Los incendios forestales asedian a España. En julio, un fuego de sexta generación -un pirocúmulo de 14 kilómetros de altura- arrasó con todo a su paso en Lleida. Dos trabajadores rurales fallecieron al quedar atrapados. En estos días, las llamas se expandieron por Zamora, León, Cádiz y la Comunidad de Madrid -entre otros territorios-, dejando otro saldo trágico -un muerto en la localidad madrileña de Tres Cantos-, escenas de pánico y cientos de evacuados.
Los 19 focos activos en la Península no son la excepción. Francia sufre la peor temporada de incendios forestales en 75 años. Portugal ha declarado el estado de alerta por la magnitud de las llamas. Las mismas postales se repiten en Grecia, Turquía y Albania. También en Estados Unidos y Canadá, que padece una nueva ola de fuego extremo, con más de 5,5 millones de hectáreas este año, un área del tamaño de Croacia.
El factor humano, en la ignición
En todos estos casos, los incendios se originaron por distintas fuentes de ignición. El factor humano suele provocar, de manera intencionada o accidental, la mayoría de estos episodios. En Lleida fue una chispa de una máquina recolectora. En Cádiz, se sospecha de un cortocircuito en una caravana.
Además de una fuente de ignición, los incendios forestales, como explica Amy Duchelle, científica del equipo de Cambio Climático, Energía y Desarrollo con Bajas Emisiones de Carbono del Centro para la Investigación Forestal Internacional (Cifor), requieren otros dos ingredientes: una fuente de combustible (la vegetación) y un clima cálido y seco, que favorece la propagación del fuego. El calor intenso y la baja humedad hacen que la vegetación se seque, volviéndose más inflamable y fácil de quemar.
Es en este punto, coinciden expertos y científicos, donde el cambio climático está jugando su papel y generando una “nueva era” de incendios forestales. “Desempeña un rol indirecto pero clave al incrementar la frecuencia e intensidad de las olas de calor y prolongar las sequías. Esas condiciones aumentan el riesgo y la probabilidad de propagación”, explica Lorenzo Labrador, científico de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que forma parte de la red de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG).

Una casa calcinada por el incendio de Tres Cantos, en Madrid
Julio de 2025 fue el tercero más cálido jamás registrado en el mundo, según el último boletín climático del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S). “Seguimos presenciando los efectos de un mundo que se calienta, con episodios de calor extremo en muchas partes del planeta”, se advierte en el informe. Turquía, por ejemplo, registró un nuevo máximo nacional extremo de 50,5 °C. En el suroeste francés, en Burdeos, el termómetro alcanzó 41,6 °C, superando el récord previo de 41,2 °C del 2019.
En paralelo, las regiones mediterráneas de Francia están sufriendo una importante sequía. En Aude, uno de estos departamentos, junto a la frontera con Catalunya, los bomberos todavía tratan de extinguir un voraz incendio que se ha extendido por 17.000 hectáreas, una superficie récord. “Una catástrofe sin precedentes”, lo definió el primer ministro francés, François Bayrou. Aude se enfrenta desde el 1 de agosto a restricciones en el uso del agua debido a una “crisis de sequía”. “La falta de precipitaciones en los últimos meses ha desempeñado un papel fundamental en la propagación del fuego”, ha concluido el Ministerio de Medio Ambiente de Francia.
Un comportamiento diferente: los megaincendios
Según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, desde principios del 2025 se han quemado 353.862 hectáreas, más del doble que en el mismo periodo del 2024. El cambio climático tiene muchas manifestaciones: una de ellas es precisamente ese comportamiento extremo de las situaciones meteorológicas. Es el principal vector que está influyendo, no determinando, sino condicionando el comportamiento diferente de estos megaincendios”, coincide Cristina Montiel Molina, catedrática de Análisis Geográfico Regional y directora del grupo de investigación Geografía, Política y Socioeconomía Forestal en la Universidad Complutense de Madrid.
“Estamos ante paisajes más inflamables, paisajes donde cada vez hay más combustible, más vegetación, y estamos ante fenómenos climáticos más severos”, agrega Andrea Duane, ambientóloga y doctora en Ecología Terrestre, experta en incendios forestales, radicada en California, región asediada por el fuego. Un reciente estudio científico confirma que el cambio climático está adelantando un mes su temporada de incendios. “El calentamiento antropogénico ya ha promovido condiciones más propicias para los incendios en muchas áreas forestales del oeste de los Estados Unidos al aumentar la temperatura de la superficie y la demanda de evaporación y es probable que estas tendencias continúen”, sentencia la investigación.

Tareas de extinción del gran incendio en la isla griega de Zakynthos,
El devastador incendio de enero de este año en Los Ángeles ocurrió “tras del invierno más seco desde que hay registros con nueve meses de sequía extrema”, explica Cristina Santín, investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias). “Por muy bien que hagamos los deberes, los incendios van a ser cada vez más frecuentes, intensos y severos. Se están extendiendo geográficamente y se están desestacionalizando. Gran parte de la población está expuesta a esta nueva realidad”, explica.
La cifra de fuegos se ha duplicado en los últimos 20 años
Un estudio publicado el año pasado en la revista Nature Ecology & Evolution muestra que, a nivel global, el número y la intensidad de los incendios más extremos se han duplicado durante las dos últimas décadas. No solo eso: en los últimos años el mundo ha sufrido seis de los siete años con mayor número de incendios extremos (todos los años desde el 2017 menos el 2022).
Los investigadores, de la Universidad de Tasmania (Australia), midieron la energía liberada por los incendios durante los últimos 21 años. El hallazgo: “El comportamiento del fuego está empeorando en varias regiones del planeta”, con importantes implicaciones para las emisiones de carbono y “la exposición humana a los desastres por incendios forestales”.
“El humo procedente de los incendios forestales contiene una mezcla nociva de sustancias químicas que no solo afecta a la calidad del aire y la salud, sino que también perjudica a las plantas, los ecosistemas y los cultivos, a la vez que genera más emisiones de carbono y, por ende, favorece el incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera”, resume Lorenzo Labrador (OMM) sobre el “círculo vicioso” de los incendios.

Un brigadista ante una lengua de fuego en Puercas (Zamora)
El cambio climático es el factor determinante -los cambios en el paisaje y las políticas de gestión del monte hacen el resto- de que cada vez haya más megaincendios. Triplica la posibilidad, según otra investigación científica, en este caso codirigida por la Universidad de East Anglia, el Centro de Ecología e Hidrología, la Oficina Meteorológica del Reino Unido y el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo.
Los autores han realizado un un balance a escala global de los incendios forestales extremos desde marzo del 2023 hasta febrero del 2024. Pusieron la lupa en las causas del fuego en tres regiones: Canadá, Amazonia occidental y Grecia. En los tres casos, se constató que el clima propenso a los incendios (caracterizado por condiciones cálidas y secas que hacen más probable la ignición de las llamas) ha cambiado significativamente debido al cambio climático.
“Los incendios forestales se están volviendo más frecuentes e intensos a medida que el clima se calienta, y tanto la sociedad como el medio ambiente están sufriendo las consecuencias”, resume Matthew Jones, investigador en el Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático en la UEA y uno de los autores principales del trabajo.