Un informe sitúa a Barcelona entre las ciudades donde las partículas por el desgaste de frenos y neumáticos es mayor que las emisiones de los tubos de escape
Contaminación urbana
El documento urge a repensar las políticas de movilidad, ya que el desgaste de componentes del coche se ha convertido en la principal fuente de partículas
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Imagen que muestra la densidad de tráfico en la entrada a Barcelona por la avenida Diagonal
Durante años, los esfuerzos para reducir la contaminación del tráfico se han centrado en recortar las emisiones de los tubos de escape. Sin embargo, un reciente informe alerta de que las partículas que no salen del motor -las que se desprenden de frenos, neumáticos y asfalto- ya superan a las emisiones clásicas en muchas ciudades europeas, entre ellas Barcelona.
En Barcelona, el transporte por carretera es el segundo sector que más contribuye a la contaminación por partículas en suspensión (PM), solo por detrás del puerto, que representa más de la mitad del total de emisiones de material particulado. En concreto, el transporte por carretera es responsable del 36% de las emisiones de PM10 (partículas en suspensión con un diámetro igual o inferior a 10 micrómetros) y del 29% de las PM2,5 (partículas aún más finas, con un diámetro igual o inferior a 2,5 micrómetros) que se liberan al medio ambiente cada año en la capital catalana.
Aunque las emisiones medias de partículas han ido disminuyendo progresivamente desde 2017, los últimos datos de calidad del aire muestran que en 2021 se emitieron 152 toneladas de PM10 y 96 toneladas de PM2,5 procedentes del transporte por carretera. De estas, hasta 118 toneladas de PM10 y 62 de PM2,5 se atribuyen a fuentes NEE (no relacionadas con el tubo de escape), especialmente el desgaste de frenos, neumáticos o la abrasión del asfalto.
El estudio, encargado por EIT Urban Mobility junto con Transport for London y la Greater London Authority, analiza en profundidad el caso de Londres para evaluar medidas técnicas y políticas frente a estas partículas no emitidas por el escape. Pero el informe también destaca el caso de Milán y Barcelona, donde las emisiones no procedentes del escape representan entre el 68% y el 88% de las PM10 generadas por el transporte, y hasta el 78% de las PM2,5. Estas partículas tienen un impacto directo en la salud ambiental y humana.
La exposición a partículas finas está relacionada con un mayor riesgo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y miles de muertes prematuras cada año en las ciudades europeas
Aunque no existen datos oficiales sobre el número de vehículos por categoría y tipo de combustible en Barcelona, las guías de calidad del aire indican que en muchos casos los niveles de partículas en la ciudad siguen superando los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para combatir esta contaminación, Barcelona cuenta con una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) que se centra exclusivamente en las emisiones de escape de los vehículos con motor de combustión interna. Además, dispone de una ZBE de emergencia, que activa restricciones adicionales o más estrictas cuando se superan los niveles establecidos de contaminación por PM10 o NO2, remarca el informe.
Otra iniciativa destacada son las supermanzanas, en las que se restringe el tráfico interior. Los coches pueden acceder a ellas a baja velocidad y circular por su perímetro, pero no atravesarlas, reservando el interior para el transporte público.
En el lado positivo, regulaciones como el servicio de control para la reducción del ruido en Barcelona pueden contribuir indirectamente a influir en el estilo de conducción. El tráfico es la principal fuente de contaminación acústica en la ciudad, por lo que algunas de las medidas incluidas en el plan contra la contaminación acústica 2022-2030 están centradas en la pacificación del tráfico, lo cual también resulta beneficioso frente a las emisiones de NEE.
Entre estas medidas destacan la implementación del Plan de Movilidad Urbana (PMU) 2024, que se marca como objetivo que el 81,5% de los desplazamientos en la ciudad se realicen en transporte público, bicicleta o a pie; la reducción del límite de velocidad de 50 km/h a 30 km/h en la mayoría de calles; y el despliegue de supermanzanas, que ya han demostrado su eficacia en la reducción de emisiones no procedentes del escape.
Según el informe, promover el transporte público, la bicicleta y los desplazamientos a pie puede reducir las emisiones hasta cinco veces más que la electrificación del parque móvil por sí sola.
Apostar por el transporte público, la bicicleta y los desplazamientos a pie puede reducir las emisiones hasta cinco veces más que la electrificación de los coches privados
La exposición a partículas finas (PM2.5) es especialmente preocupante, ya que pueden penetrar profundamente en los pulmones y el torrente sanguíneo, incrementando el riesgo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y muertes prematuras. Solo en Londres, la contaminación por PM2.5 provocó unas 4.000 muertes prematuras en 2019, y el coste económico asociado a la contaminación por PM2.5 del transporte viario superó los 12 millones de euros ese año. Además, más del 96% de la población europea está expuesta a niveles de PM2.5 superiores a los límites recomendados por la OMS.
Más allá de afectar la calidad del aire, las NEE contaminan el agua y el suelo, lo que incrementa la preocupación por daños ecológicos y la acumulación de microplásticos. El mayor problema es el desgaste de los frenos, que genera más del 40% de las partículas en suspensión en el aire. Los vehículos eléctricos, gracias al frenado regenerativo, pueden reducir estas emisiones de frenos en más de un 80%, aunque al ser de media un 20% más pesados, pueden generar más partículas de neumático, lo que complica el equilibrio.