¿Cómo puede ser que un hombre que vivía a 10.000 km de nosotros tuviera un impacto tan grande en nuestra sociedad? Esto es lo que le sucedió al dibujante japonés Akira Toriyama en 1990 con la llegada de Dragon Ball a nuestro país, cuando los hogares se paralizaban todas las tardes para disfrutar con las aventuras de Goku y compañía.
La plataforma 3Cat ha revivido el furor que se generó en Catalunya con Bola de drac (traducción del título de la serie en catalán) a través del estreno de la serie documental Llum, foc, destrucció! Dirigida por Oriol Estrada y Benet Román, la serie cuenta con reflexiones de personalidades destacadas de los medios y la sociedad catalana, que cuentan cómo aquella —no tan inocente— serie infantil marcó sus vidas para siempre.
En aquel momento, la animación proveniente ya se veía en las televisiones españolas desde hacía años (Heidi, Candy Candy, Campeones eran algunos de los muchos ejemplos), pero ninguno caló como Dragon Ball, una serie que, sin que nadie lo supiera, se iba a convertir en el referente cultural de toda una generación.
El exoticismo, tal y como revela Juan Carlos Saloz en su libro Efecto Tamagotchi, fue una de las claves de su boom en Catalunya: “El dibujo no tenía un diseño tradicional claro, sino que empleaba referentes tanto orientales como europeos para crear un estilo único. Ni siquiera el paisaje, basado en la China más bucólica, les era familiar”.
Esto, sumado al descaro de sus protagonistas y a los guiños de Toriyama hacia un público adulto que también disfrutaba —aunque fuera a regañadientes— de la serie, sirvieron como ingredientes de una fórmula perfecta que se ha estirado hasta nuestros días.
Imagen promocional de 'Dragon Ball Daima', la última serie protagonizada por Goku.
'Dragon ball'
A falta de merchandising, fotocopias
El éxito de Bola de drac en Catalunya fue tan explosivo que ni siquiera la distribuidora de la serie tuvo tiempo de planificar una estrategia de marketing y promoción a la altura. En un momento en el que prácticamente no se había vivido un fenómeno igual, aún no existía merchandising de ningún tipo. De hecho, el manga ni siquiera había sido editado en catalán ni castellano, así que los más ansiosos y espabilados comenzaron a buscar vías alternativas.
Las fotocopias se pusieron de moda: fan-arts, copias de los dibujos directamente del televisor o de revistas filtradas de Japón con las que forraban sus carpetas. Incluso, los más macarras se lanzaron a repartir fotocopias de Son Goku y Bulma tan picantes que habrían provocado la mayor de las hemorragias nasales al maestro Muten Roshi.
¿Por qué interesa publicar un manga en España? A los japoneses no les cabía en la cabeza
Hasta que por fin, en mayo de 1992, salieron los mangas de Dragon Ball. “Aquella era la primera vez que la gran editorial Shūeisha recibía una oferta para licenciar uno de sus mangas en un país europeo. La pregunta principal era: '¿Por qué interesa publicar un manga en España?' A los japoneses no les cabía en la cabeza”, explica Saloz en su libro.
Mutenroshi, personaje de 'Dragon Ball'.
'El doctor Slump' y 'Bola de drac'
Una adolescencia marcada por Akira Toriyama
Fue un shock cultural en toda regla. Los que éramos habituales de TV3 ya llevábamos años aficionados a los dibujos de Toriyama. Doctor Slump triunfaba en la pequeña pantalla desde 1987, así que cuando llegó Bola de drac un poco más tarde, nos conquistó el corazón desde el primer capítulo.
Todos estábamos poseídos por el espíritu de Goku. En mis ratos de desconexión en clase, desarrollé la capacidad de dibujar Son Gokus y Follets Tortuga de memoria, casi tan perfectos como los que hacían los profesionales —como mi hermano, que desarrolló un arte sin igual gracias a la serie—.
En la hora del patio, corríamos entonando la misma onomatopeya [ngengengengenge] que gritaba Goku al correr, y nos hacíamos fotos con flash ante el espejo para ver si éramos capaces de recrear un efecto kameame. Sí, en aquel entonces decíamos kameame, lo de kamehameha vino más tarde.
Pero lo que más nos atrapó fue el día en que Son Goku se fue a la Vila del Pingüí a buscar una bola de dragón. Los podría atropellar un camión en ese momento y ni nos habríamos dado cuenta. Fue un crossover que da mil vueltas a todo lo que hemos visto posteriormente en Marvel.
Los otakus catalanes y la normalización del catalán le deben mucho a Bola de drac. Años más tarde vi un capítulo por error en una televisión estatal, y oír la serie en castellano me provocó el peor de mis gatillazos. Mi zona de confianza era el catalán, como también lo fue para toda mi generación, que años más tarde berreaba los openings y endings de la serie en las cenas universitarias. Lo mismo ocurre con quienes vieron la serie en gallego, que llegó un poco antes, o incluso en euskera. Fue una de las mejores cosas que hizo la cultura por las lenguas de cada territorio.
Super Saiyan 4 de Son Goku en 'Dragon Ball GT'.
Dragon Ball
Con GT llegó el declive
Como pasa con muchas series antiguas y actuales, la primera temporada suele ser la mejor. Con suerte, la segunda mantuvo el nivel. Bola de drac Z nos retuvo gracias a transformaciones, batallas mortales y amenazas cada vez más impresionantes.
Pero luego se sacaron de la manga (nunca mejor dicho) la continuación extraoficial, Bola de drac GT, y ahí empezó a complicarse todo: demasiados personajes, demasiadas luchas, líos de familia, fusiones y menos dosis de simplicidad cómica y gamberrismo, que era lo que nos atrapó en un primer momento. Adiós inocencia, la serie se había hecho adulta con nosotros.
Dragon Ball acumula 20 temporadas y 600 episodios, sin contar las películas que se han hecho. De todo este periplo, me quedo con las dos primeras remesas, llamadme nostálgico, aunque lo cierto es que sigue adelante con Bola de Drac Super, que acaba de llegar también en catalán. A partir del 6 de junio está disponible en la plataforma 3Cat, para que todos los nostálgicos podamos volver a ilusionarnos con Son Goku y compañía.
