Demis Hassabis, figura clave en la revolución de la inteligencia artificial como CEO de Google DeepMind, en una entrevista reciente con TIME, dejó claro que su apuesta no es sólo tecnológica, sino también humanitaria. Ha contribuido, por ejemplo, a predecir la estructura de miles de proteínas con Alphafold, un hito que le valió el Nobel de Química en 2024.
A medio camino entre el científico y el estratega, Hassabis describe un futuro no tan lejano en el que la inteligencia artificial generará nuevas formas de energía, permitirá avances médicos nunca vistos y, si se gestiona con responsabilidad, contribuirá a crear un mundo de abundancia radical. Eso sí, no oculta los riesgos. Desde el mal uso de la tecnología por actores malintencionados hasta el peligro de perder el control sobre sistemas cada vez más autónomos, los escenarios menos favorables también están sobre la mesa.
El poder de la IA en varios frentes
La IA será una revolución en cuestiones tan vitales como la salud
Uno de los mayores desafíos actuales —el cambio climático— está cada vez más en el punto de mira de los desarrollos en inteligencia artificial. Hassabis lo afirma sin rodeos: “No creo que vayamos a resolver esto de otra forma que no sea con más tecnología”. Y no es sólo teoría. Hoy, sistemas de IA están ya ayudando a cartografiar la deforestación, a prever desastres naturales y a optimizar fuentes de energía renovable. En este contexto, Google DeepMind colabora activamente con organizaciones como Climate Change AI. Juntos están construyendo un repositorio de datos esenciales para que cualquier equipo, en cualquier parte del mundo, pueda crear soluciones basadas en IA. No se trata sólo de grandes infraestructuras, sino de poner al alcance de más manos la posibilidad de actuar.
Hassabis se imagina un futuro donde enfermedades que hoy se consideran incurables dejen de serlo. Y no está tan lejos. Alphafold, el sistema de IA desarrollado por DeepMind, ya ha revolucionado la investigación biomédica. Pero el objetivo va más allá: desde crear fármacos personalizados hasta diseñar materiales nuevos con aplicaciones médicas, la IA se presenta como una aliada poderosa de la ciencia.
En el campo energético, la promesa no es menor. La posibilidad de desarrollar baterías más eficientes, materiales superconductores o incluso lograr la fusión nuclear de forma práctica depende, en gran parte, de la capacidad de la IA para simular, predecir y optimizar procesos complejos. Según el Foro Económico Mundial, los sectores industriales, responsables del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, podrían reducirlas entre un 20 y 30% mediante herramientas de análisis basadas en IA.
Así, en palabras del propio Hassabis, “la IA es el caballo de batalla que necesitábamos”. Es el empujón que permitiría pasar de un sistema basado en la escasez de recursos a uno de abundancia distribuida.


