¿Qué es un pirocúmulo y por qué ha sido clave en la rápida propagación del fuego en Lleida?

Fenómeno excepcional

Puede suponer un peligro para las personas que trabajan en las tareas de extinción

¿Qué es un pirocúmulo y por qué ha sido clave en la rápida propagación del fuego en Lleida?
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Impactantes imágenes del primer gran incendio del verano en Torrefeta y Sanaüja

EFE / ACN

El incendio de Lleida afecta por ahora 6.500 hectáreas y ha provocado dos víctimas mortales. Su rápida propagación ha sorprendido a los equipos encargados de la extinción del fuego. Cuando un incendio forestal alcanza una determinada magnitud es capaz de generar nubes de desarrollo vertical, conocidas como pirocúmulos, término que surge de la unión del prefijo piro (de origen griego, que significa fuego) con la palabra cúmulo. A veces, como ha ocurrido en este caso, el fuego puede generar su propio fenómeno meteorológico: nubes originadas a partir del calor extremo, capaces de desencadenar fuertes tormentas y propagar aún más las llamas. 

Para entender cómo se forma un pirocúmulo hay que diseccionar al incendio forestal. Cuando la vegetación se quema se liberan grandes cantidades de calor. Esto hace que el aire de cerca del suelo se caliente y suba rápidamente generando una fuerte corriente ascendente. El vacío que éste deja se llena rápidamente por aire frío generando así corrientes convectivas.

Incendio de Torrefeta i Florejacs (Lleida)

Incendio de Torrefeta i Florejacs (Lleida)

BOMBERS / Europa Press

A medida que el aire caliente llega a capas superiores en la atmósfera, éste se enfría y se expande. Cuando la temperatura es suficientemente baja, el vapor de agua contenido en el aire comienza a condensar y a formar una nube por encima de la columna de humo, que puede crecer entre 5.000 y más de 15.000 metros de altitud.

Los expertos utilizan la figura de un “incendio que crea su propia chimenea” para ilustrar este fenómeno. Cuando esta columna de humo se desploma sobre el incendio, provoca que las llamas se dispersen en todas las direcciones, consumiendo miles de hectáreas en un abrir y cerrar de ojos. Este desplome suele suponer un peligro para las personas que trabajan en las tareas de extinción.

“Estamos hablando de incendios de una intensidad tal que alteran la dinámica de las capas altas de la atmósfera y generan vientos que pueden ser muy difíciles de modelar, por lo que no nos es posible predecir el comportamiento del fuego”, explica Inazio Martínez de Arano, director de la Oficina Regional del Mediterráneo del Instituto Forestal Europeo.

Los pirocúmulos suelen ser habituales en los incendios de sexta generación, cada vez más frecuentes por el cambio climático, que se caracterizan por ser extremos en términos de tamaño, comportamiento o impacto. El aumento de las temperaturas, las sequías, las olas de calor y el material abundante sin tratar en los bosques son el cóctel perfecto para que surjan estos nuevos incendios.

Habituales en los últimos años en países como Australia o Estados Unidos, estos megaincendios empiezan a extenderse por gran parte del planeta. España sufrió su primer incendio de sexta generación en 2021, en Málaga, con un fuego descontrolado que quemó más de 10.000 hectáreas y se cobró la vida de un bombero forestal. Tenerife también sufrió este fenómeno en 2023, impulsado por el calor extremo, el viento y los bajos niveles de humedad.

Ampliar Pirocúmulo

Pirocúmulo

Clara Penín

“España también es muy vulnerable a grandes incendios de alta intensidad y velocidad. La actividad de los incendios ha disminuido respecto a los años 80 y 90, pero los incendios grandes son cada vez más grandes. Cuando comienza un incendio con condiciones meteorológicas muy adversas, se propaga a mucha velocidad debido a que se encuentra con un paisaje inflamable y con unas condiciones más severas de las que había décadas atrás”, advierte Andrea Duane, ambientóloga y doctora en Ecología Terrestre, formada en la Universitat Autònoma de Barcelona.

El cambio climático, por sequías más intensas y duraderas y por olas de calor más tempranas y extremas, está detrás de estos incendios, al extender los días de muy alto riesgo y las áreas amenazadas. Pero también lo está el “abandono rural”, según explica Cristina Santín Nuño, investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias).

“Los usos tradicionales de desbrozar se están abandonando y la naturaleza está volviendo a tomar lo que es suyo, lo que es bueno en muchos aspectos. Pero en materia de incendios es un gran problema”, aclara. Las abundantes y excepcionales lluvias de esta primavera agravan la situación. La vegetación ha crecido en gran cantidad. Una vez seca por las altas temperaturas se convierte en “combustible” para las llamas.

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A juicio de esta experta, España no se está preparando para esta nueva realidad de incendios. La temporada extrema de 2022 -récord con un total de 309.000 hectáreas afectadas- “puede repetirse en cualquier momento”. Se necesita, dice, “medidas, recursos, información y pedagogía social”. “La tendencia de estos megaincendios va a seguir e, incluso, empeorar. Esto nos obliga a prepararnos. De esta preparación va a depender las magnitudes e impactos de los próximos incendios. Necesitamos aprender a coexistir con el fuego. Esto es clave”, reflexiona.

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