Cuando Andy Byron apareció en la Kiss Cam de un concierto junto a su compañera de empresa, las redes no solo reaccionaron al gesto, sino que activaron un efecto dominó que terminó desenterrando su historial profesional.
La imagen viral, lejos de quedar como una anécdota sentimental, provocó una tormenta de testimonios que retratan al ya ex CEO de Astronomer con una contundencia poco habitual en el entorno corporativo. Las críticas se han centrado en una faceta concreta: la manera en que dirigía su empresa y cómo trataba a su equipo.
Liderazgo
La difusión del vídeo desencadenó una oleada de reproches sobre su estilo
Las reacciones dentro de Astronomer no tardaron en extenderse más allá del impacto del vídeo. Según publicó Axios, Byron presentó su renuncia después de que la compañía emitiera un comunicado en el que dejaba claro que los estándares internos no se habían cumplido. En ese texto, la firma remarcaba que “se espera que nuestros líderes marquen la pauta tanto en conducta como en responsabilidad”.
Varios exempleados han contado al New York Post que Byron ejercía un tipo de liderazgo muy agresivo y que, tras conocerse el escándalo, el ambiente entre quienes habían trabajado a su cargo se volvió de celebración. Una de las fuentes, que había trabajado directamente con él, afirmó que “recibió su merecido castigo”. Otras conversaciones en canales de mensajería interna reflejan comentarios similares.

Andy Byron
En esas conversaciones, la percepción compartida era la de haber estado sometidos a una presión constante y a una gestión obsesionada por los resultados. Los antiguos trabajadores coinciden en que esa obsesión se traducía en formas de liderazgo que minaban el ambiente laboral. La fama de ser un jefe duro circulaba desde hacía tiempo, pero hasta ahora no había cogido tanta visibilidad pública.
Etapa anterior
El malestar acumulado venía de antes
La historia no se limita a su etapa en Astronomer. Stefan Manfreda, antiguo colega en Lacework, publicó en Instagram que Byron lo había involucrado en una operación de inversión dentro de la empresa que terminó generándole pérdidas importantes.
Según su testimonio, varios empleados fueron persuadidos para invertir internamente mientras los altos cargos acababan beneficiándose con acuerdos blindados de compensación millonaria.
El contenido compartido por Manfreda apunta a que esos contratos, conocidos como paracaídas dorados, aseguraban beneficios financieros a los directivos aunque la empresa colapsara. Su relato, ampliamente difundido en redes, coincidió con quienes ya cuestionaban el comportamiento ético de Byron dentro del entorno laboral.