Los incendios que asolaron en agosto amplias zonas del noroeste de España destruyeron hábitats de gran valor natural, habitadas por especies protegidas. El 43% de la superficie que ardió eran zonas de valor ecológico correspondientes a espacios naturales protegidos y de la Red Natura 2000. La superficie afectada por los incendios de agosto asciende a 336.345 hectáreas, de las cuales 146.190 eran de zonas protegidas.
Los incendios han afectado áreas críticas para la supervivencia de más de 350 especies en peligro de extinción, vulnerables o en régimen de protección especial. Y han incidido especialmente en territorio del urogallo (en 2.273 ha), oso pardo (1.815 ha), lince (1.420 ha) y cigüeña negra (850 ha).
El fuego se ensañó sobre el territorio del oso cantábrico y, especialmente, sobre una gran extensión de un hábitat crítico de alta calidad donde este animal obtiene alimento y refugio. “No se sabe si ha muerto algún ejemplar. Los osos tienen capacidades para evitar impactos como este, pero los incendios han ido muy deprisa…”, expresa Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo. Por suerte, el fuego llegó cuando los cachorros ya eran fuertes y pueden moverse bien.
La destrucción de los hábitats, principal preocupación
La mayor preocupación es que se han calcinado zonas de alimentación con árboles frutales de bayas y frutos carnosos (arandaneras, pudios, arraclanes, zarzamoras…) de las que se alimenta el oso, aunque también habrá que ver cómo ha afectado a sus refugios: peñas, peñascos y roquedo con poca vegetación, de brezos o abedules, que pueden ser los primeros en volver a ser utilizados.

Ejemplares de oso pardo.
Los parques naturales de Somiedo y de las Fuentes de Narcea en Asturias, la zona del Alto Sil y Fasgar (Omaña), así como los parques naturales de la Montaña Palentina y el parque regional Montaña de Riaño y Mampodre han sido algunos de los ecosistemas que han ardido, aunque en los dos primeros parques también ha quedado mucho territorial sin arder. “Estamos ante incendios nuevos, no conocemos la reacción de los osos a sucesos como estos. Debemos analizar cómo se enfoca la prevención; pero los incendios también han puesto de manifiesto que faltan medios y coordinación para la extinción”, dice Palomero.
Han podido afectar a entre 20 y 25 manadas de lobos, un 7% de los 333 grupos que quedan
El mapa del fuego se superpone con las zonas del lobo. “Los fuegos se han registrado en las zonas de mayor densidad de lobos”, resalta Juan Carlos Blanco, doctor en biología, experto e estos grandes carnívoros y que tuvo también muy cerca esta amenaza en el lugar en donde veranea en Riaño. Según sus estimaciones se han podido ver afectadas entre 20 y 25 manadas, aproximadamente un 7% de los grupos que quedan de estos animales (333 manadas y entre 1.300 y 1.600 individuos, según datos oficiales, aunque Blanco considera que hay entre 2.000 y 2.500 como mejor estimación).

Ejemplares de lobo ibérico
Los lobos se encontraban en plena temporada de cría de cachorros; y, por lo tanto, en fase de crecimiento y sin experiencia. “Muchos cachorros de este año habrán muerto y probablemente también algún adulto; los lobos pueden huir del fuego, los cachorros menos”, sostiene Juan Carlos Blanco.
“Los fuegos se han registrado en las zonas de mayor densidad de lobos”, recuerda el biólogo Juan Carlos Blanco
Sin embargo, la máxima preocupación es la destrucción de sus hábitats, puesto que, una vez quemado su territorio, los animales quedan sin alternativa de supervivencia (necesitan corzos, ciervos y demás animales vivos para comer) y con dificultades para moverse hacia un lugar seguro. La pérdida de hábitats causada por el fuego puede desintegrar las manadas, y los animales deben diseminarse, lo que acarrea nuevos problemas, puesto que los lobos son muy territoriales y no suelen acoger a miembros de otros grupos. Todo indica que a partir de ahora estarán sometidos a una fuerte competencia por unos recursos muy limitados.
“Sus hábitats, además, va a tardar al menos cinco años para empezar a mostrar vida y tardarán décadas para que vuelvan a estar como antes”, dice Blanco. La comarca de la Cabrera o el Alto Sil en León; la Montaña Palentina y la zona de Riaño y Portilla de la Reina en León; Somiedo en Asturias, y extensas zonas de Ourense y Zamora están entre las áreas damnificadas por el fuego.
Los expertos acogen con esperanza que una docena de urogallos radiomarcados “se encuentran bien”
Los incendios han afectado a dos de las tres áreas donde está presente la población cantábrica del urogallo común, que se han visto “rodeada” por el fuego (Degaña, en el suroeste de Asturias y el de Fasgar, en la comarca leonesa de Omaña). La conservación de estas masas forestales es esencial para el futuro de esta especie, de la cual solo quedan 209 ejemplares según el último censo, del 2024.

El urogallo es una especie amenazada y extremadamente sensible a la presencia humana
“Sabemos que parte de los incendios se han producido en pleno hábitat crítico del urogallo, aunque no conoceremos la magnitud exacta de ese impacto hasta inspeccionar la zona”, señala Felipe González, delegado de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).
El elemento más esperanzador es que una docena de urogallos a los que se hace un seguimiento con radiomarcas, “se encuentran bien y se sabe que incluso una hembra con pollos en Degaña ha podido esquivar los incendios”, señala González, lo que “da esperanzas de que el urogallo haya podido eludir el fuego”.
Ese animal, que vive en bosques claros y abiertos de coníferas con abundante vegetación herbácea, agua y bayas (suele dormir en las ramas horizontales de los árboles) tiene escasa movilidad, pero “puede pasar de un valle a otro” para huir de las llamas, dice este experto.
El 97% de las áreas quemadas corresponden a grandes incendios, superiores a 500 ha
SEO/BirdLife estima que han ardido 156.892 hectáreas en 84 zonas catalogadas como Áreas Importantes para las Aves (IBAs), principalmente en Castilla y León, Asturias, Cantabria y Extremadura, lo que pone en jaque la recolonización de estos territorios el año próximo, especialmente para especies muy fieles al territorio (águila imperial, buitre negro, cigüeña negra o milano real).

Nido de buitre negro en el Valle de Lozoya, Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama
Los incendios han causado también impactos sobre otras especies amenazadas, como el alimoche común, el quebrantahuesos y el águila perdicera, cuyas áreas de reproducción “han sido severamente afectadas”. Igualmente, han sido dañados territorio clave para aves esteparias, muchas en situación crítica (alondra de Ricotí, aguilucho cenizo, cernícalo primilla, sisón común, ganga ibérica o ganga ortega).
Tras las llamas, la lucha de los animales por los recurso
El desmán ibérico, una víctima
El desmán ibérico, una especie de mamífero insectívoro semiacuático que habita las proximidades de riachuelos y torrentes, será otra de víctimas de los incendios, resalta Antón Álvarez, del programa de Especies de WWF, puesto que “las escorrentías que se van a producir con las cenizas van a alterar sus hábitats”. El desmán se encuentra en situación crítica y al borde de la extinción debido a un drástico declive poblacional del 70-90% en los últimos 30 años. Álvarez destaca que incluso los animales que pueden huir de las llamas se verán atrapados por sus efectos. “Quema de nidos de aves, rotura de la relación madre-cría, degradación de la estructura social del grupo o rotura de lazos familiares...” son algunas de las consecuencias que enumera. Los incendios expulsan a los mamíferos territoriales (lobos, osos, jabalíes...) hacia zonas libres de llamas, lo que aumenta la densidad de población. “Y esto a su vez genera problemas con los individuos asentados, estrés, conflictos: una lucha muy intensa por los recursos, por obtener agua, alimentos y refugio...”
El 97% de las áreas quemadas (325.000 ha) corresponden a grandes incendios forestales (superiores a 500 ha) y el 40% son arboladas. La mayor superficie corresponde a Galicia (143.628 ha, el 43%), Castilla y León (141.264 ha, el 42%) y Extremadura (41.525 ha, el 12%), que suman el 97% de la superficie afectada.
Bosques maduros, poco alterados y a gran altura
“Se han destruido bosques de gran valor ecológico, y bosques maduros y poco alterados”, dice Gonzalo Rincón, técnico del programa de bosques de WWF, quien matiza que es también positivo la gestión de un bosque regulado con usos tradicionales. Rincón resalta la elevada latitud en que se localizan algunos incendios (“lo que puede indicar una nueva casuística que complique la gestión”), y resalta los daños en los parques naturales de O Invernadeiro en Lugo, Lago de Sanabria en Zamora, Somiedo en Asturias, las reservas de la biosfera de Ancares y de Valles de Omaña y Luna o el parque nacional de los Picos de Europa, “que ha sufrido un daño severo”.