eso es liderazgo consciente: liderar desde lo que eres, no desde el personaje.
Si tuviera que resumir en una frase lo que los animales han hecho por usted, ¿cuál sería?
Me han devuelto a mí misma. Me han mostrado mi luz y mis sombras. Me han enseñado a confiar, a soltar, a liderar desde el corazón y no desde el miedo. Ellos han sido mis grandes maestros de vida, de conciencia y de liderazgo.


