¿Y si el futuro no fuera una línea recta, sino un collage de pesadillas tecnológicas, sátiras estéticas y bichos más inteligentes que los humanos? Love, Death & Robots, la serie antológica de Netflix, está de vuelta el 15 d mayo con una cuarta temporada que vuelve a demostrar que la ciencia ficción es el único género capaz de adelantarse a problemas que pueden ser reales en muy poco tiempo.
Siguiendo la línea de Black Mirror, Love, Death & Robots se alza como una antología futurista que nos advierte sobre lo que puede venir. Sin embargo, no tiene el mismo tono trágico o peligroso de la serie de Charlie Brooker, sino que se permite jugar más, ir mucho más allá en su profundidad y valerse de una estética única en cada episodio para conformar su serie.
Love, Death & Robots no es solo una colección de cortos animados: es un espejo roto que nos devuelve fragmentos posibles —y plausibles— de lo que viene. Desde su primera temporada, estrenada en 2019, la serie de Tim Miller producida por David Fincher se ha convertido en una especie de laboratorio visual de ciencia ficción donde todo está permitido. No obstante, más allá de su estética impresionante (sobre todo en capítulos como Jíbaro o La Testigo, ambos del español Alberto Mielgo) lo mejor son los debates que se suscitan tras ver algunos de sus mejores capítulos.
Robots sarcásticos que visitan ruinas humanas como si fueran museos. Humanos que juegan a ser dioses y terminan devorados por su propia arrogancia. Paisajes digitales que harían sonrojar a cualquier estudio de Hollywood. La animación aquí no es un recurso estético, es una herramienta filosófica. Cada trazo responde a una pregunta incómoda que, en ocasiones responde, y en otras (la mayoría) deja en el aire.
Love, Death & Robots.
Love, Death & Robots está de vuelta
No se casa con nadie, ni siquiera con el espectador
Cada episodio de Love, Death & Robots, de entre 5 y 20 minutos, funciona como una píldora de ansiedad futurista. En lugar de contarnos cómo será el futuro, nos pregunta quién seremos cuando lleguemos allí. ¿Seguiremos buscando amor entre algoritmos? ¿Seguiremos matando en nombre de la eficiencia? ¿Seguiremos siendo humanos… o seremos otra cosa?
Todo lo que nos planteamos cada día en Neo surge en la serie como un planteamiento que ya no solo es del futuro, sino que comienza a ser del presente. Además, es una de las pocas series de Netflix que cuentan con una autoría auténtica detrás. No se casa con nadie, ni siquiera con el espectador. Y eso, en tiempos de narrativas masticadas, esto es un acto revolucionario
A esperas de ver qué ocurre con la cuarta temporada, Love, Death & Robots ya es una serie a tener muy en cuenta por los espectadores. No es cómoda ni predecible, y precisamente por eso se ha ganado un culto silencioso entre diseñadores, tecnólogos y amantes del “¿y si…?”. Porque al final, más que una serie, es una advertencia estilizada: el futuro no es distópico ni utópico. Solo será tan humano como queramos —o como nos dejemos— ser.


