En su concierto del pasado 2 de julio, en Quito, Ecuador, el artista Enrique Bunbury llamaba la atención a su audiencia: “Todo el concierto con la cámara, grabando el puto concierto. Yo entiendo a la locura a la que hemos llegado con los teléfonos, pero si estás en primera fila, seguro que hay mucha gente a la que le gustaría estar donde estás tú: disfrutando, conectando, participando, cantando las canciones, utilizando las manos para algo más que para tener un apéndice tecnológico.”
Cada vez son más artistas los que comparten este tipo de quejas, y resulta lógico. Es imposible negarlo: los conciertos son, cada vez más, una experiencia intrínsecamente unida a las redes sociales y los teléfonos móviles. En festivales y distintos eventos musicales es sobradamente habitual ver una marabunta de luces y brazos estirados: personas grabando los distintos momentos y canciones para compartirlos en Instagram o en sus grupos de WhatsApp.
Lo que, en otro momento, fuera un espacio más bien destinado a bailar, a cantar y compartir el momento con otros fans, o simplemente a disfrutar de la música, se ha visto invadido por la necesidad de contar y de compartir. Cristina F., de 26 años, cuenta que siempre graba “al menos dos o tres canciones” de cada evento al que va. “Si no tienes fotos o vídeos, es como si no hubieses estado allí. Poder compartirlos y enseñárselos a mis amigos o familia es parte de la gracia.”

Taylor Swift en el 'Eras Tour'.
No es de extrañar, entonces, que algunos artistas, e incluso los propios asistentes, manifiesten sus quejas al respecto. El “postureo” de hacer fotografías, de compartir los momentos en stories para que los demás sepan que hemos asistido, se ha convertido en imprescindible para muchos. Pero otros opinan que distraen e incluso molestan a quienes prefieren vivir el acontecimiento de otra manera.
Juan C., de 32 años, asistente asiduo a festivales, afirma que no querría prohibirlos, pero que sí pueden resultar muy molestos: “Puedo entender alguna foto o vídeo de recuerdo. Pero es horrible pagar una entrada y pasarte una hora y media viendo la pantalla del de delante, grabando todo lo que sucede, sin poder prestar atención”.
Cantantes como Rosalía, Taylor Swift, Olivia Rodrigo o Sabrina Carpenter preparan sus shows teniendo en cuenta que, para los asistentes, grabar lo que sucede y compartirlo en redes es parte de la experiencia
En el mundo del pop, no obstante, los y, sobre todo, las artistas han aprendido a mimetizarse con la situación. Desde hace ya un tiempo, cantantes como Rosalía, Taylor Swift, Olivia Rodrigo o Sabrina Carpenter preparan sus shows teniendo en cuenta que, para los asistentes, grabar lo que sucede y compartirlo en redes es parte de la experiencia. Saben que la inmensa mayoría de personas que vayan a sus grandes citas van a tener un teléfono en la mano, así que se generan pequeños momentos y tradiciones pensados explícitamente para ser grabados y ser compartidos.
El año pasado, precisamente, la llegada del Eras Tour de Taylor Swift a España sacudió el Estadio Santiago Bernabéu durante dos noches consecutivas, el día 29 y 30 de mayo. El tour de Swift traía una lista de canciones prefijada, la misma en todas las fechas, que recorría la totalidad de su discografía, de sus primeros álbumes hasta el más reciente. Aunque hay quien piensa que saber exactamente qué canciones se van a tocar en un concierto le quita parte de la magia, la ausencia de intriga también generó una serie de tradiciones, bailes e iniciativas por parte de los fans.

Fotografía del 'Eras Tour' en Madrid.
Inspirados por la letra de la canción You’re On Your Own, Kid, las redes sociales popularizaron la actividad de realizar pulseras de cuentas, friendship bracelets, con letras y títulos de canciones, álbumes y bromas internas de los fans. Los asistentes los intercambiaban en la entrada y a la salida del concierto o con sus compañeros de fila, pista o asiento, y hubo quien elaboró, a mano, cientos de pulseras solo para participar y compartir ese momento con el resto.
Sandra C. nos cuenta que, aunque se quedó sin entrada, asistió igualmente a las puertas del estadio solo para este propósito: “las entradas se vendieron rapidísimo, y aunque estaba triste por ir, disfruté de la música desde fuera. Hice unas cincuenta pulseras, y las intercambié todas con otras fans que conocí en el sitio o por redes sociales. Las guardo como un tesoro. Aunque me llevé un disgusto, fue como si realmente hubiese podido ir al concierto.”
Aunque, como decíamos, todas las canciones del concierto de Swift estaban prefijadas, había un pequeño espacio del concierto en el que todo era posible: en cada fecha, la cantante estadounidense tocaba dos “canciones sorpresa”, intentando no repetirlas entre una ciudad y otra.
La tradición de grabarse antes del concierto, explicando cuáles eran las canciones que deseaban que les tocase, y durante el momento de tocarlas, inmortalizando la reacción al haber obtenido (o no) sus favoritas se extendió ampliamente entre los jóvenes asistentes. En los días de antes del concierto en España, los fans miraban, ansiosos, las redes sociales de los asistentes a los conciertos en Portugal, para ver cuáles habían podido experimentar quienes asistieron a las fechas de nuestro país vecino.
Es la manera de las nuevas generaciones de conectar con el artista y con otros que disfrutan de su música
A pesar de que este tipo de tradiciones siempre han tenido cabida en los conciertos, especialmente en el caso de artistas tan multitudinarios, el calibre y la trascendencia de estos actos e iniciativas es incomparablemente amplio. Es la manera de las nuevas generaciones de conectar con el artista y con otros que disfrutan de su música. Y también es la forma de estas artistas de llegar a un público más amplio y generar expectación alrededor de cada fecha.
De este modo, un concierto ya no es un fenómeno acotado a un día, una hora y un lugar: es un acontecimiento que comienza las semanas o meses previos a la fecha y que continúa durante los días siguientes a través de distintos comentarios, vídeos y momentos virales.
Este año, el Primavera Sound celebrado en Barcelona también acogió a tres artistas pop con una aproximación bastante similar a sus actuaciones: Charlie XCX, Chappell Roan y Sabrina Carpenter. En el caso de Charlie XCX, uno de los momentos del concierto más reproducidos en redes sociales fue la de la apple girl: en cada show, la compositora británica escoge a una persona para colocarla en pantalla durante su canción Apple, ejecutando un popular baile que se hizo viral en TikTok durante el verano pasado.
En el caso del Primavera Sound, la apple girl fue la propia Chappell Roan, que ejecutaba el trend desde el backstage, y a quien muchos asistentes del concierto esperaban ver al día siguiente. Algunos de los vídeos del momento, compartidos por los asistentes, acumulan más de tres millones de visualizaciones.
Chappell Roan, por su parte, ejecutó en su concierto una pequeña dinámica por la cual preguntó a algunas de las asistentes cuáles eran los motivos por los que habían dejado a sus exnovios, y las leyó en público antes de cantar su último single, The Giver.
Sabrina Carpenter deja hueco en sus actuaciones a varias dinámicas similares: la más popular es una pequeña postura picante, distinta en cada actuación, que realiza después de la canción Juno. Los fans las graban, las comparten e incluso hacen recopilaciones o rankings de las mejores; el vídeo, el teléfono que tenemos en la mano forma ya, sin duda, parte del propio concierto y de su disfrute.

Rosalía utilizaba los móviles en directo para sus conciertos de la gira 'Motomami'.
En nuestro país, ha sido Rosalía la artista que mejor ha entendido y explotado estas nuevas dinámicas y este nuevo lenguaje en sus espectáculos. Y no es solo que en múltiples ocasiones haya accedido, en medio de los shows, a sujetar los teléfonos de sus fans de primera fila para tomarse una selfie o una instantánea de BeReal.
En el tour de su último disco, Motomami, ella misma o uno de sus bailarines sujetaban un teléfono móvil durante algunas de las canciones. El dispositivo estaba conectado a dos grandes pantallas a ambos lados del escenario que mostraban una perspectiva distinta —la de la propia cantante— de lo que estaba sucediendo.
Las imágenes mostradas tenían un aspecto mucho más amateur, mucho más improvisado que un vídeo profesional… y precisamente era la gracia. Los vídeos que Rosalía tomaba durante cada concierto no distaban tanto de los que, al final de la noche, muchos de sus fans tendrían guardados en sus galerías.
¿Es esta nueva forma de disfrutar de los conciertos mejor o peor que la clásica? Habrá quien piense que los tiempos en los que simplemente buscábamos disfrutar de la música eran más sencillos y más puros; que los conciertos trataban más del arte que del espectáculo.
Pero, mientras tanto, muchos otros han encontrado su nueva manera de aproximarse a estos eventos en medio del mundo digital. Y artistas como las mencionadas han convertido lo que, en principio, era un problema serio para los músicos en una estrategia brillante de marketing: no solo les permite aumentar el nivel de atención y la conversación sobre sus espectáculos, sino que hace que los fans tengan motivos claros para no querer perderse el próximo show.