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La hoja de ruta se perdió en Belém. ¿También el rumbo de la acción climática?

Análisis

Ocho claves de una conferencia en la que Europa sacrificó la ambición para preservar el muktilateralismo

Luiz Inacio Lula da Silva interviene en el plenario de la cumbre de Belém

Rafa Neddermeyer/COP30 Brasil Am / DPA / Europa Press

1. Las conferencias del clima dan muestras de agotamiento. Durante décadas se ha hablado de reducir emisiones, descarbonizar la economía, balance de emisiones cero y otras palabras que a veces se apropia el mundo de la publicidad. Pero todo esto deben ser eufemismos; porque cuando se nombran las palabras tabú ‘combustibles fósiles’, los petroestados saltan como un resorte, ahora espoleados por Trump. Laurence Tubiana, alma mater en el Acuerdo de París de 2015, lo ve algo irracional: “Es absurdo que un proceso destinado a frenar las emisiones no pueda abordar el petróleo, el gas y el carbón”. Eso es lo que ha pasado en Belém. Se ha querido hacer una tortilla sin huevos.

2. Europa se ha mostrado aislada en esa cumbre, aunque con lazos fuertes con países sudamericanos propiciados por España, cuya ministra para la Transición Ecológica ha batallado en la negociación para alcanzar un acuerdo ambicioso. Pero Europa no tiene el liderazgo requerido aunque solo sea porque solo aporta el 6% de las emisiones de gases invernadero al nivel mundial. No es una potencia política, y tal vez por eso tampoco puede capitanear el liderazgo climático. Se sigue echando en falta ese liderazgo de los Clinton, Al Gore, Obama o John Kerry.

3. La cumbre de Belém no da la señal contundente para acelerar la eliminación gradual de los combustibles fósiles que el mundo necesitaba. “No tiene sentido fingir lo contrario”, dice Ed King, analista de estas conferencias. Tras un año de sucesos climáticos extremos, visto el resultado, es poco creíble pensar que ahora 194 países se van a volcar ‘como posesos’ en combatir la crisis climática que se está agravando significativamente, dice.

Marcha Global por el Clima en defensa de los bosques, los derechos territoriales indígenas y la justicia climática

Andre Borges / EFE

4. Las promesas de la cumbre, como ese “acelerador de la implementación” y el compromiso de “esforzarse por hacerlo mejor” son invitaciones a que el mundo coopere. Pueden aumentar la presión sobre los gobiernos, pero distan mucho de estar a la altura de lo que los científicos consideran necesario para tener un clima realmente estable y seguro.

5. En virtud del Acuerdo de París este año todos los países debían comunicar sus planes de acción climática para reducir emisiones. Pero no han cumplido los deberes y se está a punto de rebasar el peligroso umbral de 1,5ºC. La transición hacia el abandono de los combustibles fósiles ya se incluyó en la conferencia de Dubái en 2023. Entonces faltaban instrucciones para emprender el periplo. En Belém se debía definir la hoja de ruta necesaria para concretarlo; el riesgo es que con tanto ruido y en un contexto de negacionismo se pueda perder el rumbo.

6. El presidente Lula da Silva pidió a su equipo que estableciera una “hoja de ruta” para la transición energética en su discurso inaugural. Incluso prometió llevarlo a las reuniones del G20 en Johannesburgo. Haber faltado a su palabra es un fracaso en su cumplimiento y deja en mal lugar a su primer diplomático en la conferencia, Do Lago. Lula tiene dos caras, pero esta vez solo hemos podido ver una de ellas.

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7. Hay indicios de que las negociaciones del clima van a tener otros foros. El plan de Colombia y Países Bajos para celebrar una conferencia sobre la eliminación gradual de los combustibles fósiles en 2026 reúne ya la adhesión de 30 países. Habrá que seguir la pista. Tal vez sea la ruta alternativa.

8. El papel de China en esta conferencia ha sido discreto y diversos portavoces han insistido en que la potencia asiática no ha sido un obstáculo en las pretensiones europeas de definir un camino de salida a los combustibles fósiles. China, carente de petróleo y catapultada por sus tierras raras, ha orientado su desarrollo hacia las tecnologías limpias (coches eléctricos, componentes para las renovables...). Tal vez sea el mejor ejemplo de quien sabe otear el horizonte sin perder la hoja de ruta o el rumbo, convencida de que no hace falta pelearse ni que nadie le diga cuál es el camino.