La resiliencia de Kshamenk, la última orca en cautividad de Sudamérica
El debate de los delfinarios
El cetáceo, símbolo del reclamo contra los delfinarios en esta región, ha muerto a los 36 años en el parque marino de Argentina al que fue trasladado tras un varamiento al poco de nacer.

Kshamenk en Mundo Marino

La orca Kshamenk ha muerto a los 36 años tras toda una vida en cautiverio en un parque marino de Argentina. Su nombre es un símbolo del reclamo en Sudamérica contra el encierro de cetáceos. Activistas, organizaciones animalistas y especialistas en derecho animal llevan desde hace años impulsando acciones legales y campañas públicas para su liberación. Ajenos a las críticas, sus ocho cuidadores y tres veterinarios, que siempre han defendido el aislamiento por su imposible reinserción en su hábitat natural, la han despedido resaltando el “excelente estado de salud” que ha tenido a lo largo de toda su vida. Explican que pocas orcas en cautiverio en el mundo han sido tan resilientes a la reclusión. Kshamenk ha vivido por encima de la expectativa de vida promedio de una orca macho en la naturaleza (30 años).
La noticia de su fallecimiento ha sido confirmada por Mundo Marino, el oceanógrafo ubicado en la localidad costera de San Clemente del Tuyú -a 400 kilómetros de Buenos Aires-, a donde el animal fue trasladado en 1992 tras un varamiento. Las autoridades del establecimiento han informado que el deceso se ha producido por una parada cardiorrespiratoria producto de su avanzada edad.
Se fue una parte de cada uno de nosotros. Dedicamos nuestra vida a asegurarle el mayor bienestar durante 33 años

“Es muy difícil describir el dolor que sentimos por la partida de Kshamenk. Con él se fue una parte de cada uno de nosotros. Somos un equipo enorme de personas que dedicamos nuestra vida a asegurarle el mayor bienestar las 24 horas de los 7 días de cada semana durante 33 años. Era parte de nuestra familia”, ha lamentado Juan Pablo Loureiro, jefe veterinario de Mundo Marino.
Por los espacios limitados para nadar -Kshamenk vivía en tanques de 14 metros de diámetro-, el estrés crónico, una dieta distinta a la natural, menor estimulación ambiental y mayor incidencia de enfermedades, las orcas en cuativerio no suelen vivir más de 25 años. “En este caso, gracias a los cuidados que le hemos dado, pudo vivir más años que los que una orca macho vive en promedio en la naturaleza”, han destacado sus cuidadores.
Las tres máximas autoridades mundiales en medicina de orcas examinaron a Kshamenk en una visita a Argentina en 2013. Quedaron sorprendidos por su “excelente” estado de salud. “Según nuestra opinión y experiencia, Kshamenk se encuentra entre las orcas más saludables que existen en cautiverio en todo el mundo”, escribieron en su informe.
La muerte Kshamenk ha revivido los cuestionamientos de las organizaciones animalistas y ecologistas sobre la existencia de delfinarios “que esclavizan la vida de los animales y no proporcionan ninguna clase de aporte educativo, científico ni conservacionista a la sociedad”. La orca ha sido la gran atracción de este parque acuático durante más de tres décadas. Miles de turistas han pagado una entrada para ver sus espectáculos.
El cierre de todos los delfinarios y la liberación de Kshamenk a un santuario -un ámbito seminatural- han sido en estos años los dos grandes reclamos de los ambientalistas, que llegaron a juntar 690 mil firmas para tratar la problemática en el Congreso argentino. “Mantener a un animal privado de libertad, es decir, que se propenda a la naturalización de su cautiverio, de su prisión, estando confinados, en soledad, sin poder compartir su vida con otros seres de su misma especie es éticamente inaceptable”, ha repetido la jueza Elena Liberatori -magistrada a favor de esta causa- en todas sus intervenciones sobre el tema.

El encierro
El 17 de noviembre de 1992 tres pescadores partieron del puerto de San Clemente con su barco. Tras algunas horas navegando divisaron a lo lejos, cerca de la costa entre la desembocadura de un arroyo y un río, cuatro grandes figuras negras. Al no saber de qué se trataba, decidieron acercarse con la embarcación, pero no pudieron avanzar por el bajo nivel de agua. Se les ocurrió, entonces, aproximarse con un bote a remo. Sin embargo, tampoco tuvieron éxito. El nivel del agua no superaba los 30 centímetros. Se bajaron y se acercaron a pie. Las figuras negras eran cuatro orcas varadas, atrapadas en suelo fangoso. “Tres grandes y una chica”, según sus propias palabras.
Los pescadores intentaron ayudarlas, pero no pudieron por el gran tamaño de los animales y el bajo nivel de agua. Regresaron al puerto en busca de ayuda. Cuando el equipo de rescate llegó a la zona, sólo encontró varada una cría de orca que se estima tenía aproximadamente tres años de edad. Las orcas grandes con mayor experiencia y fuerza pudieron regresar al mar, pero el cachorro, más debilitado, no. El grupo familiar entró a la bahía persiguiendo cardúmenes de peces durante una gran creciente de la marea, que al bajar, provocó el varamiento.
Kshamenk, nombre elegido por los pescadores, atravesaba una situación crítica: presentaba diversos signos de debilidad, falta de respuesta a estímulos externos y un cuadro de deshidratación en sus ojos y boca. También tenía todos sus músculos acalambrados por pasar dos días atascado en un banco de arena y fango de sólo 10 centímetros de profundidad.
En ese contexto, los veterinarios y las autoridades locales decidieron que lo mejor era trasladarlo al Centro de Rescate y Rehabilitación de la Fundación Mundo Marino para su estabilización. Meses más tarde, cuando su salud mejoró, se evaluó la posibilidad de su reinserción al mar, descartada de plano por todos los expertos consultados, nacionales e internacionales. Todas las instituciones consultadas coincidieron que una reinserción tenía muy pocas posibilidades de ser exitosa. A esa altura, la orca respondía a todos los estímulos de los cuidadores, su “nueva familia”.
El encierro de Kshamenk tiene otra versión, la de las ONG ambientales. En este otro relato, que nunca pudo ser confirmado y que Mundo Marino niega, la orca fue secuestrada por empleados del establecimiento junto a dos espécimen más. Una murió en el camino. La otra se dio la cabeza contra las paredes de la pileta la primera noche de encierro y también murió.
Su llamativa fortaleza física y mental

Según Mundo Marino, Kshamenk era una orca “curiosa, activa, afectuosa, que disfruta de los juegos y actividades con sus cuidadores”. Hasta el año 2000 compartió cautiverio con un orca hembra, Belén, que murió joven. Su única interacción animal en los últimos años fue con Floppy, una hembra de delfín.
“El vínculo de confianza que se estableció en aquellos meses de rehabilitación y los posteriores años de cuidados constantes, se podía ver reflejado en su personalidad y más importante, en la forma positiva que interactuaba con todo el equipo responsable de su cuidado cotidiano”, han detallado en el delfinario tras su fallecimiento.
En 2023, las máximas autoridades mundiales en medicina de orcas, los doctores Joseph Geraci, David Huff y Lance Barrett-Lennard realizaron una inspección por invitación de la Fundación Vida Silvestre Argentina, de la que participaron también especialistas del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, la Fundación Cethus y la Wild Earth Foundation (WEF).
Los expertos concluyeron que su salud era “excelente”. “Sus movimientos eran enérgicos y fue capaz de llevar a cabo una vigorosa actividad sostenida, después de la cual no se observaron cambios evidentes en su respiración o conducta al nadar. Se mostró alerta y receptivo a todas las indicaciones y señales. El orificio nasal estaba limpio y las exhalaciones eran claras. El estado de sus ojos se veía normal, con las córneas claras. Las membranas mucosas de la boca presentaban un color rosado y lucían saludables”, escribieron en el reporte.
El examen también permitió comprobar “dientes sin desgaste, encías saludables y piel sana”. “Según nuestra opinión y experiencia, Kshamenk se encuentra entre las orcas más saludables que existen en cautiverio”, sentenciaron los expertos.
Por qué no pudo ser reinsertado

La posibilidad de reinserción de cetáceos -explican los veterinarios de Mundo Marino- depende de las características y condiciones en que se halla el animal en el momento de la rehabilitación. Los animales varados, sin problemas serios de salud, pueden recibir rápidos cuidados en el lugar de varamiento y luego ser liberados, o tener breves permanencias en centros de rehabilitación.
Ponen el ejemplo “Tuki”, una orca negra rescatada y reinsertada por este delfinario en 2015. Sin embargo, en los casos donde se hace necesario un tratamiento prolongado por enfermedad, por heridas profundas o por excesiva exposición al aire y al sol -el caso de Kshamenk- se suele internar al animal y éste debe acostumbrarse al cuidado humano. “Cuando eso ocurre, la probabilidad que tiene el animal de sobrevivir a una reinserción es bajísima y no existen en el mundo casos de éxito registrados científicamente”, explican los expertos.
Las orcas, agregan, son animales que viven en grandes grupos sociales de una jerarquía compleja. Las comunidades de orcas cazan, se alimentan y se defienden juntas. “Adaptar a esa dinámica a Kshamenk hubiera sido imposible, porque no sólo hubiese dependido de él, sino de que un grupo lo aceptara. Cualquiera de las dos variables que hubiese fallado (y lo más probable es que hubieran fallado ambas), implicaría su muerte”.
El único caso en que se intentó reintroducir una orca adulta que había vivido la mayoría de su vida en un ambiente controlado “no fue exitoso”, aclaran desde Mundo Marino. Keiko, conocida mundialmente por su participación en la saga de películas Liberad a Willy, murió en el 2003 después de pasar por “un proceso traumático” para intentar su reinserción que duró 7 años. “Si bien como humanos podemos encontrar atractivo reintroducir un animal, la supervivencia y el bienestar de él pueden verse gravemente afectados al hacerlo”, advierten los veterinarios.
A juicio de las autoridades de Mundo Marino, “no existen santuarios, reservas o instalaciones en ambientes seminaturales habilitados con la capacidad necesaria para cuidar a una orca”.
Confinamiento solitario y cruel
El año pasado, el grupo activista canadiense UrgentSeas creó la campaña #FreeKshamenk tras difundir en redes sociales un video filmado desde un dron en el que se veía a la orca, casi inmóvil, en un pequeño tanque.
“Es imposible no ver el cautiverio de Kshamenk como algo imperdonablemente brutal. Sería una tragedia no intentar liberarlo de lo que sabemos será un final agonizante en su triste vida. Merece un trato humano y digno antes de que olvidemos su maravilloso y poderoso ser. El mundo le debe a Kshamenk una vida digna, libre de sufrimiento. El confinamiento solitario es la forma más grave de tortura y Kshamenk no lo merece”, lamentó el fundador de esta organización.
Los grupos activistas argentinos siempre desconfiaron de los partes médicos difundidos por Mundo Marino. Nunca lograron que otros veterinarios revisaran a la orca para confirmar las evaluaciones oficiales.
“La realidad de Kshamenk es la misma la misma que viven otras especies de animales marinos silvestres, tales como delfines, lobos de mar, pingüinos, tortugas marinas, que merecen que les demos la oportunidad de dejar en el pasado la exhibición, la reproducción forzada, el entrenamiento para los trucos, la mala alimentación, el agua artificial, el encierro, el confinamiento, el sometimiento y la esclavitud”, denuncia la ONG Derechos de Animales Marinos (DAM).



