Perseguir un punto en el mapa se convirtió en la única opción cuando Daniel vio que su maleta seguía avanzando fuera del aeropuerto de Los Ángeles. El AirTag que había colocado dentro marcaba un recorrido que no tenía sentido: primero hacia la zona de recogida de vehículos, después cruzando la calle y alejándose cada vez más de las instalaciones.
Aquel rastro acabó en un edificio abandonado a unos 800 metros, un lugar en el que sabía que no podía entrar por su cuenta. Fue en ese momento cuando su pareja decidió llamar a la policía para que interviniera.
Menos mal
Un rastreador marcó el rumbo cuando la maleta desapareció
Los agentes acudieron al lugar y comenzaron a iluminar el interior con linternas. Desde el exterior, Daniel alcanzó a ver cómo varios ocupantes se asomaban a las ventanas. Lo que más destacó fue que uno de ellos llevaba sus zapatos, su pantalón y su camiseta, todo el conjunto que había guardado en la maleta robada. Esa imagen confirmaba que sus pertenencias estaban allí dentro.

Daniel comprobó en su móvil que su equipaje seguía un trayecto extraño
La intervención policial terminó con la detención de varias personas. Una vez despejado el edificio, Daniel pudo entrar a recuperar lo que quedaba de su equipaje. La maleta estaba rajada y la ropa se encontraba repartida por varias habitaciones, aunque consiguió recuperar alrededor del noventa por ciento de sus cosas. A pesar de los daños, la localización del dispositivo había sido decisiva para evitar la pérdida total.
La odisea había empezado mucho antes, en la cinta de recogida del aeropuerto. Recién llegado desde Salt Lake City, Daniel esperaba encontrar su equipaje junto al resto de pasajeros. Sin embargo, la maleta no aparecía y el personal del aeropuerto tampoco conseguía dar con ella. Después de unos minutos de incertidumbre, abrió la aplicación Buscar en su iPhone y comprobó que el AirTag indicaba un movimiento extraño.

La policía entró en un edificio abandonado y halló las pertenencias robadas de Daniel
En declaraciones recogidas por NBC Los Ángeles, explicó lo que sintió al descubrirlo: “Vi que mi equipaje seguía moviéndose, incluso después de salir de las instalaciones del aeropuerto. Cuando el punto en el mapa cruzó la calle, supe a ciencia cierta que alguien se había llevado mi maleta”. Esa certeza le impulsó a salir corriendo tras el rastro digital que terminaría conduciéndole a un edificio en ruinas.
Lo curioso es que, de no haber invertido 30 euros en aquel pequeño dispositivo, hoy su maleta y su ropa probablemente seguirían en paradero desconocido.