La dependencia que las sociedades modernas tienen a los combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- suele analizarse únicamente desde la problemática climática. Sus emisiones son la principal causa del calentamiento global. Sin embargo, las actividades relacionadas con estas fuentes de energía -aún predominantes pese a la transición verde en marcha- son también un enorme problema de salud pública. Por primera vez, una organización mundial que representa a más de 46 millones de médicos ha podido documentar cómo estos combustibles afectan todas las etapas de la vida, desde el desarrollo fetal hasta la vejez. “Son arquitectos silenciosos del sufrimiento”, advierten los profesionales que llevan décadas investigando esta relación.
Está comprobado, según los profesionales que integran la Alianza Global por el Clima y la Salud, con presencia en más de 125 países, que con diferente grados de impactos, por la ubicación geográfica, por la duración de la exposición y factores individuales, el ciclo de vida de los combustibles -exploración y producción, refino, transporte, almacenamiento, combustión y eliminación- afecta a la salud de todos los habitantes del planeta.
Alianza Global por el Clima y la Salud
El informe titulado “De la cuna a la tumba: El impacto de los combustibles fósiles en la salud y la necesidad de una transición justa” describe en primer lugar todos los tóxicos generados por la producción, transporte, uso y descarte de los combustibles fósiles. El listado incluye 20 contaminantes, entre los que se encuentran sustancias químicas (arsénico, plomo y cromo, entre otros) y diferentes gases, como dióxido de azufre y el dióxido de nitrógeno.
Estos contaminantes, se explica a contaminación, pueden ingresar al cuerpo humano de tres maneras: por contacto o absorción (las sustancias entran en contacto con la piel o los ojos y se absorben a través de ellos); Ingestión (las sustancias se ingieren y se absorben a través del sistema digestivo); e inhalación (las sustancias se inhalan y se absorben a través del sistema respiratorio).
Luego, los expertos detallan todos los daños a la salud documentados por edad y etapa de vida. “Este estudio evidencia una de las crisis de salud pública más graves de nuestro tiempo: el ciclo de vida de los combustibles fósiles y sus profundos y extensos impactos en la salud humana, la equidad y la supervivencia. Desde la primera extracción hasta la emisión final, los combustibles fósiles son arquitectos silenciosos del sufrimiento: cobran vidas y deterioran la calidad de vida de innumerables personas”, resume la doctora Lujain Alqodmani, ex presidenta de la Asociación Médica Mundial
Antes del nacimiento
Exponerse a la contaminación daña la salud del feto
Los meses prenatales, se explica, son una “ventana crítica”, durante la cual se desarrollan el cerebro, los pulmones, el corazón y otros órganos del feto. Por lo tanto, la exposición a contaminantes derivados de los combustibles fósiles en este período puede tener un impacto negativo en la salud a largo plazo.
Por ejemplo, la cercanía prenatal a zonas de extracción de carbón está asociada a partos prematuros, bajo peso al nacer y anomalías congénitas gastrointestinales. Del mismo modo, un entorno cercano a actividades no convencionales de petróleo y de gas, como el fracking y la quema en antorcha, se correlaciona con un mayor riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer, aborto espontáneo y malformaciones congénitas, entre ellas anencefalia, espina bífida, defectos del tubo neural, fisuras orofaciales y defectos cardíacos.
Que la residencia materna esté cerca de una vía principal de tráfico, como una gran avenida a una autovía, se asocia con bajo peso al nacer, tamaño gestacional reducido y aumenta el riesgo de problemas cardiometabólicos en la vida adulta. Otra relación comprobada es la exposición prenatal al benceno y a otras sustancias químicas asociadas a la combustión de gasolina y diésel con el aumento de riesgo de cáncer infantil.
Si el carbón se quema en el interior de una casa para cocinar o calefaccionar, la niña o niño por nacer tiene un mayor riesgo de sufrir labio y/o paladar hendido, una malformación orofacial que requiere cirugía reconstructiva. En esta etapa, los impactos en la salud alcanzan también a la persona gestante. La exposición a la contaminación atmosférica por carbón podría dificultar la concepción y aumentar el riesgo de aborto espontáneo y diabetes gestacional, se explica.
La infancia
Una de las etapas más críticas, señalan los médicos. Los niños son especialmente vulnerables a los daños a la salud causados por la contaminación de los combustibles fósiles. Respiran más rápido e inhalan más aire, y por lo tanto más contaminantes atmosféricos, en relación con su peso corporal, que los adultos.
Además, una vez inhalados, los contaminantes pueden ser más dañinos para las vías respiratorias más estrechas de los niños, quienes tienen menor capacidad que los adultos para metabolizar muchos contaminantes. También hay más posibilidades de que las toxinas que se depositan en las superficies sean ingeridas por el habitual contacto con el suelo.
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Según el informe, “la exposición a diversas actividades relacionadas con los combustibles fósiles se asocia con cáncer infantil, principalmente con leucemia”. Las enfermedades respiratorias son frecuentes cuando esta exposición es muy directa. La investigación cita muchos casos en primera persona, como el de Musawenkosi Dhlamini, una joven de 22 años, oriunda de Witbank (Sudáfrica), una ciudad que vive del carbón.
“En 2010 me diagnosticaron asma. Crecí siendo una niña que no podía participar en deportes ni en otras actividades comunes entre los niños. Mi pecho se cerraba y no podía hacer nada. A medida que fui creciendo, pude identificar cuál era la causa de mi asma. El lugar donde vivo está rodeado de minas. El asma afectó muchos aspectos de mi vida. Siempre terminaba internada en el hospital y tenía que llevar mi inhalador a todas partes”, narra la joven.
Amanda Millstein, pediatra de California (Estados Unidos) y cofundadora de Climate Health Now, aporta un dato muy elocuente: los niños de la localidad de Richmond, que alberga una refinería de petróleo y gas, acuden a urgencias por asma al triple de la tasa registrada entre los niños del resto de California.
El informe cita distintas investigaciones sobre el impacto cognitivo de todos los contaminantes de los combustibles fósiles. En Reino Unido, por ejemplo, se observó que los niños con discapacidades intelectuales tenían más probabilidades de vivir en zonas con altos niveles de contaminación por tráfico de vehículos. Mientras que en Estados Unidos, la exposición a las partículas finas suspendidas en el aire (PM 2.5) mostró reducciones significativas del coeficiente intelectual hacia los 9 años.
La adolescencia y adultez
En estas dos etapas, los impactos son persistentes pero más difíciles de documentar. Las investigaciones que exploran los riesgos para la salud asociados al uso de combustibles fósiles en adolescentes son muy escasas. Las mayores evidencias aparecen en la relación directa entre el adelanto de la pubertad y la exposición infantil a pesticidas y fungicidas. Esto ocurre porque estos productos alteran el sistema endocrino, provocando un inicio más temprano de la pubertad en los niños y niñas.
Las vulnerabilidades durante la adultez suelen estar menos relacionadas con una característica fisiológica particular y más con las circunstancias de vida, como los trabajos dentro de la industria fósil.
Una revisión sistemática realizada por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) concluyó que trabajar en la industria del petróleo se asocia con “un mayor riesgo de mesotelioma, melanoma cutáneo, mieloma múltiple y cánceres de próstata y vejiga urinaria”, y que las personas que trabajan en plataformas petroleras marinas también presentan “un mayor riesgo de cáncer de pulmón y leucemia”. En las ciudades, los trabajadores de las gasolineras presentan “más signos de estrés oxidativo, daño genotóxico y alteraciones hematológicas” que los trabajadores de otros rubros.
La vejez
Otra etapa crítica, según el informe. A medida que las personas envejecen, sus sistemas respiratorio y cardiovascular se vuelven menos eficientes en su labor de suministrar sangre bien oxigenada a los tejidos vitales. La contaminación del aire agrava enfermedades crónicas como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, asma, EPOC y demencia.
Además de aumentar las posibilidades de sufrir una muerte prematura -un impacto respaldado por muchas investigaciones-, la exposición a contaminantes derivados de los combustibles fósiles a lo largo de la vida incrementa el riesgo de desarrollar afecciones de salud que dificultan un “envejecimiento saludable”, explican los médicos.
En esta etapa, los principales contaminantes atmosféricos perjudiciales para la salud de la población en un ambiente urbano -el dióxido de nitrógeno (NO2), el ozono troposférico (O3) y el material particulado menor de 2,5 micras (PM 2.5)- puede contribuir al deterioro cognitivo y aumentar el riesgo de desarrollar demencia y parkinson.
Impactos persistentes, sistémicos y desiguales
“La carga más pesada recae en las comunidades marginales y vulnerables”
Para los autores del informe, las políticas climáticas y sanitarias han ignorado en gran medida estos daños multidimensionales debido, principalmente, a la presión ejercida por las compañías para ocultar la realidad. “Los combustibles fósiles son un ataque directo a la salud, nos perjudican en cada etapa de su ciclo de vida y en cada etapa de nuestra vida”, repite la autora principal del informe, Shweta Narayan, investigadora de salud ambiental, encargada de recopilar la abrumadora evidencia científica en este campo de estudio. La experta aclara que los efectos de los combustibles fósiles en la salud “son persistentes y sistémicos” y que el daño “no termina con la exposición”.
La naturaleza persistente de muchos contaminantes, como los metales pesados, el benceno y el material particulado, significa que permanecen y se acumulan en el medioambiente, y sus efectos nocivos persisten mucho después de que cesan las actividades operativas, “generando problemas crónicos de salud”.
“Los contaminantes permanecen en los suelos, en los sistemas hídricos y en las cadenas alimentarias durante décadas o incluso siglos, causando una exposición continua y multiplicando los riesgos para la salud a lo largo de la vida y en las generaciones futuras”, denuncia Narayan.
La desigualdad social es un factor determinante para que los impactos sean más graves o más leves. Las condiciones en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen “influyen significativamente”, explica el informe. “Los grupos marginados, incluyendo los pueblos indígenas, las minorías raciales, las poblaciones de bajos ingresos y los trabajadores migrantes, viven de manera desproporcionada cerca de infraestructuras contaminantes y enfrentan barreras sistémicas para acceder a servicios de salud, vivienda adecuada y un entorno seguro. Estas comunidades presentan elevadas tasas de enfermedades respiratorias, cáncer y enfermedades cardiovasculares”, se lee.
“El 99% de las personas de la Tierra respira aire contaminado”, apunta Narayan, “pero la carga más pesada recae en las comunidades marginales y vulnerables”. Para Jen Khul, otra de las autoras, experta en neurociencia, “estamos pagando la contaminación con la vida de las personas que queremos, que enferman por los combustibles fósiles”.

