Una ola gigante está recorriendo la Vía Láctea. Los científicos de momento no saben por qué

Astronomía

El fenómeno ha sido identificado por el equipo dirigido por Eloisa Poggio del Istituto Nazionale di Astrofísica en Italia

Noche hermosa cielo, la vía Láctea, meteoro y los árboles. Elementos de esta imagen proporcionada por la NASA.

Vía Láctea

Getty Images

La comunidad científica ha identificado una enorme ola que se propaga a través del disco de la Vía Láctea, similar al movimiento de las ondas que se generan en el agua al lanzar una piedra a un estanque. 

El hallazgo, liderado por Eloisa Poggio del Istituto Nazionale di Astrofísica (INAF) de Italia, ha sido posible gracias a los precisos datos del telescopio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA).

“La gran ola”

La estructura, bautizada como “la gran ola”, revela una oscilación vertical masiva en las estrellas de nuestra galaxia, un movimiento que podría ofrecer nuevas pistas sobre su historia dinámica y las fuerzas que la moldean.

El estudio, publicado recientemente por el equipo de Poggio, describe este fenómeno como una “corrugación vertical a gran escala” que se superpone a la deformación ya conocida del disco galáctico. Es decir, franjas enteras de estrellas se desplazan “hacia arriba” y “hacia abajo” respecto al plano galáctico, en un patrón ondulante que recorre miles de años luz.

Horizontal

Un hombre contempla la Via Láctea

Getty

Sin embargo, la causa de esta onda sigue siendo un misterio. Una de las principales hipótesis apunta a que la Vía Láctea pudo haber sufrido una colisión con una galaxia enana, posiblemente la galaxia de Sagitario, cuya interacción habría generado estas perturbaciones, tal y como han demostrado simulaciones anteriores.

Las dimensiones de la “gran ola” son colosales. Los astrónomos estiman que el desplazamiento vertical de las estrellas alcanza entre 150 y 200 parsecs (unos 650 años luz), extendiéndose a lo largo de más de 10.000 años luz, e incluso hasta 20.000, según las mediciones más amplias. Esta estructura afecta una vasta región del disco exterior de la galaxia, situada a decenas de miles de años luz del centro galáctico.

La onda de Radcliffe. Las nubes que componen esta estructura están resaltadas en rojo y superpuestas sobre una ilustración artística de la Vía Láctea. La ubicación del Sol está resaltada con el punto amarillo.

Onda de Radcliff

UNIVERSIDAD DE VIENA / Europa Press

Gracias a las observaciones en tres dimensiones del satélite Gaia, que registra posición y movimiento estelar con una precisión sin precedentes, los científicos analizaron dos tipos de estrellas jóvenes, gigantes y Cefeidas clásicas, revelando así el patrón ondulatorio.

Lo que hace este descubrimiento aún más asombroso es la confirmación de que la onda está en movimiento. “Lo que hace que esto sea aún más convincente es nuestra capacidad, gracias a Gaia, de medir también los movimientos de las estrellas dentro del disco galáctico”, explicó Eloisa Poggio en el comunicado del INAF.

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Impresión artística muestra un campo de estrellas de Población III, compuestas solo por hidrógeno y helio (sin metales), tal y como habrían aparecido apenas 100 millones de años después del Big Bang

Los investigadores comparan este comportamiento con la ola humana de un estadio: mientras unas personas están de pie (la cresta), otras se sientan o se levantan, produciendo un desplazamiento colectivo. 

En la galaxia ocurre algo similar, con un desfase de 90 grados entre la posición y la velocidad de las estrellas, lo que constituye una prueba irrefutable de que se trata de una onda en propagación que viaja desde el interior hacia los bordes de la Vía Láctea.

Esta “gran ola” es mucho más extensa que la Onda de Radcliffe, un filamento de gas de unos 9.000 años luz de largo descubierto en 2020 cerca del Sol. Aunque ambos fenómenos muestran ondulaciones, los científicos creen que son estructuras distintas.

Dado que las estrellas jóvenes analizadas nacieron del gas del disco, el equipo sospecha que la onda arrastra tanto a las estrellas como al gas interestelar, dejando una especie de “memoria galáctica” del evento que la originó.

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