En la frenética carrera por conectar el cerebro humano con la inteligencia artificial, Neuralink ha sabido posicionarse como el principal referente del sector. Fundada por Elon Musk en 2016, la empresa ha prometido curar enfermedades neurológicas, restaurar la movilidad en personas con parálisis y, en última instancia, acelerar la simbiosis entre humanos y máquinas. Pero detrás de su relato futurista se esconde un episodio muy oscuro que Neuralink hubiera preferido enterrar... literalmente.
Tal y como informa Wired, entre 2017 y 2020, Neuralink llevó a cabo sus primeros experimentos con primates en colaboración con la Universidad de California en Davis, una institución pública estadounidense. Durante esos años, al menos doce monos fueron intervenidos con implantes cerebrales en pruebas que, según la compañía, buscaban sentar las bases de sus actuales desarrollos tecnológicos. Sin embargo, no todas las pruebas salieron como se esperaba, y algunas concluyeron con la muerte de los animales en circunstancias que han sido calificadas como negligentes tanto por grupos de derechos animales como por exempleados.
Ahora se ha sabido que Neuralink solicitó formalmente la destrucción de cientos de fotografías y vídeos capturados durante esos experimentos. El material incluía radiografías, informes clínicos, grabaciones de las cirugías y otras imágenes tomadas en las instalaciones de la universidad. Según la investigación de Wired, la empresa habría querido evitar que esos registros se hicieran públicos. ¿La razón? La existencia de imágenes que mostraban con crudeza los efectos de unas pruebas aún inmaduras y potencialmente dañinas.
Uno de los casos más perturbadores documentados en los archivos internos señala la muerte de un mono tras recibir un implante cerebral fijado con un adhesivo no aprobado para este tipo de procedimientos. El material provocó una reacción adversa grave, con consecuencias fatales. Lejos de tratarse de una simple complicación quirúrgica, el incidente fue, según excolaboradores, el resultado de una decisión técnica equivocada.
En respuesta a las crecientes críticas, Neuralink ha defendido públicamente que todos los animales utilizados estaban “terminalmente enfermos” antes de las intervenciones. Sin embargo, documentos obtenidos por Wired contradicen esta versión. Algunos monos llevaban más de un año en las instalaciones de UC Davis antes de ser sometidos a cualquier cirugía, y su estado de salud era estable en ese momento.
La decisión de solicitar la destrucción de los archivos ha desatado un nuevo debate sobre los límites de la colaboración entre empresas tecnológicas y universidades públicas. ¿Hasta qué punto deben las instituciones académicas ceder ante las exigencias de sus socios privados? ¿Quién tiene derecho a decidir qué se conserva y qué se elimina de la historia científica?
“La falta de transparencia en estos ensayos socava la confianza pública en una tecnología que ya plantea enormes dilemas éticos”, señala Ryan Merkley, director de políticas públicas de la organización sin ánimo de lucro Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM), que ha liderado parte de las acciones legales para obtener información sobre los experimentos.
Neuralink ya no necesita este tipo de experimentos. Desde hace tiempo ha obtenido luz verde de la FDA para realizar ensayos clínicos en humanos. La empresa incluso ha anunciado públicamente que su primer paciente humano ya puede controlar un cursor con la mente. Pero los fantasmas del pasado siguen ahí, y la decisión de borrar su rastro visual habla más del proyecto que cualquier vídeo promocional.


