Japón registró el martes una temperatura histórica de 41,8°, anunció la Agencia Meteorológica Nacional (JMA), después de haber informado unos minutos antes de una temperatura de 41,6°. Esta temperatura canicular, registrada en la ciudad de Isesaki (este), es la más alta jamás observada en el país desde que comenzaron los registros. Supera el récord anterior de 41,2° registrado el miércoles pasado en la ciudad de Tamba, en la región occidental de Hyogo.
Japón ya ha vivido este año los meses de junio y julio más calurosos de su historia. Antes de eso, el récord era de 41,1°, observado en Kumagaya en 2018 (norte de Tokio) y en Hamamatsu (centro) en 2020.

Una mujer ataviada con un kimono se cubre con una sombrilla.
Los científicos han demostrado que el cambio climático de origen humano hace que las olas de calor sean más intensas y frecuentes. Los meteorólogos japoneses advierten contra establecer vínculos directos entre condiciones meteorológicas específicas (como un calor extremo en un momento dado) y el cambio climático a largo plazo.
Sin embargo, observan que el calentamiento global ha alimentado en los últimos años fenómenos meteorológicos imprevisibles. El verano de 2024 fue el más caluroso jamás registrado en el archipiélago, igualando el récord observado en 2023. Estuvo seguido por el otoño más cálido desde que comenzaron los registros hace 126 años.
Los meteorólogos están preocupados por la repetición de hechos infrecuentes, como la floración fuera de temporada de los cerezos
Este año, la temporada de lluvias terminó en el oeste aproximadamente tres semanas antes de lo habitual. Con pocas precipitaciones y un calor intenso, varios embalses del norte estaban casi vacíos, indicó el Ministerio de Territorio. Los agricultores temen que una escasez de agua y un calor extremo provoquen malas cosechas.
Otros signos del calentamiento: los cerezos japoneses, emblemáticos del archipiélago, florecen antes debido a temperaturas más altas o incluso no llegan a florecer por completo, ya que los otoños e inviernos no son lo suficientemente fríos para desencadenar la floración. Además, la icónica capa de nieve del Monte Fuji no apareció el año pasado hasta principios de noviembre, casi un mes más tarde de la media.