Subhash Kak, matemático: “La IA podría provocar una catástrofe que acabaría con el 98,8 % de la humanidad; en 2030 seríamos apenas 100 millones de personas”
Inteligencia artificial
El académico Subhash Kak advierte que la eficiencia extrema de la inteligencia artificial podría hacer obsoletas las funciones humanas, provocando un colapso gradual de la natalidad y reduciendo drásticamente la población mundial
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Subhash Kak, matemático.
No una guerra de máquinas, sino un lento apagón de la humanidad. Así describe Subhash Kak el escenario que la inteligencia artificial podría desencadenar en los próximos siglos: una reducción drástica de la población mundial hasta dejarla en apenas 100 millones de personas hacia el año 2300.
Kak, profesor de Ciencias de la Computación en la Universidad Estatal de Oklahoma, es conocido tanto por sus contribuciones en teoría de la información, redes neuronales e información cuántica como por sus intereses menos ortodoxos en historia de la ciencia, textos védicos y filosofía. En The Age of Artificial Intelligence (2025), plantea que la IA no debe ser consciente ni tener malicia para desencadenar efectos devastadores: bastaría su capacidad imparable de automatización para desbordar los sistemas sociales y económicos tradicionales.
Su advertencia es clara: “Una catástrofe que podría acabar con el 98,8 % de la humanidad”. Kak se refiere así a un posible declive poblacional provocado por la automatización extrema.
Según sus estimaciones, hacia el año 2300 la población mundial podría caer hasta llegar, incluso, a los 100 millones de personas, afectada por la caída en la natalidad ligada a la pérdida de empleo, la incertidumbre económica y la falta de propósito vital.
La IA va más allá de lo que imaginamos.
El mecanismo que propone Kak se basa en lo que él llama la “trampa de la eficiencia total”: cada avance en automatización reduce trabajos, erosiona la capacidad de proyectarse al futuro (tener familia, incluirse socialmente) y debilita los incentivos para sostener la reproducción. Ya hoy, países como Japón, Corea del Sur y varias naciones europeas muestran tasas de natalidad en declive, asociadas en parte al coste de la vida, la precariedad laboral y la incertidumbre sobre el mañana.
Si esta tendencia continúa, Kak imagina ciudades cada vez más vacías, instituciones que pierden relevancia (administración, cultura, política) y un tejido social erosionado por lo que él considera “obsolescencia funcional” de lo humano: no por deseo de erradicación, sino por falta de espacio para nuestras funciones ante sistemas más eficientes e impasibles.
Estamos entrando en una trampa de la eficiencia total
Sin embargo, hay quienes critican su planteamiento por determinista tecnológico. No hay consenso en la comunidad científica de que la automatización necesariamente lleve a una reducción poblacional tan severa o irreversible. Informes de McKinsey y Oxford Economics muestran que, aunque algunos empleos desaparecerán, podrían surgir otros en industrias nuevas, y que políticas adecuadas podrían mitigar los impactos sociales. Además, factores culturales, migratorios, demográficos y políticos podrían contrariar las proyecciones más extremas de Kak.
Al fin y al cabo, la visión de Kak funciona como una advertencia: no tanto sobre lo que ocurrirá con certeza, sino sobre lo que podría ocurrir si dejamos que la eficiencia se convierta en nosso único criterio.