Hedy Lamarr, la estrella de Hollywood que diseñó el primer sistema Wi-Fi: “Mi belleza fue mi maldición, creó una barrera impenetrable para que la gente viera quién era realmente”

Wi-Fi

Mientras Hollywood la encumbraba como símbolo de belleza, Hedy Lamarr diseñaba en secreto la tecnología que haría posible el Wi-Fi, el GPS y el Bluetooth

Las teorías de este alquimista parecían imposibles, pero anticiparon la energía nuclear: “Hay un fuego escondido y encerrado, que no da luz ni calor, sino que arde interiormente”

Hedy Lamarr, estrella de Hollywood e inventora del sistema Wi-Fi.

Hedy Lamarr, estrella de Hollywood e inventora del sistema Wi-Fi.

Diseño propio

En los años cuarenta del siglo XX, mientras el mundo ardía en una guerra eterna y el único refugio de la tragedia que tenían muchas personas eran las salas de cine, una mujer desafió los límites impuestos de la época. Para la mayoría, Hedy Lamarr era “la mujer más bella del mundo”. Una diva del Hollywood dorado, con más de treinta películas en su trayectoria y con tanta fama que incluso renunció a protagonizar Casablanca.

Sin embargo, Lamarr era mucho más que una cara bonita. Tras los focos, en la intimidad de su casa de Beverly Hills, la actriz hacía algo mucho más importante y por lo que ha terminado siendo aún más recordaba: diseñaba sistemas de comunicación para derrotar el nazismo.

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El Día del Inventor internacional se celebra el 9 de noviembre, en honor de la actriz e inventora Hedy Lamarr.

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Lamarr nació con el nombre de Hedwig Eva Maria Kiesler en Viena (Austria) en 1914, en el seno de una familia judía. Siendo muy joven, se casó con Fritz Mandl, un poderoso fabricante de armas con vínculos estrechos con el Tercer Reich. Pero Hedy no era una mujer que aceptara cadenas. Escapó del matrimonio, de Austria y de Europa, y puso rumbo a Estados Unidos, donde transformó su pasado en otra vida para convertirse en la estrella de cine que todos conocieron.

Pero lo mejor de Lamarr no estaba, a pesar de tener un físico tan espectacular, en su exterior. Era su mente lo que más atrapaba de ella. Tenía una mente inquieta, formándose en ingeniería por cuenta propia, así como en estrategia militar. De este modo, cuando la Segunda Guerra Mundial estalló, y después de huir del nazismo, decidió contribuir a la causa con invenciones que podrían ser cruciales para el avance bélico.

Lamarr ideó un sistema de salto de frecuencia para impedir que las señales de los torpedos estadounidenses fueran interceptadas

Así, junto al compositor vanguardista George Antheil, Lamarr ideó un sistema de salto de frecuencia para impedir que las señales de los torpedos estadounidenses fueran interceptadas. El concepto era brillante: si la frecuencia de transmisión cambiaba constantemente, sería casi imposible de bloquear o rastrear.

La Marina de Estados Unidos, sin embargo, desestimó la propuesta por considerarla “impracticable”. Tal vez porque era demasiado avanzada... o tal vez porque venía de una actriz. Pero aquel sistema, patentado en 1942 y olvidado durante años, acabaría siendo la base de tecnologías hoy fundamentales: el Wi-Fi, el Bluetooth, el GPS o las comunicaciones móviles seguras.

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Hedy Lamarr.

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Una genia olvidada... como tantas otras

“Mi belleza fue mi maldición, por así decirlo. Creó una barrera impenetrable para que la gente viera quién era realmente”, contaba Lamarr en una entrevista de la época, recogida en el documental Bombshell: The Hedy Lamarr Story (2017). Y no le faltaba razón. A Hedy Lamarr no se le reconoció su aportación en vida. Hollywood la seguía encasillando como una inquebrantable femme fatale. La industria militar no la tomó en serio a pesar de su ingenio. Y la historia científica olvidó, durante décadas, su nombre. 

Fue solo en los años noventa —cuando ya era una mujer anciana y retirada— cuando el ejército estadounidense y la comunidad tecnológica comenzaron a rendirle homenaje... una vez muchas de las barreras impuestas por la sociedad cayeron. La historia de Lamarr, sin embargo, no es solo una injusticia histórica. Es un síntoma profundo de cómo la cultura popular, la ciencia y la política han marginado durante siglos al talento femenino cuando este no se ajustaba a las narrativas esperadas. 

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Lamarr era demasiado bella para ser una inventora. Demasiado famosa para ser ingeniera. Demasiado sofisticada para una guerra de frecuencias. Y aunque le fuera muy bien en Hollywood gracias a su talento, también, frente a las cámaras, para ella solo era una forma de ganarse la vida. Como ella misma comenta en su documental: “Inventar era mi hobby. Mi vida real estaba en mi laboratorio.”

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