Cuando Steve Jobs presentó el primer iPhone en 2007, día en el que cambiaría la tecnología para siempre, declaró: “Hoy, Apple va a reinventar el teléfono”. Sin duda, tenía razón en sus palabras. Desde entonces, el mundo digital no ha sido el mismo... y, sin embargo, lo que no anticipó es que también estaba “reinventando” por completo a China.
Hoy en día, solo China está a la altura de Estados Unidos a nivel tecnológico. La tecnología puntera desarrollada en Shenzhen está a la altura —e incluso supera en muchos casos— a la de Silicon Valley. Y gran parte de la culpa de ello es de Apple.
La compañía de Jobs eligió cuidadosamente a China como fabricante de sus productos por motivos bastante evidentes: su bajo coste laboral, su flexibilidad laboral y su capacidad para desplegar infraestructuras rápidas. Todas estas son característica de un Estado que “puede hacer las cosas sin presión democrática”, según anunciaron entonces.
Pero Apple les estaba dando un arma a un estado que pronto podría apropiárselas. Llevó consigo herramientas avanzadas, maquinaria de alta precisión y un ejército de ingenieros que formaron a millones de trabajadores chinos. En China tuvieron claro que era el camino a seguir. Según Patrick McGee, el país destinó 275.000 millones de dólares entre 2016 y 2021 —más del doble del Plan Marshall— en salarios e inversión industrial y tecnología.

El vicepresidente senior de Xiaomi Corporation, Xiang Wang, durante la presentación del Mi 9 y el Mi Mix 3 5G, los dos nuevos teléfonos de la compañía china.
Sin ir más lejos, Apple valoró que en Shenzhen podía contar con “8.700 ingenieros industriales en 15 días”, algo impensable en EE. UU., donde el mismo perfil tardaría nueve meses. Esa velocidad y escala solo puede permitirse en el país asiático. Pero, si no fuera por aquella decisión de Apple en 2007... probablemente ni se lo hubieran planteado.
Porque el traslado de su fabricación a China no solo se trató de producción en serie. Los proveedores absorbieron saber hacer en microfabricación, diseño de semiconductores, optimización de líneas y control de calidad. Un exdiseñador de Apple declaró en Vanity Fair de qué iba todo aquello: “No recuerdo, jamás, una retención estratégica de información… cada día inventabas cómo resolver un problema… sin querer, los estábamos capacitándolos con un conocimiento increíble”.
Gracias a esto, surgieron decenas de empresas capaces de replicar —y mejorar— los procesos de calidad, rendimiento y coste que Apple estableció. El resultado: para 2024, cerca del 60 % de los móviles en todo el mundo eran de marcas chinas como Huawei, Xiaomi, Oppo y Vivo. Además, tecnologías de vanguardia —IA integrada, chips locales o sensores avanzados— se han beneficiado de la sofisticación adquirida en este ecosistema. El iPhone no solo movilizó a China, sino que le dejó la receta del éxito. Ahora, el secreto está en si ese conocimiento hará que el padawan supere al Jedi... o si bien se quedará siempre a su sombra.