Acostumbrados durante generaciones a bregar con la pobreza, nadie sabe sacar más partido a los escasos recursos de que disponen en su día a día que los africanos. Esto rige en todos los aspectos de su vida y también -por supuesto- en el de sus vehículos. Son maestros consumados en alargar hasta lo indecible la vida de vehículos que en Occidente llevarían décadas en el chatarrero y cuando no pueden acceder a ellos, se los fabrican.
El “chukudú”, un extraño patinete construido artesanalmente a base madera y horas de darle al machete, es un buen ejemplo de ello y nació precisamente fruto de la necesidad. Pero que nadie se equivoque; ni es un juguete ni un souvenir exótico. El chukudú es el medio de transporte diario de miles de congoleños y la herramienta indispensable en la movilidad de personas y mercancías.

El nombre del chukudú reproduce el ruido que hacen sus ruedas de madera al circular por los caminos de piedra volcánica
De hecho se puede decir sin temor a equivocarse que desde la década de los 70, el pilar de la economía del Congo se basa en este particular monopatín de madera que la gente comenzó a construir en el norte de Kivu y Goma como respuesta a las duras condiciones en las que vivían durante el gobierno del cleptócrata Mobutu Sese Seko.
Un “patibici” que sirve para todo
El nombre del chukudú reproduce el ruido que hacen sus ruedas de madera al circular por los caminos de piedra volcánica. Es un artilugio rodante a medio camino entre un patinete y una bicicleta aunque de mucho mayor tamaño ya que debe poder transportar cargas como sacos de cemento, troncos y leña o material de cantera, amén de a su propietario. Los más habituales suelen medir entre dos y tres metros y ¡atención! pueden transportar más de 700 kilos de carga; el equivalente a 10 bolsas de cemento y dos personas.

Monta un bastidor recto o angular, dos pequeñas ruedas macizas, un manillar y una almohadilla donde el usuario apoya su rodilla
La estructura del chukudú es muy simple: un bastidor recto o angular de madera de mumba o eucalipto, dos pequeñas ruedas siempre macizas, un manillar y una almohadilla donde el usuario apoya su rodilla mientras impulsa el vehículo con la otra pierna o la usa para frenar cuando su chukudú se desliza por una pendiente.
Ganarse la vida a golpe de chukudú
Un artesano experto en la construcción de chukudús puede acabar uno en tres o cuatro horas según el grado de acabados que desee dar a su vehículo ya que se pueden incluir detalles como guardabarros, muelles amortiguadores o incluso bandas de goma a modo de neumático en las ruedas. Absolutamente todo está hecho con materiales naturales, reciclados o reaprovechados. Incluso el cojín sobre el que se arrodilla el conductor está elaborado con restos de suelas de chancleta.
Por esa razón su precio es también variable pero suele oscilar entre los 60 y los 100 dólares salvo, lógicamente, que se los haga uno mismo. No son, por tanto y en contra de lo que pueda parecer, baratos para un entorno en el que la mayoría de la gente vive con menos de 2 dólares al día.

Este patinete puede llevar cargas muy pesadas
Dicho esto también es cierto que un “chukudeur” experimentado puede ganar perfectamente unos 15 dólares al día haciendo portes, una cantidad más que notable... a despecho de que esté jugándose el físico lanzándose a toda velocidad con su patinete por unas pistas infernales sembradas de pedruscos con cantos afilados como cuchillas.
Mucho más que un patinete
Pero la relevancia del chukudú trasciende mucho más allá de lo económico. Ha permitido, por ejemplo, a las mujeres y a los niños cruzar a toda velocidad por aquellas zonas peligrosas donde antes debían aventurarse a ir a pie y por otra parte se ha creado una pequeña industria local basada en la fabricación, reparación y comercio de chukudús que está mejorando notablemente las condiciones de vida en la devastada zona de Goma. La paupérrima región, fronteriza con Ruanda, aún no se ha recuperado del todo de la terrible crisis humanitaria que vivió al tener que acoger a miles de refugiados que huían de las matanzas perpetradas en el país vecino por los hutus.
Por esa razón hasta las Naciones Unidas, a través de la fuerza de paz desplazada en el Congo, han reconocido la importancia local de este patinete de madera, están apoyando su distribución y construcción e incluso han sufragado un monumento que resalta su importancia para la economía de la región.