Durante más de un año, @FredReibell compartió a diario en X la misma imagen: un hombre de mediana edad con mirada apacible sosteniendo una taza de café. Era Dominique Bernard, profesor de secundaria asesinado en Arras el 13 de octubre del 2023 por un joven islamista radicalizado. “Publiqué su foto cada día, sin comentarios, para que Francia no lo olvide”, explica Reibell. El asesinato de Bernard, al grito de “Alá es el más grande”, conmocionó al país y reabrió una herida: la violencia contra los docentes. Defensores en primera línea de valores fundamentales como la libertad y la educación, estos profesionales se enfrentan a una soledad erosiva. Además de lidiar con innovaciones pedagógicas discutibles en un entorno burocratizado, sufren desatención y un descrédito que proviene tanto de alumnos como de padres.

El crimen de odio contra Bernard hizo sangrar otra cicatriz profunda: el asesinato de Samuel Paty en el 2020. Recordemos: fue decapitado a raíz de una clase sobre libertad de expresión en la que mostró caricaturas de Charlie Hebdo, no sin antes permitir a los alumnos salir del aula si lo preferían. A pesar de su esfuerzo por fomentar el debate y el respeto, fue objeto de una cacería iniciada por el padre de la alumna que originó el bulo sobre él y lo puso en la diana. El juicio contra los adultos implicados en el asesinato de este profesor de 47 años y padre de un niño pequeño se ha celebrado estos días.
Dos tercios de quienes enseñan historia y educación moral se sienten atenazados por el miedo
La situación de los profesores en Francia, y no solo, es alarmante. Según estadísticas, cuatro de cada cinco temen enfrentamientos con alumnos influenciados por ideologías político-religiosas, y la mitad admite autocensurarse. Dos tercios de quienes enseñan historia y educación moral se sienten atenazados por el miedo. En un homenaje a Paty y Bernard, una escuela organizó un minuto de silencio, precedido por un discurso del director, que destacaba la importancia del derecho a expresarse. El primer comentario en la publicación de Instagram que recogía este acto es un buen reflejo de la polarización actual: “¿Para cuándo un minuto de silencio por Palestina?”. Esta pregunta encarna la complejidad del contexto en que los profesores ejercen su labor, entre la indiferencia, el acoso y la violencia.