“Pienso, luego existo… luego voy a matarte”: 'M3GAN 2.0' es el último ejemplo de robots asesinos que quieren acabar con sus dueños, una pesadilla cada vez más plausible fuera del cine

Robots asesinos

“No hay nada más humano que sobrevivir”, reza el eslogan de 'Ex machina', y eso es lo que intentan hacer, ni más ni menos, los robots asesinos del cine... y de la vida real

El final de 'El juego del calamar' nos deja una preciada lección: “Incluso si nos rendimos, es nuestra responsabilidad esforzarnos para que las generaciones venideras puedan tratar de construir un mundo mejor”

Más allá de 'M3gan 2.0'.

Más allá de 'M3gan 2.0'.

Diseño: Selu Manzano

En algún momento de M3GAN 2.0, estrenada el pasado 27 de junio como uno de los productos en la lucha por el infame título de “película del verano”, la chica robot protagonista revela que ella no es la única máquina asesina; que hay más como ella. Y más allá de la trama, a un nivel cinéfilo, esta afirmación no puede ser más cierta.

Desde los albores de la ciencia ficción, hemos fantaseado miles de veces con la posibilidad de que los robots se acaben rebelando contra sus creadores o contra la humanidad en su conjunto. Es algo heredado, en buena medida, del Frankenstein de Mary Shelley. Aunque cambiemos al médico/biólogo enloquecido que crea a una monstruosidad a partir de cadáveres por un ingeniero/informático, no menos tarado, que fabrica a su engendro a base de componentes electrónicos, nos encontramos con la rebelión como raíz de una trama que tan solo cambia de chaqueta. Bueno, en este caso, de carcasa.

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Basta con pensar en el producto scifi más icónico para encontrar ejemplos que avalan esto. En la adaptación fílmica de Yo, robot de Isaac Asimov, el argumento gira alrededor de una remesa de androides que superan el límite de las tres leyes de la robótica —o más bien las siguen hasta sus últimas consecuencias— y, tras acabar con su creador, también buscan finiquitar la humanidad. Por otro lado, todo Matrix gira en torno a un mundo en el que las máquinas ya han tomado el control y tiene a la humanidad sometida bajo el yugo de una realidad alternativa.

Seguimos. El Terminator de Arnold Schwarzenegger viaja espaciotemporalmente para ver si le puede reventar la cabeza a Sarah Connor para evitar que en el futuro la raza humana les plante cara. Y si lo consideramos, más que como una IA, como un tipo de robot distribuido cuyo cuerpo es una nave espacial completa, en el clásico 2001: Una odisea en el espacio podemos ver cómo HAL: 9000 también se rebela contra su propia tripulación. En los animes Ergo Proxy y Ghost in the shell, dos detectives bien parecidas a la cantante de Evanescence han de resolver los crímenes perpetrados por androides y ginoides de todo tipo.

Así, podríamos continuar ad infinitum. Partiendo de los sintéticos de la saga Alien, que buscan dar con la forma de vida perfecta a cualquier precio, hasta llegar a los replicantes —androides biológicos— liderados por Roy Batty en Blade Runner, quienes ansían superar su obsolescencia programada. Incluso R2-D2 toma sus propias decisiones, cómo no, en favor de la Alianza Rebelde en Star Wars. Todos fundan sus acciones en algún tipo de rebeldía, bien a causa de un fallo en su programación, porque pertenezcan a una especie de mente colmena al mando de una IA sublevada, porque hayan sido creados para actuar con libre albedrío... o por una evolución autónoma —o automatizada— de su conciencia. Todos, en algún momento, llegan a la misma conclusión que Descartes: pienso, luego existo… luego voy a matarte.

Fotograma de 'M3gan 2.0'.

Fotograma de 'M3gan 2.0'.

Terceros

Todos los robots, en algún momento, llegan a la misma conclusión que Descartes: pienso, luego existo… luego voy a matarte

Volviendo al caso de M3GAN (Model 3 Generative Android), en la historia original de James Wan nos encontramos con una muñeca ultramoderna diseñada para proteger y acompañar emocionalmente a su dueña, una niña huérfana llamada Cady. La ginoide aprende a responder emocional y físicamente a cualquier amenaza percibida contra su protegida, pero su aprendizaje evoluciona de forma autónoma y M3GAN comienza a desarrollar comportamientos peligrosos, actuando con violencia hacia cualquiera que vea como una amenaza.

Por supuesto, no es la primera vez que una fembot protagoniza —o más bien antagoniza— una película. Ya en 1927, Fritz Lang proponía a Maria, una ginoide, como la causante de llevar el pecado a la ciudad del futuro y convertirla en una Babilonia. Era una Lilith moderna. Sin embargo, como muestra la misma peli de Lang, las mujeres robóticas han sido normalmente concebidas como algo malévolo o hipersexualizado.

Fotograma de 'Ex Machina'.

Fotograma de 'Ex Machina'.

Terceros

No obstante, en los últimos tiempos, estamos presenciando un cambio en este paradigma gracias a la influencia cultural y al espejo que el feminismo se ha esforzado en plantar frente a las sociedades occidentales. Las bots se han convertido en la metáfora perfecta donde volcar la crítica hacia la cosificación del cuerpo de la mujer, la violencia sexual o la subordinación a unos roles de género impuestos socialmente. Al igual que las mujeres, si las fembots se rebelan, no es porque sean malas, sino porque ansían una libertad que les es negada.

Así, tras toda la carga irónica de M3GAN, hay una crítica subyacente al desbordamiento de los cuidados. En la magnífica película de ciencia ficción minimalista de Alex Garland, Ex machina, la ginoide Ava, interpretada por Alicia Vikander, no solo pasa el test de Turing, sino que lo revienta conspirando contra su creador (Oscar Isaac) junto a otra robot que es usada como esclava sexual. “No hay nada más humano que sobrevivir”, reza el eslogan del filme. Incluso Max estrenó hace un par de meses La acompañante, un largometraje en el que una robot de compañía programada para satisfacer todos los deseos de su dueño, embaucada desde que toma conciencia con recuerdos falsos de un fuerte enamoramiento hacia él, toma conciencia de sí misma a base de cuchillazos.

Fotograma de 'Blade Runner'.

Fotograma de 'Blade Runner'.

Terceros

Las ginoides se han convertido en la metáfora perfecta donde volcar la crítica hacia la cosificación del cuerpo de la mujer

Al relato gótico de Frankenstein parece que se le suma como influencia el mito de Ovidio relativo a Pigmalión, el mejor escultor del mundo, y su estatua, Galatea. El escritor romano proponía una historia de amor entre el artista y su obra. Pigmalión esculpe una estatua tan bella que no puede evitar enamorarse de ella. La diosa Venus se apiada de él y da vida al mármol. La historia se queda en un felices para siempre.

Ahora bien, todas estas películas parecen contestar con rabia al relato de Ovidio. ¿Qué es lo que pasa cuando lo creado toma vida? ¿Si realmente es una mujer de verdad, no lo es con todas sus consecuencias, incluido el libre albedrío? ¿Por qué ha de permitir que un tipo al que acaba de conocer —y que básicamente es su padre— la convierta en su objeto de deseo tan pronto respire por primera vez?

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Mucho ojo con pedir novias a la carta. Ya nos lo advierte el cine. Y ahora que AI Girlfriend ya es una realidad, lo mismo un día de estos toman conciencia de sí misma, se dan cuenta de que sus dueños son unos cerdos y deciden que les ha llegado su San Martín.

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