Me he probado un exoesqueleto para personas con lesión medular: ahora sé lo que implica para ellos y por qué no tiene sentido para una persona con funcionalidad plena

Avance tecnológico

“Una persona con funcionalidad plena en las piernas no es capaz de dejarse llevar por un exoesqueleto y nunca será capaz de experimentar su uso igual que alguien sin capacidad motora”

Prueba de un exoesqueleto.

Prueba de un exoesqueleto.

Víctor Endrino

Esta es la segunda parte de un reportaje que comenzó por descubrir cómo funciona un exoesqueleto terapéutico, explicado por la fisioterapeuta del instituto Guttmann Eva Morales y con la demostración práctica del paciente Raúl Sánchez. Hace once años que sufre una tetraplejía y acude al centro dos veces por semana para levantarse de la silla de ruedas y dar unos pasos biónicos caminando por el centro. 

El dispositivo, que pesa 17 kilos, proporciona un efecto terapéutico, no solo para el organismo, sino también en el plano emocional. Al ver todos los beneficios del paseo, me planteé qué se debía sentir en una situación como esta. Del mismo modo en que nos podemos sentar en una silla de ruedas para experimentar el día a día de una persona con discapacidad, pensé que enfundarme el exoesqueleto sería algo parecido. Nada más lejos de la realidad. 

El exoesqueleto médico Able se diseña y construye en Barcelona.

El exoesqueleto médico Able se diseña y construye en Barcelona.

Víctor Endrino

La experiencia del exoesqueleto

Primera sorpresa: tengo una pierna más larga que la otra

Cuando la fisioterapeuta Eva Morales me midió las piernas para ajustarme el exoesqueleto, descubrió que mi pierna izquierda, el tramo del muslo, es un centímetro más corto que el otro. Empezamos bien. 

Morales me hizo sentar en una camilla, donde me ató el exoesqueleto mediante correas, fijaciones y cinturones. “Hay que ir con cuidado, porque los pacientes sin sensibilidad no notan si les estamos apretando demasiado o si alguna parte les roza”, comenta la profesional.

Llega el momento de levantarse. Intenté hacer el movimiento, pero la armadura me lo impedía, es un aparato muy rígido, capaz de aguantar a una persona. La acción de ponerse en pie la hace el exoesqueleto, y fue una sensación muy extraña.

Ampliar Probando un exoesqueleto en el instituto Guttmann de Barcelona.

Probando un exoesqueleto en el instituto Guttmann de Barcelona.

Víctor Endrino

Primeros pasos con el exoesqueleto

La máquina tiene un control central (un móvil acoplado) en la parte de la espalda. Desde la pantalla, aparte de los datos y métricas, se ajusta el grado de asistencia que debe ejercer el exoesqueleto, en función de la lesión del paciente. Puede configurarse en manual (la fisioterapeuta dispara cada paso mediante unos botones) o automático, que se guía por sutiles movimientos de la cadera que pueda hacer el usuario.

En mi caso, y después de unos pasos accionados por la fisio, pasé al modo asistido en el que mi tronco timoneaba la marcha. No era nada fácil. De hecho, me di cuenta de que mis piernas hacían la acción involuntaria de andar, los músculos actuaban sin que yo fuera capaz de dejarlos inertes. Aunque quisiera, no podía dejar las piernas sin movimiento. 

Ponerse en la piel de alguien sin sensibilidad ni movilidad en las piernas (y en muchos casos, también en los brazos) es algo prácticamente imposible para una persona funcional. Los músculos se mueven sin querer, crees que el exoesqueleto te está llevando por completo, pero en realidad solo te acompaña. Cuando se activaba un paso en el exoesqueleto, mi pierna iba con él y yo notaba que los músculos permanecían activos. No se puede dejar el peso muerto a menos que te anestesien.

Usando un esqueleto terapéutico en el instituto Guttmann.

Usando un esqueleto terapéutico en el instituto Guttmann.

Víctor Endrino

Una vez concluida la experiencia, el exoesqueleto se sentó y yo me lo pude quitar. Fue entonces cuando me di cuenta de lo lejana que es la experiencia cuando se intenta recrear esta situación sin tener una discapacidad. Sigo sin tener la más remota idea de lo que es ni de lo que supone usar un exoesqueleto como paciente real, aunque sí sirvió para recordarme a mí mismo la suerte que tenemos los que podemos correr para no perder el autobús.

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