Con el auge del uso de la inteligencia artificial en educación y ciertos puestos de trabajo también ha crecido el uso de detectores de contenido generado por inteligencia artificial. Todo para garantizar la autenticidad de los textos. Pero ¿realmente estas herramientas pueden identificar si un texto fue escrito por una IA? La respuesta, según el experto en productividad Jan Moliner, tiene matices.
Pero a los profesionales, como a la agencia JF Digital, también les preocupa que Google pueda penalizar el contenido hecho por inteligencia artificial. Sin embargo, parece que no hay castigo directo por usar IA, siempre y cuando el contenido sea útil, original y aporte valor al lector. Lo importante es que el contenido cumpla con los criterios de EEAT (Experiencia, Expertise, Autoridad y Confianza). Eso sí, el gigante tecnológico sí penaliza el contenido de baja calidad, sea humano o artificial.
La búsqueda de los detectores de IA
Moliner explica que los detectores no “leen” el contenido en busca de etiquetas invisibles o firmas digitales de ChatGPT. Más bien, analizan patrones comunes: frases demasiado correctas, estructuras gramaticales muy regulares, falta de variabilidad en la longitud de las oraciones o incluso un uso excesivo de palabras formales. Es decir, buscan estilo artificial y que sigue unos patrones.
Entre los criterios más utilizados está la perplejidad del texto (lo predecible que resulta una frase para un modelo estadístico) y la ráfaga (la variabilidad en la estructura de las frases). Cuanto más plano y uniforme es el texto, más sospechoso se vuelve. Herramientas como GPTZero, Copyleaks o Originality.ai están a la cabeza en esta carrera tecnológica.
El truco para engañar a los detectores
Los detectores de la IA no son infalibles.
Aquí es donde entra en juego el truco definitivo de Moliner. Y no, no se trata de cambiar algunas palabras o añadir errores ortográficos. La clave está en modificar los parámetros de generación del texto, no el contenido. “Si tú le das a ChatGPT un texto de referencia, este cambia por completo su estilo para imitarlo. Ahí los detectores se desorientan”, asegura. Herramientas como Reescribelow permiten precisamente eso: adaptar el estilo del texto generado para que se asemeje a uno académico o incluso al propio estilo del usuario.
El proceso es sencillo. Se introduce un texto o incluso un PDF, se elige el estilo deseado y la herramienta reescribe el contenido conservando la idea, pero alterando su forma. Además, estas herramientas permiten verificar el resultado con varios de los detectores más fiables, como GPTZero o Undetectable.ai.


