En 1919, Albert Einstein no había ganado aún el Premio Nobel, pero lo que sí había ganado era un matrimonio en declive que no dejaba de desmoronarse. Así, aunque para entonces la Teoría de la Relatividad del físico ya estaba en boca de todos, la medalla más codiciada de la ciencia seguía sin llegar. Y, mientras tanto, tenía que soportar una relación con Mileva Marić —una matemática serbia brillante, compañera de estudios y madre de sus hijos— que llevaba tiempo rota. El divorcio parecía inevitable, pero había un problema: ella no quería firmarlo.
Como era habitual para el físico, Einstein encontró una fórmula inesperada para salir de aquella situación. Le propuso a Mileva que, si en el futuro ganaba el Nobel, todo el dinero del premio sería para ella. Una promesa sorprendente que se basaba en algo que podía no ocurrir... pero que, siendo honestos, todos sabían que estaba a punto de suceder. Por eso, ella aceptó. Y dos años después, Einstein cumplió su palabra.

Mileva Maric y Albert Einstein
¿Un acto de amor?
Mileva Marić, una científica brillante pero invisibilizada
La historia está documentada en el acuerdo de divorcio de Einstein, fechado en febrero de 1919. Según recoge el portal jurídico OWLawyers y el archivo digital del Einstein-Website, el físico se comprometía explícitamente a ceder “todo el dinero del Premio Nobel que pudiera recibir en el futuro” a su exesposa. El documento añadía que dicha suma quedaría depositada en un fondo suizo, a disposición de Marić, para el mantenimiento de ella y sus hijos.
La promesa se cumplió al pie de la letra. Cuando Einstein recibió el Nobel de Física en 1921 —no por su Teoría de la Relatividad, sino por su trabajo sobre el efecto fotoeléctrico—, los 121.572 marcos de oro del premio fueron transferidos íntegramente a Mileva. Con ese dinero compró dos casas en Zúrich y costeó el cuidado de su hijo menor, Eduard, que desarrolló esquizofrenia.

Mileva Maric, la primera mujer de Einstein que mucho tuvo que ver con las teorías del científico
Einstein, por su parte, ni siquiera asistió a la ceremonia en Estocolmo. Estaba de gira en Japón, dando conferencias sobre sus descubrimientos. Y fue su cuñado, Hans Albert Einstein, quien cobró el premio en su nombre. Nunca hubo una medalla en su vitrina ni un discurso conmemorativo. Y, claro está, tampoco remuneración económica que pudiera disfrutar él.
A menudo se ha querido leer esta historia como un gesto romántico de reparación. Pero los documentos y las circunstancias sugieren algo más complejo. El divorcio fue difícil. Einstein vivía ya con su prima Elsa, con quien luego se casaría. Y Mileva, dolida y marginada de la comunidad científica, buscaba garantías para sus hijos y un futuro digno tras años de sacrificio. De este modo, el Nobel prometido no fue más que una moneda de cambio. Un acto de negociación que parecía venir más del rencor que de un acto amoroso.
Según recoge la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, la figura de Mileva Marić ha sido históricamente minimizada, pero hay evidencias —cartas, borradores compartidos, anotaciones— de que participó activamente en los primeros trabajos de Einstein. De hecho, la autoría de algunos textos sigue siendo objeto de debate académico. Lo que no está en duda es que su contribución intelectual nunca fue oficialmente reconocida, ni por la comunidad científica ni por el propio Einstein.