Las plantas tienen una habilidad sorprendente para regenerar sus tejidos dañados. A partir de esa observación, investigadores de la Universidad de Swansea y del King’s College de Londres han desarrollado un material asfáltico que, literalmente, se cura solo. Álvaro Luzón, especialista en IA y divulgador tecnológico, asegura que los baches van a desaparecer. Y todo gracias a la inteligencia artificial y unas simples esporas.
Cuando la naturaleza se convierte en ingeniera
Diminutas esporas, cargadas con aceites reciclados, se integran en la mezcla del asfalto. Cuando el tráfico genera microgrietas, la presión hace que estas esporas se rompan, liberando su contenido para reparar la fisura antes de que crezca. Un proceso que puede resolverse en menos de una hora.
La clave biológica del proceso se inspira en cómo las plantas gestionan el daño tisular. Según el Instituto de Investigaciones Químico-Biológicas de la Universidad Michoacana, la regeneración en vegetales implica la activación de células madre en respuesta a factores de estrés, como sequías o daños mecánicos. Este sistema, altamente eficiente, permite que una planta continúe su desarrollo incluso tras lesiones graves. Al imitar este patrón, los investigadores británicos han dado con una solución radicalmente nueva para un problema urbano tan cotidiano como los baches.
El desarrollo del material ha sido posible gracias al uso de modelos de aprendizaje automático que simularon el comportamiento del betún bajo diferentes escenarios de estrés y desgaste. Para ello, fue esencial la infraestructura de Google Cloud, que permitió analizar millones de datos en tiempo récord.
Cuando la inteligencia artificial predice, simula y mejora
Bache en la carretera
El componente clave del éxito ha sido la inteligencia artificial. Luzón insiste en que sin ella, no se habrían alcanzado los niveles de precisión necesarios para replicar un proceso biológico tan complejo en un entorno inerte como una carretera. Mediante técnicas de machine learning, los científicos entrenaron a los modelos para anticipar cómo, cuándo y dónde se formarían las grietas. Y más allá de eso, fueron capaces de optimizar la combinación de materiales y la distribución de las esporas para maximizar su eficacia.
Esta aproximación tiene un doble impacto: por un lado, reduce los costes de mantenimiento y los tiempos de reparación; por otro, minimiza el uso de maquinaria pesada y los cortes de tráfico, lo que supone también un alivio para las emisiones de CO₂. De hecho, se calcula que la adopción masiva de este tipo de asfalto podría disminuir hasta en un 30% la huella de carbono del mantenimiento vial en zonas urbanas.
La tecnología no está para sustituir, sino para potenciar. El prototipo ya ha sido testado con éxito en entornos controlados, y se espera que en menos de dos años pueda empezar a implementarse en tramos urbanos de Reino Unido.


