Kai-Fu Lee, pionero de la IA educativa: “Los estudiantes nunca superarán a la IA en memoria o ecuaciones… a menos que cambiemos radicalmente la educación”

Inteligencia artificial

Kai-Fu Lee advierte sobre los peligros que tenemos de seguir educando sin tener en cuenta el desarrollo tecnológico

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Kai-Fu Lee, máxima autoridad en inteligencia artificial

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En un aula de primaria dentro de diez años, un niño trabaja con una tablet que parece anticiparse a cada una de sus dudas. Cuando tropieza con una fracción, la pantalla ajusta el ejercicio en tiempo real; cuando progresa, acelera el ritmo; cuando se bloquea, reformula la explicación con otra metáfora visual. La maestra observa la escena con atención serena. No compite con la máquina: la interpreta. Interviene donde importa. El aprendizaje fluye, humano y asistido, sin fricciones. Ese es exactamente el tipo de escenario que imagina Kai-Fu Lee.

Kai-Fu Lee no es un tecnólogo más. Exejecutivo de Google China, pionero en reconocimiento del habla y hoy uno de los inversores en IA más influyentes del mundo, lleva años advirtiendo de que la era de la inteligencia artificial exige repensarlo todo: desde la economía hasta la identidad humana.

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En sus recientes reflexiones, Lee pone el foco en un territorio donde la disrupción será profunda y emocionalmente delicada: la educación. Su tesis es que los estudiantes “nunca superarán a la IA en memoria, estudio o ecuaciones matemáticas” si la escuela sigue midiendo esas habilidades. Por eso advierte que, sin una transformación radical, “el futuro será desolador y tenemos que cambiar radicalmente la educación”.

El ecosistema que describe Lee es coral. Por un lado, está la IA compañera del alumno, capaz de analizar su ritmo de aprendizaje con una precisión imposible para un docente con 30 estudiantes. “La IA podrá acompañar al niño en su ritmo: puede ofrecer ejercicios adaptados, detectar dónde se atasca y avanzar cuando domine el tema”, afirma Lee.

La IA podrá acompañar al niño en su ritmo: puede ofrecer ejercicios adaptados, detectar dónde se atasca y avanzar cuando domine el tema

Contributing Writerpionero de la IA educativa

Por otro lado, emerge el profesor humano, cuya figura no desaparece: se reconfigura. Libera tiempo —“entre un 40 y un 50%”, según Lee— porque deja de corregir deberes y configurar informes; puede dedicarse a escuchar, guiar, motivar, tutelar emociones. A su alrededor orbitan desarrolladores de IA educativa, instituciones que deben adaptar currículos, gobiernos que regulan y familias que temen la brecha digital.

La tensión que plantea Kai-Fu Lee es tan nítida como inquietante. La IA puede revalorizar el papel del docente, devolviéndole el tiempo y la capacidad emocional que la burocracia y la masificación de las aulas le roban. Pero también puede exacerbar desigualdades y erosionar el vínculo humano que convierte la educación en algo más que transmisión de datos.

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Kai-Fu Lee, máxima autoridad en inteligencia artificial

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Si la tecnología se implanta sin criterio, quienes tengan acceso a los mejores sistemas acelerarán; quienes no, quedarán cada vez más atrás. Y si se deja que la IA lo medie todo —ritmo, evaluación, contenidos—, ¿qué ocurre con lo que no se cuantifica? La creatividad, la ética, la conversación, la mirada cómplice del profesor que detecta el desánimo sin que nadie lo diga.

Lo que está en juego no es una nueva herramienta, sino la propia idea de educación. En los escenarios imaginados por Lee en 2041, el currículo cambia profundamente: menos énfasis en memorizar; más en resolver problemas complejos, trabajar en equipo, aprender a aprender. Las escuelas tendrán que reorganizar horarios, evaluar de otra manera, reentrenar a docentes y garantizar que la inteligencia artificial no agrande brechas ya dolorosas.

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La cultura educativa dará un giro: del profesor que explica a todos igual al profesor que interpreta los datos que genera una IA para personalizar el proceso. Del alumno pasivo al alumno que explora acompañado por una tecnología que no se cansa, no juzga y no olvida.

Kai-Fu Lee no imagina un futuro en el que la IA sustituye al profesor, sino uno donde la sinergia entre ambos define una nueva pedagogía. Pero la pregunta no es si la tecnología podrá hacerlo, sino si nosotros, como sociedad, sabremos decidir cómo queremos que lo haga.

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