“No es una guerra de chips, es una guerra de visiones”. Con esa idea de fondo, Sam Altman, CEO de OpenAI, advirtió en San Francisco sobre la amenaza que representa Pekín en la carrera global de la inteligencia artificial. “Estoy preocupado por China”, señaló en declaraciones recogidas por CNBC.
En gran parte, su preocupación se debe a la potencia de DeepSeek, principal competidor chino de ChatGPT. “DeepSeek-R1 es un modelo impresionante, particularmente por lo que son capaces de entregar por el precio”, cuenta, tal y como recogen en Reuters.
El ascenso de DeepSeek ha puesto en alerta a Silicon Valley. Fundada en Hangzhou, la compañía ha logrado posicionar su modelo DeepSeek-R1 como una alternativa sólida a ChatGPT y otros sistemas occidentales. Su gran atractivo reside en la relación entre coste y prestaciones: con una inversión muy inferior a la de sus rivales estadounidenses, el sistema ha alcanzado niveles comparables en razonamiento lógico y capacidad de inferencia.
Altman lo resume así: “Hay capacidad de inferencia, donde China probablemente puede construir más rápido. Está la investigación, está el producto; son muchas capas en todo esto”, declaró en una entrevista recogida por Tom’s Hardware.

Sam Altman, CEO de OpenAI.
Puedes frenar la exportación de algo, pero quizá no sea lo correcto… y siempre habrá otra vía
Las autoridades estadounidenses han intentado contener el avance de China mediante restricciones a la exportación de chips avanzados. Sin embargo, el propio Altman ha mostrado dudas sobre su eficacia. “Puedes frenar la exportación de algo, pero quizá no sea lo correcto… y siempre habrá otra vía”, dijo en declaraciones recogidas por Infobae.
La presión de DeepSeek incluso ha obligado a OpenAI a modificar su estrategia. En agosto, la compañía liberó los pesos de varios de sus modelos, una decisión inédita que Altman justificó así: “Si no lo hacíamos, el mundo iba a construirse principalmente sobre modelos open source chinos”, reconoció en entrevista con Business Insider. Este giro refleja hasta qué punto Pekín ha conseguido marcar el paso en la definición del mercado.
El desafío va más allá de lo económico. Mientras en Occidente se impone un modelo cerrado y comercial, con suscripciones de pago y acceso limitado a las tecnologías, China apuesta por el código abierto como instrumento de influencia. Esta estrategia busca democratizar la IA y extender la presencia de sus sistemas en mercados emergentes, donde la barrera del coste es decisiva. Los expertos lo describe como “un desafío directo a Occidente”, ya que pone en entredicho la idea de que solo Silicon Valley puede liderar la próxima revolución tecnológica.